Edvard Munch: Elisabeth Förster- Nietzsche, 1906. Museo Much.

Edvard Munch: Elisabeth Förster- Nietzsche, 1906. Museo Much.

Letras

Nietzsche, explicado por su hermana: ¿hay nazismo en las ideas del filósofo alemán?

En 'La hermana de Nietzsche. Förster-Nietzsche y el lado oscuro del poder', Ulrich Sieg se adentra en la vida familiar del autor para 'desnazificarlo'.

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Entre otros filósofos clásicos, el Tribunal de Núremberg sentó imaginariamente en el banquillo a Friedrich Nietzsche. ¿Era nazi o no? ¿No poseemos fotos de 1932 de Hitler visitando el Archivo Nietzsche, en Weimar, y saludando a la anciana Elisabeth Förster-Nietzsche, hermana del pensador? ¿No poseía el führer el bastón de paseo de Nietzsche, obsequio de aquella? ¿No había financiado, con 50.000 marcos, un templo secular nietzscheano en Weimar?

Elisabeth Förster-Nietzsche y el lado oscuro del poder

Ulrich Sieg.

Traducción de Beatriz de la Fuente. La Esfera de los Libros, 2025, 472 páginas. 25,90 €.

¿No fueron sus libros y sus sentencias sueltas homenajeados por el régimen en innumerables ocasiones? ¿No acudió en 1935 el führer al funeral de la mentada Elisabeth, quien fuera primero enfermera de Nietzsche tras su colapso mental, luego editora de su obra póstuma y promotora de su legado? La labor de desnazificar a Nietzsche pasa a veces por la de deshermanizarlo.

Parte de esto y otras cosas más se explican bien en La hermana de Nietzsche. Elisabeth Förster-Nietzsche y el lado oscuro del poder de Ulrich Sieg (Lübeck, 1960), académico especializado en la historia intelectual alemana de fines del XIX y principios del XX. Yo dividiría este recorrido vital, con una notable puesta al día de la bibliografía científica, en la sección en torno a Bernhard Förster, marido de Elisabeth, y una segunda en torno al Archivo Nietzsche.

En la primera parte, Sieg nos cuenta la delirante empresa del vegetariano Förster de implantar una Nueva Germania en la remota Paraguay, con el fin de revitalizar la raza aria, estancada en una Europa decadente bajo el influjo de los judíos (el típico discurso que Nietzsche detestaba). Esta controvertida empresa colonial culmina con la muerte (suicidio) de Förster y con la bancarrota.

Dejando de lado los pintoresquismos antisemitas finiseculares, la parte que más interesará a los lectores de este libro será la sección que versa sobre la creación del "mito Nietzsche" en la Alemania guillermina.

Para Ulrich Sieg, la labor de 'desnazificar' a Nietzsche pasa a veces por la de 'deshermanizarlo'.

Las tensiones del llamado Archivo Nietzsche (que, literalmente, empezó a funcionar con el propio Friedrich dando voces, inconsciente, en el piso de arriba), radicado en la simbólica Weimar, con el centro nietzscheano antagonista de Basilea (en torno a Franz Overbeck) o con el más temido de Bayreuth (en torno a Cósima Wagner y Chamberlain), así como con Lou-Andreas Salomé o con Rudolf Steiner, dan para una sitcom.

Entre los intelectuales que tienen contacto directo con el Archivo están Heinrich Köselitz, Oswald Spengler, Rudolph Eucken, Hans Vaihinger, Thomas Mann, Edvard Munch y parte del modernismo literario europeo. Ya entonces surge un Nietzsche feminista, otro liberal... El Nietzsche nazi tomará forma con Alfred Baeumler.

Sieg pondera la línea exegética defendida por la propia Elisabeth en su biografía (la soledad del casto genio romántico) y explica las razones de por qué La voluntad de poder, obra póstuma de 1901, era un título que pretendía saciar los deseos de "sistema doctrinal" de algunos exigentes seguidores.

También aclara nuestro autor en qué consisten las famosas manipulaciones editoriales de Elisabeth ahí. Ojo: Martin Heidegger, señalado exégeta, juzgó que La voluntad era la "obra capital" de Nietzsche. Sieg da cuenta también de otras, más flagrantes, intervenciones de esta intrépida hija de pastor y doctora honoris causa por la Universidad de Jena en la edición de las cartas de su único y amado hermano.

Ella fue partidaria de Von Hindenburg. A ella le debemos también la "edición bélica" del Zaratustra, durante la Gran Guerra. Elisabeth Nietzsche admiró a Mussolini, pero no tanto a Adolf Hitler. Aunque, muy cuca, le regalara aquel bastón.