Donald Trump junto a su vicepresidente JD Vance (i), el secretario de estado Marco Rubio (c) y el secretario de defensa Pete Hegeseth (d). Diseño: Rubén Vique

Donald Trump junto a su vicepresidente JD Vance (i), el secretario de estado Marco Rubio (c) y el secretario de defensa Pete Hegeseth (d). Diseño: Rubén Vique

Letras

La inteligencia al servicio del poder: la politización de la CIA en la era Trump

El historiador y premio pulitzer Tim Weiner se aventura en 'La misión' a analizar al detalle el presente de la agencia de inteligencia más célebre del mundo.

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En la noche del pasado 21 de junio, el presidente Trump anunció al mundo que su orden secreta de bombardear las instalaciones nucleares de Irán acababa de ejecutarse. "Los ataques fueron un éxito militar espectacular", proclamó, alardeando de haberlas destruido completamente.

La misión

Tim Weiner

Traducción de J. Rabasseda y T. de Loyola.
Debate, 2025. 608 páginas. 26,90 €

El tono triunfalista de Trump se vio inmediatamente cuestionado por un análisis de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), que reveló que los ataques aéreos solo habían causado daños superficiales, que retrasarían el proyecto nuclear de Irán apenas unos meses.

Furioso, Trump no solo redobló su afirmación de "destrucción total", sino que insistió en que un análisis más detallado lo confirmaría.

Efectivamente, el director de la CIA, John Ratcliffe, se apresuró a cuestionar la evaluación de la DIA, e insistió en que fuentes no identificadas confirmaban que las instalaciones habían sufrido "daños graves", lo que no es lo mismo que anunció el presidente.

A día de hoy persisten las dudas sobre el alcance real del ataque, pero para muchos observadores hay algo que sí lo está: estos acontecimientos demostraron la politización descarada de la agencia de inteligencia más importante de Estados Unidos.

Como confirma Tim Weiner (1957) en La misión, es probable que esta tendencia se acelere a lo largo de la segunda presidencia de Trump. Antiguo reportero del New York Times y ensayista, Weiner ha convertido la investigación sobre la CIA en el trabajo de su vida.

Si su magistral Legado de cenizas, que detalla el primer medio siglo de la agencia, ganó el National Book Award en 2007, La misión parte de donde lo dejó aquel libro y narra la historia de la Agencia mucho más allá de la caída del comunismo. Es exhaustivo y está prodigiosamente documentado, aunque resulta algo torpe.

La historia comienza en la década de 1990. En busca de una nueva misión tras el fin de la Guerra Fría, la CIA desempeñó un papel secundario en la lucha contra las drogas y, tras los atentados del 11-S, en la guerra contra el terrorismo.

Los agentes buscaron al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, en Afganistán y torturaron a prisioneros de alto valor con la esperanza de obtener información sobre futuros atentados.

'La misión' es un libro exhaustivo y prodigiosamente documentado que descubre las presiones que sufre la CIA

Gran parte de los testimonios, escribe Weiner, fueron recopilados por un ejército de interrogadores a menudo sin experiencia. "Si la gente pensaba que hicimos algo ilegal, algo inmoral", le dice a Weiner James Cotsana, un exfuncionario de la CIA que supervisó esos interrogatorios, "viviremos con ello. Yo lo haré".

Uno de los temas de Legado de cenizas era la afirmación de que casi todos los directores de la CIA dejaron la agencia en peores condiciones de las que la encontraron. Weiner sugiere que este patrón ha persistido en el siglo XXI, en gran parte debido a la presión política que se ejerce sobre su trabajo.

Esa presión se reveló de manera flagrante en el período previo a la invasión estadounidense de Irak, con la falsa afirmación de que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva.

El asesor de la administración Bush, Scooter Libby, por ejemplo, estaba "tan dedicado a la causa de la guerra", escribe Weiner, "que reveló la identidad de una agente encubierta de la CIA cuyo marido, un exembajador, había socavado el argumento de que Sadam estaba construyendo una bomba nuclear". (Libby niega haber cometido ningún delito, aunque fue condenado por perjurio y obstrucción a la justicia en el caso y posteriormente indultado por Trump).

Al mismo tiempo, señala Weiner, los agentes de inteligencia a menudo sentían que su información era irrelevante. De hecho, según un exjefe de operaciones de la CIA en Irak: "Estos tipos habrían ido a la guerra aunque Sadam tuviera un tirachinas".

La política es una cosa. El ego es otra. A lo largo de La misión, Weiner critica duramente a una Agencia que parece estar cegada por su certeza de la supremacía estadounidense.

En la última década y media, la CIA se ha visto sorprendida una y otra vez, incluso en China, donde los servicios de inteligencia destacan en la localización y eliminación de agentes estadounidenses.

La Agencia también se vio sorprendida por las revueltas de la Primavera Árabe en 2010, escribe Weiner, porque los espías yanquis dependían de información procedente de sus envejecidos homólogos de regímenes dictatoriales que estaban a punto de derrumbarse por los disturbios.

Weiner siente claramente un gran afecto por muchos de los agentes de inteligencia a los que ha entrevistado a lo largo de los años

Sin embargo, Weiner reserva su mayor desprecio para la primera administración Trump, detallando tanto la vasta red de contactos entre el personal de su campaña y los funcionarios de inteligencia rusos como los esfuerzos posteriores de Trump por someter a la CIA, incluso cuando se apoyaba en sus asesores para examinar sus precipitadas propuestas, como cuando les preguntó: "¿Cómo nos iría si entrásemos en guerra con México?".

A pesar de la amplitud y actualidad de su libro, Weiner parece haber prestado poca atención a guiar a sus lectores a través del laberinto. En realidad, la dificultad aquí radica en que, en medio de un aluvión interminable de nombres y situaciones, el lector dispone de pocas pistas sobre quién o qué resultará importante más adelante.

Sin embargo, hay algo a la vez esclarecedor y triste al contemplar el camino que ha recorrido la CIA durante el último cuarto de siglo.

Weiner siente claramente un gran afecto por muchos de los agentes de inteligencia a los que ha entrevistado a lo largo de los años, y algunos de los pasajes más conmovedores de su libro describen las crisis de fe que acosaron a muchos de ellos durante la guerra contra el terrorismo: sus luchas morales sobre la tortura de prisioneros o los ataques con drones contra sospechosos de terrorismo, en los que a menudo hay víctimas colaterales inocentes.

Ese examen de conciencia también tiene un aire pintoresco cuando se compara con la venalidad de la política exterior estadounidense actual.

En este sentido, destaca un episodio que relata Weiner. En 2007, la CIA reunió pruebas convincentes de que Siria estaba en vías de fabricar un arma nuclear.

La noticia desencadenó un acalorado debate dentro de la administración Bush sobre si debía lanzar un ataque preventivo para eliminar la instalación, es decir, un ataque sorpresa contra una nación con la que Estados Unidos no estaba en guerra.

La idea fue rechazada con vehemencia por uno de los asesores más cercanos a Bush —"No hacemos Pearl Harbors"—, y el plan de bombardeo fue archivado (aunque después fue asumido por Israel).

Compárese eso con el ataque "Pearl Harbor" de Trump contra las instalaciones nucleares de Irán, a pesar de que la CIA y casi todas las demás agencias de inteligencia occidentales estaban seguras de que Irán no estaba desarrollando armas nucleares.

El ataque puso de manifiesto hasta qué punto la CIA ha sucumbido a la voluntad de Trump. En este sentido, las advertencias de Weiner sobre el peligro al que se enfrentan tanto la Compañía como Estados Unidos parecen profecías.