Gabriela Cabezón /Foto: Mariona Molins.

Gabriela Cabezón /Foto: Mariona Molins.

Letras

Gabriela Cabezón: “Lo que nos venden como universal en realidad son diez tipos blancos y burgueses”

Narrando la vida oculta de la famosa Monja Alférez, la escritora construye en 'Las niñas del naranjel' una futurista y adictiva crónica de Indias moderna que hace una relectura de la historia y una reflexión sobre el género.

8 diciembre, 2023 01:43

Mujer y hombre, joven novicia como Catalina de Erauso y militar, grumete y paje en la corte de Felipe III, ya como Antonio de Erauso, a veces Alonso, la Monja Alférez, como se la conoció popularmente, representó como nadie el papel del malhechor y buscavidas de las novelas de picaresca y aventura de la época.

Fue una pintura lo que llamó la atención de la escritora argentina Gabriela Cabezón Cámara (San Isidro, 1968) sobre uno de los personajes más controvertidos y legendarios de nuestro Siglo de Oro. “Una persona a la que amé mucho tenía en su casa esta acuarela –cuenta– que representaba a una persona vestida con una armadura con una lanza y en posición de matar a alguien que estaba a sus pies. Debajo ponía: la Monja Alférez. Yo no sabía qué significa alférez, ese grado militar no existe en el Río de la Plata, pero pensé que monja y armadura no van bien, entonces me puse a investigar quién era”.

Finalista del Internacional Booker Prize en 2020 por Las aventuras de la China Iron (Random House), donde la escritora reescribía en la voz de la mujer una de las novelas fundacionales de la literatura argentina, el Martín Fierro de José Hernández, Cabezón Cámara visita nuestro país para promocionar Las niñas del naranjel, donde fabula en esta ocasión sobre la historia real de esta joven novicia, que escapó a los 15 años del convento, y que, ya como hombre, viajó a un lado y otro del Atlántico, participó en la Conquista de América activamente, entró y salió de la cárcel y cometió todo tipo de crímenes a lo largo de su vida.

[Catalina de Erauso, un prodigio barroco transgénero]

Detenida en 1623, confesó que en realidad era una mujer para evitar la muerte, obtuvo el perdón del rey Felipe IV, quien le puso el apodo, y, de viaje en Roma, recibió la aprobación del Papa Urbano VIII para continuar vistiendo como un hombre.

Pregunta. A juzgar por la vida y obra de Catalina de Erauso, razones no faltan para escribir sobre un personaje así, pero ¿qué le llevó en su caso particular a escribir sobre ella?

Respuesta. Pasaron quizá 12 años entre que vi esa acuarela y que me puse a escribir. Mi novela anterior terminaba en la selva y yo sentía la llamada de la selva, un sitio en el que quiero estar, en el que estuve y amo. Después estaba la cuestión de la Conquista histórica, que fue el periodo en que Abya Yala estuvo en dominio de España y lo que siguió después, porque los pueblos originarios que sobrevivieron siguen luchando desde entonces. Y es curioso, o no tan curioso, pero pensando estas dos cosas me acordé de este personaje, que tiene una vida tan vertiginosa, que parece de cine contemporáneo, como de vanguardia: crimen, huida, cárcel, juego de cartas, crimen, huida, cárcel... Me resultaba una vida muy loca para la época. A mí los genocidas no me gustan, también tengo que aclarar eso, y este señor participó en la conquista de la Araucanía y le dieron medallas por ello. Pero este personaje, que además es muy complejo, me permitía jugar con todo eso.

P. ¿Hasta qué punto era complejo?

R. A él, como a cualquier ser humano, se le representa siempre acotado, uno no puede hacer lo que le dé la gana dentro de una gama de posibilidades infinitas, pero, dentro de las que él tenía, quería ver mundo y quería ser hombre. Y fue hombre y vio mundo, todo lo que quiso, y terminó con la bendición del rey y el Papa. Es un personaje muy interesante que además no es un buen ciudadano colonial. Es un bandido, un personaje como escapado de una novela de picaresca, un lumpen, un buscavidas, una especie de asesino. Hace poco vi el videoarte de Cabello/Carceller en el Reina Sofía, donde se presentaba la hipótesis de que parte de sus crímenes podían haber sido en autodefensa, es posible.

«Pero es que, además, Erauso también representaba una crítica al sistema de valores de la época, porque cuando lo están por colgar, y decide confesar su secreto biológico al obispo, el obispo se siente muy conmovido por el hecho de que tenga "una genitalidad femenina". No le importan todos los crímenes infinitos, está tan fascinado con que una mujer haya hecho eso y tenga el himen entero, que le salva la vida. Podía ser un asesino serial, pero había una jerarquía de valores y de pecados bastante curiosa».

