Vincenzo Camuccini: 'La muerte de César', 1804-1805. Galería Nacional de Arte Moderno de Roma

Vincenzo Camuccini: 'La muerte de César', 1804-1805. Galería Nacional de Arte Moderno de Roma

Historia

Los servicios de inteligencia antes de la Guerra Fría: los primeros espías de la Historia, de Egipto a Roma

El libro 'Servicios de inteligencia en la Antigüedad' explora el papel del espionaje, la seguridad y la información en la consolidación del poder de reyes, generales y emperadores de Oriente y Occidente.

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Alejandro Magno era desconfiado. Su padre, Filipo II, no pudo evitar, a pesar del amplio sistema de información que desarrolló, morir a manos de su guardia personal Pausanias de Oréstide. Esto hizo que Alejandro se obsesionara con la seguridad interior, así como con los mecanismos de inteligencia y búsqueda de información en el desarrollo de sus campañas.

Lo explica Adolfo J. Domínguez Monedero en el estudio que aporta a la obra colectiva Servicios de inteligencia en la Antigüedad (Akal), que, coordinada por Fernando Bermejo-Rubio, analiza en 17 artículos los orígenes históricos del espionaje, desde el Egipto del Imperio Nuevo hasta la Antigüedad tardía.

El temor a conjuras y complots llevó a Alejandro a poner en marcha herramientas para conocer lo que pasaba dentro de su ejército. Llegó a recibir información sobre un posible atentado perpetrado por su médico, en quien sí mostró confianza.

Los avisos sobre conspiraciones eran continuos y, como apunta Domínguez Monedero, la existencia de distintas facciones en el círculo de Alejandro, que incluso puso trampas a algunos de sus hombres para comprobar su lealtad, complicaba el asunto.

Una de las víctimas de este sistema de control fue su compañero Filotas, acusado de formar parte de una conjura, condenado y ejecutado.

El libro arranca con un texto de José Lull sobre los espías, informadores y controles fronterizos en el Egipto del Imperio Nuevo. Individuos con cargos militares o diplomáticos tenían también como misión la captación y el suministro de información: eran conocidos, con otras variantes, como los “ojos del rey” u “oídos del rey”.

Un incipiente “servicio de inteligencia” sirvió para la vigilancia de las fronteras, y en los ámbitos extranjeros en los que Egipto tenía intereses políticos y comerciales las noticias eran recabadas a través de comisionados, militares, gobernadores y reyes locales y transmitidas en cartas (en tablillas o papiros).

Espiar en Oriente

El espionaje en el Oriente Próximo del segundo milenio a.C. es un tema poco estudiado, pero existen numerosos datos sobre estas actividades.

Así lo indica Francesco Giannone, que revela que la documentación de los reinos amorreos del siglo XVIII pone de manifiesto la existencia de una serie de “sofisticados recursos de inteligencia” como “espionaje y contraespionaje diplomático, infiltración y quinta columna, desinformación y propaganda”, así como métodos para mantener la confidencialidad de la comunicación.

Algunas de estas prácticas también se dan en los siglos siguientes en el reino hitita, donde asimismo hay casos de falsificación de tratados.

La arqueología ha proporcionado evidencias documentales sobre los servicios de inteligencia neoasirios, materia de estudio de Peter Dubovský, que precisa sus características: la regularidad de los reportes, la alta calidad del material informativo enviado a la corte (que era convenientemente procesado), la protección de las comunicaciones, el uso de técnicas de contrainteligencia, las acciones encubiertas y la guerra psicológica.

Agentes en Persia

El Imperio persa también contó durante el periodo aqueménida con agentes que recopilaban en secreto información sobre asuntos políticos, militares, económicos y sociales que pudieran resultar importantes en términos de estabilidad.

Su eficacia, como indica Joaquín Velázquez, se apoyó “en un avanzado sistema de comunicación”. Una “red oculta” que no ha dejado rastro en las fuentes primarias pero fue fundamental “para la defensa, la expansión política y la seguridad del imperio y la dinastía”.

El estudio de estos aspectos en la India antigua requiere la consulta del Arthaśāstra, tratado de ciencia política y gobernanza atribuido al sabio Kautilya, que ha sido definido como “el Maquiavelo hindú” y que construye, en palabras de Francisco J. Rubio Orecilla, “un Estado ideal autoritario pero lleno de asechanzas”, en el que el rey ha de cuidarse incluso de sus propios hijos: agentes encubiertos, policía secreta y espías en el extranjero le informan de forma directa y discreta de lo que ocurre.

Todo al servicio de un sistema presidido por un soberano todopoderoso, con un pueblo sumiso y unos enemigos bajo control.

Detectives en Homero

Volvemos a Grecia. El análisis del léxico de los poemas homéricos y la historiografía del siglo V a. C. permite concluir, según Fernando Echeverría, que en el mundo griego arcaico y clásico la gestión de la información (que era entendida como un flujo autónomo difícil de controlar) tenía “una naturaleza espontánea, informal y desorganizada”.

Frank Russell estudia el periodo de la Guerra del Peloponeso y constata la abundancia de testimonios sobre “espías, exploradores, informantes y una gran cantidad de otros agentes y fuentes que los Estados griegos, democráticos o no, desplegaron unos contra otros”.

Analiza cómo la relación tensa entre los aspectos privados y públicos de la inteligencia ateniense contribuyó a uno de sus mayores desastres en la guerra, con el strategós Nicias como protagonista: la decisión de no abandonar Sicilia en el año 413 a. C.