En busca de contradicciones

P. De hecho, la vida de Catalina de Erauso estaba repleta de componentes narrativos, ¿por qué decidió enfocarla precisamente después de que se le condenara a la muerte y fabular con cómo fue su vida en América?

R. Me permitía más juego esto. Me permitía ese diálogo imposible de él con las niñas, esa ficción entre culturas en la que queda de manifiesto que la que se impuso como mirada única, que yo no diría que es la española sino directamente la occidental, es arbitraria y un invento como cualquier convención social. Y además, me permitía hacerlo como un lugar luminoso y amoroso, porque las niñas son niñas. Me gustó hacer que el personaje se viera detenido, como nunca en su vida, en un lugar donde la vida, la naturaleza prolifera, en el que lo que muere es solo un sumun para la vida.

«De hecho la vida se impone, y en este lugar de tanta belleza, rodeado por dos niñas, una perrita, dos caballos, dos monos, nada de su identidad tiene mayor importancia, salvo en todo caso ser español. Su identidad de género no importa nada, nadie lo persigue, no tiene que defenderse y no tiene que matar. No hay cartas para jugar ni alcohol para tomar. Está ahí y se arma como un pliegue de sí mismo. Antonio/Catalina es un personaje chato. Si lees su autobiografía, no importa si es apócrifa o no –de hecho, hay cosas que damos por hecho que son falsas porque tiene gestos que parecen más de película de Tarantino–, ves que es un personaje chato, no tiene contradicciones. En la novela se le arma un pliegue, se refleja en sí mismo, y ese reflejo, esa reflexión, le permite pensarse un poco a sí mismo por primera vez».

P. Dice que no importa su identidad de género…

R. No, en esa situación concreta de la selva.

Catalina de Erauso.

Catalina de Erauso.

Una espiritualidad humana

P. Otro aspecto que se aborda en Las niñas del naranjel, como de algún modo se veía también en La Virgen Cabeza (Eterna Cadencia), su primera novela, donde su protagonista se comunicaba con la Virgen, es la presencia de cierto grado de espiritualidad o religiosidad, ¿por qué le gusta indagar en estos temas?

R. Es una cuestión que me interesa pensar. Nuestra manera de asociarnos como seres humanos es generando entidades imaginarias que nos unen. Y hay algunas actividades que son transhistóricas. Hay seres de lo sagrado que en última instancia están ligados a los fenómenos naturales. La Navidad, el nacimiento de Jesucristo, coincide con el solsticio de invierno, no es cualquier momento. O Pascua, cuando muere y resucita, durante el equinoccio de primavera. Hay algo de eso, que evidentemente está hablando de nuestra ligazón con la vida de la tierra, de la que somos una parte.

«Lo sagrado tiene que ver con esa ligazón tan rota en la historia de Occidente. Por otro lado, estas cosas imaginarias nos unen y nos constituyen como sujetos, el lenguaje también. Pensar en una Virgen que es una especie de madre tierra, que cuida y que da, es pensar en la esencia de lo humano, y, además, ¿quién está en peligro de muerte y no reza, a lo que sea, no digo que al Dios monoteísta espantoso nuestro, a algo?».

P. En particular, en sus novelas quien siempre aparece es la Virgen, ¿por qué esta debilidad por ella?

R. Sí, tengo preferencia. Porque el otro [Dios] es un tirano celoso que dice: “Ah, no, miraste a otro dios quince minutos, te mando cuarenta años al desierto”. ¿No será mucho? Es un Dios horrible. La Virgen, como creación religiosa, tardó mucho en ser considerada algo sagrado y en ser incorporada al canon. De hecho, queda medio suelta, toda la Santísima Trinidad ahí y esta mujer dando vueltas... Por otro lado, estos mitos sirven para crear cualquier cosa. El mismo mito de Jesucristo puede servir para armar a un grupo de ultraderecha o a una comuna socialista. Son muy polisémicos, pero siempre aglutinan.

La otra voz del colonialismo

P. La historia de Catalina le sirve para narrar el colonialismo y la violencia empleada en América, ¿qué papel tiene el capitán de su historia, está basado en alguien en particular?

R. Me imaginé a un posible funcionario de un régimen imperial, también pensando en un modelo de la banalidad del mal, porque al capitán matar o no le da lo mismo, él está cumpliendo con una tarea para poder volver a su pueblo más rico de lo que se fue lo más pronto posible. Después hay un goce por matar, pero no es lo que le mueve. Me interesaba pensar eso, en su fenómeno histórico, pero también en lo contemporáneo. Hoy, por suerte, no hay un ejército invadiendo mi país, pero hay un montón de incorporaciones de multinacionales haciendo desastres, usándolo de zona de sacrificio, contaminando el agua, que falta en el mundo entero. Tenemos este sistema corporativo multinacional que está concentrado en dos o tres lugares del Primer Mundo, en el norte global, y una élite de oligarcas en cada país que entrega todo eso y para hacerlo decide que se deben sacrificar las vidas o las formas de vida de la gente, como ocurre en toda América desde 1492.

P. En parte lo que hace en su novela es reescribir esa historia desde otra perspectiva, ¿hemos aprendido la lección o hace falta una nueva lectura histórica para no recaer en otros colonialismos actuales?

R. No sé si alcanza para evitar los males del presente, pero no hay un solo mundo ni una sola mirada. Esa operación, esa sinécdoque que se hizo para crear lo universal, en la que lo universal en realidad son diez tipos blancos y burgueses, nos hizo creer a todos, que somos la enormísima mayoría, que en este universal estamos incluidos y que sus intereses son los nuestros. Y la verdad es que ni estamos incluidos ni sus intereses son los nuestros en general, más bien al contrario, y cuantas más perspectivas tengamos mejor. En el caso en particular de la Conquista, obvio, cómo vas a construir una historia sin la perspectiva del invadido y del masacrado.

P. Y, sin embargo, en Las niñas del naranjel mientras el colonialismo va destruyendo América, Antonio crea lazos con el entorno y esas dos niñas que le acompañan, ¿quería que triunfara la ternura sobre la violencia?

R. Apuesto a la ternura, a la armonía y al amor todos los días y algunos días me sale mejor que otros. Pero sí, no me pasa en todos los libros, pero en este en particular y en el anterior también, me importaba también en términos de creación literaria crear imágenes luminosas. No por eso ignoro la crueldad, pero quería que fuera tan oscuro como luminoso.

La cultura no entiende de alturas

P. Desde una perspectiva más narrativa, el latín, el euskera y el guaraní se entrelazan con una voz donde la musicalidad es primordial, ¿cómo la trabajó y por qué decidió abordarla así?

R. Para poder escribir tengo que sentir una vibración en el cuerpo, algo parecido a una música. En este caso es cierto que, como hay tantas voces distintas, me costó un poco que emergiera una línea melódica o rítmica que hiciera de todo una unidad. Trabajé mucho hasta que todo me sonaba como una música que tenía que ser de una pieza, espero que me haya salido.

P. Entre los referentes de la novela, lo mismo salta de Cervantes o las crónicas de Indias a la música de Shakira… ¿Es de la opinión de que es absurdo separar la alta y baja cultura, lo popular de lo intelectual?

R. Sí, esta ese hit de de Shakira que cuando yo era muy joven estaba muy de moda y me quedó. Aún ahora lo ponen y bailo. Me parece que graduar la cultura es como crear muros donde no los hay. Supongo que Cervantes ahora es alta cultura, pero me imagino que los contemporáneos de Cervantes se morían de risa al leerlo como si estuvieran contando un cuento a un vecino, creo que habrá sido muy popular. No sé, está todo mezclado, es como crear fronteras para distinguirnos los unos de los otros y armar que nosotros somos la élite intelectual y tenemos esto que vos no podés entender. Mentira, lo puede entender cualquiera. Si aflojáramos un poco veríamos cómo todo fluye.

«La cultura popular es, de alguna manera, lo que nos constituye a todos, lo que todos tenemos en común. La misma lengua es de una complejidad absoluta y no la manejamos ni la recreamos mejor nosotros que sectores más marginalizados. Yo recuerdo que tenía unas amigas travestis cuando era adolescente y estaban muy marginalizadas, muy maltratadas, de hecho están casi todas muertas, y la manera en que recreaban la lengua, inventaban y armaban figuras retóricas sin parar era increíble. Mucho más viva que la que teníamos mis amigas y yo».

P. Y en medio de todo esto, ¿qué rol juega la selva en su narración?

R. Somos carne de la carne de la tierra, una partecita más. Así como está tejida la vida, una cosa depende de otra y es inseparable, o si la separas demasiado se rompe del todo y se muere todo, como estamos viendo lamentablemente. Tengo la misma concepción de la literatura o del canon que hablábamos. El tejido que el ser humano necesita para vivir, que es un tejido social, de cuidados, se hace con los otros. ¿Esto quiere decir que todo con los otros es armonía? No. ¿Esto quiere decir que todo en la selva es agradable y que no te puedes morir porque te picó un bicho malo? No. Pero sí que no vivimos sin eso, sin selva, sin una relación con los otros o sin los cuidados. Al igual que la literatura no puede ser explicada como meramente un fenómeno de la élite o como alta cultura. Tiene algún rasgo así, sí, porque ha terminado siendo algo de especialistas, pero cuando interesa a muchos ya es popular. Y, de hecho, la lengua es una creación de todos.