Marc Mendoza centra su aportación en el periodo de los diádocos, “uno de los más particulares del mundo antiguo”. Décadas convulsas tras la muerte de Alejandro Magno en las que la inteligencia resultó clave: “Cabe pensar que al menos los grandes diádocos supervivientes fueron capaces de crear cuerpos de inteligencia de potencia y eficacia equivalentes, así como de formar y mantener redes clientelares y de fidelidad”.

Hay numerosos testimonios de estratagemas para contaminar las informaciones captadas por el enemigo. Fue una era de innovación en este campo.

Cinco estudios componen la tercera parte de la obra, dedicada a Roma. Sabino Perea Yébenes revisa casos de maniobras y de inteligencia militar en la Segunda Guerra Púnica, la “guerra mundial de la época”.

El César y la desinformación

Fue a partir de este acontecimiento cuando los romanos empezaron a utilizar los sistemas de información militar, a los que hasta entonces habían recurrido puntualmente y con reparos (el espionaje no era compatible con la ética romana), como parte de su estrategia general.

Para luchar contra Aníbal, Escipión Africano consideró que había que utilizar todas las armas, incluso el juego sucio que ya practicaba el enemigo. Es “el inventor del espionaje romano” (y del contraespionaje).

Julio César, como explica Denis Álvarez Pérez-Sostoa, dejó constancia en su obra escrita de la importancia decisiva que para un ejército en campaña tenía la recopilación de información, con exploratores y speculatores, para estar al tanto de los movimientos del enemigo y tratar de obstaculizarlos, conocer los accidentes geográficos y las posibilidades de abastecimiento y transmitir órdenes a la tropa y los aliados. Asimismo, la desinformación era una herramienta interesante para confundir al rival.

Los escritos de César, sobre todo sus Comentarios de la Guerra de las Galias, “son una fuente casi inagotable de recursos, tácticas y procesos” con los que demostró “una gran capacidad de maniobra y de adecuación a las necesidades”. El general romano entendió que “el conocimiento es poder”.

Rose Mary Sheldon examina la seguridad interna en Roma en los inicios del Principado. Augusto confió en la guardia pretoriana (que le acompañaba en todos sus viajes y campañas) y en los Germani corporis custodes (una fuerza de guardaespaldas germanos) como piezas centrales de su sistema.

En esta época, el número de personas dedicadas a la seguridad de Roma y del emperador aumentó notablemente. Augusto y sus sucesores sufrieron numerosas conspiraciones, de procedencia diversa, incluida la familia imperial.

Conspiraciones en Roma

La mayor amenaza para Tiberio fue el complot de Sejano, Calígula fue emboscado y asesinado como resultado de una conjuración en la que “es muy posible” que participase Claudio, que sufrió atentados menores, y a Nerón intentaron pasaportarlo con las conspiraciones pisoniana y viniciana.

En la dinastía Flavia, Vespasiano mantuvo con pequeños cambios el sistema de seguridad augusteo y cultivó la imagen de emperador accesible, a pesar de lo cual (o a causa de lo cual) se llevó algún susto; Tito “supo cómo mantenerse a salvo” pero no superó la fiebre que se lo llevó a los 41 años y la tradición magnicida romana resurgió para poner fin al gobierno del inseguro y estricto Domiciano.

Juan José Palao Vicente investiga (tarea no sencilla por la escasez de fuentes) la recopilación de información en las provincias en el Alto Imperio. El proceso era desarrollado por los gobernadores y estaba marcado por los problemas de veracidad y la cuestionable calidad (y utilidad) del material obtenido.

También por la falta de recursos en territorios que en muchos casos eran de gran amplitud. Aun así, lograron su objetivo: pervivencia del régimen y mantenimiento de la paz en las provincias hasta finales del siglo III. Los soldados desempeñaron un papel clave en las labores de espionaje.

Fernando Bermejo-Rubio examina el caso de la dinastía herodiana. En la larga duración del reinado de Herodes el Grande, que encontró no pocas resistencias, influyó de manera decisiva la existencia de un eficaz servicio de inteligencia (hay noticias que lo corroboran) al que recurrieron también sus sucesores, en especial Herodes Antipas, que tuvo que enfrentarse a “visionarios religiosos” como Juan el Bautista o Jesús de Nazaret, “cuyos mensajes tuvieron inequívocas implicaciones políticas”.

El último apartado, dedicado a la Antigüedad tardía, principia con un análisis de los servicios secretos tardoimperiales (siglos IV y V) por parte de Raúl González Salinero, que describe las distintas instancias palatinas que se dedicaban a obtener, analizar y utilizar la información sensible.

También encontramos espías e informantes en el ámbito militar, en un ambiente de preocupación por la creciente presencia de pueblos bárbaros en los límites del imperio.

Margarita Vallejo Girvés explica que, en materia de información e inteligencia, el Imperio romano de Oriente continuó con los usos de los siglos anteriores de la historia imperial romana, con los consabidos objetivos: en el exterior, vigilancia de los movimientos de los enemigos; en el interior, búsqueda de conocimiento anticipado de posibles complots.

Y Pablo Poveda Arias se traslada al reino visigodo hispano (siglos VI-VII) para revisar los mecanismos de acopio de información útil y vigilancia de los rivales internos de que se valieron reyes como Gundemaro, Atanagildo, Chindasvinto, Leovigildo o Wamba.