Mario Calabresi. Foto: L. A.

Mario Calabresi. Foto: L. A.

Letras

Mario Calabresi: "Los terroristas manchados de sangre deben dar un paso atrás en la vida pública"

El escritor italiano reconstruye en 'Salir de la noche' la historia de su padre, comisario que investigó un atentado de la extrema derecha y fue asesinado por la extrema izquierda durante los 'anni di piombo'

3 junio, 2023 02:59

Salir de la noche (Libros del Asteroide) es un testimonio clave para entender los anni di piombo, aquella guerra civil de baja intensidad que ensangrentó la Italia de los 70, con miríadas de grupos armados de extrema izquierda y extrema derecha cometiendo atentados sin cesar y con la sospecha de que, desde las cloacas del Estado, había elementos cancerígenos azuzando un clima de violencia irrespirable. Mario Calabresi, en su día director de la Repubblica y de La Stampa, es su autor, y una víctima de aquel torbellino enajenado.

A su padre, comisario de policía en Milán, le dispararon por la espalda y lo remataron con un tiro de gracia en la nuca. Fueron pistoleros de la izquierda extraparlamentaria, un sector ideológico que lo había puesto en el punto de mira con feroces campañas mediáticas que lo señalaban como el asesino de Giuseppe Pinelli, el anarquista que murió tras volar misteriosamente desde una ventana de la comisaría de la capital lombarda en 1969. Llevaba allí detenido tres días y tres noches por ser sospechoso de haber perpetrado la matanza de Piazza Fontana, hito fundacional de aquellos años cruentos que se prolongarían hasta principios de los 80. En realidad, aquella salvajada que acabó con la vida de 17 clientes de la Banca Nazionale dell'Agricoltora fue ejecutada por miembros de la ultraderecha.

A Calabresi, que había participado en los interrogatorios de Pinelli pero que no estaba siquiera en la estancia desde donde se despeñó (así se acreditó en sede judicial), le endilgaron -fuera de los tribunales- la responsabilidad de la tragedia. Los medios comunistas más radicalizados lo pusieron en la picota. Fue el preámbulo de que Mario, un niño de dos años en 1972, con un hermano de tan solo uno y con otro gestándose en el vientre de su madre, se quedara sin la protección y el amor paternos el resto de su existencia. Un trauma insondable que pone negro sobre blanco en un libro que, además, da voz a otras víctimas de los mismos verdugos.

Un libro, también, que aun estando muy localizado en la entraña itálica reverbera en esta España nuestra, que también tuvo sus años de plomo. Quizá de ahí el interés mediático que ha suscitado la visita de Calabresi: lleva dando entrevistas a destajo durante tres días. A El Cultural lo atiende en un hotel del centro de Madrid.

Pregunta. ¿Escribir este libro alivió el dolor indeleble de la pérdida de su padre ?

Respuesta. No fue nada fácil escribirlo. Durante muchos años lo había rumiado, iba anotando ideas y recuerdos fragmentados. Pero no me terminaba de decidir, porque, a la postre, era duro adentrarme en este capítulo de mi vida. Pero cuando comencé, todo ha fluido, saqué todo lo que llevaba dentro y, finalmente, aunque fue doloroso y fatigoso, tuvo un efecto terapéutico. Me serenó y ayudó a seguir adelante. Lo que no esperaba era que también ese efecto se extendiese a la sociedad italiana. Allí en Italia se han vendido medio millón de ejemplares y ha contribuido a que los italianos dieran un paso adelante y a construir una memoria compartida menos conflictiva.

P. ¿Diría que su padre ha sido la decimoctava víctima de Piazza Fontana?

R. Sí, se puede decir en cierto sentido. La peculiaridad de mi padre es que fue la primera persona asesinada que ha sido señalada específicamente, porque las víctimas de Piazza Fontana lo fueron de un atentado indiscriminado. Ellos no eran conscientes del peligro.

P. Su padre no quería llevar pistola a pesar de las amenazas, para no disparar a los agresores que eventualmente vinieran a matarlo. Es un gesto cristiano: como poner la otra mejilla, ¿no?

R. Sí, estaba imbuido de la filosofía cristiana pero también tenía claro que, si venían a por él, lo harían por la espalda, como finalmente ocurrió.

[Anni di piombo/Años de plomo. Italia y España espejean a propósito del Mundial 82]

P. ¿Qué piensa cuando alguien como Erri de Luca, experto en La Biblia por cierto, dice aquello de que no era terrorismo sino lucha armada, precisamente porque los brigadistas rojos escogían objetivos específicos y los neofascistas perpetraban matanzas indiscriminadas?

R. La diferencia esta que se hace aquí en España es, en mi opinión, muy desagradable y ambigua. Es un modo de rebajar la culpa del terrorismo. ‘Lucha’ se usa para ennoblecerlo. Los terroristas que matan son asesinos. El significado de las palabras debe respetarse y usarse con corrección.

P. ¿Por qué dice que es un cosa española lo de esta distinción? Se lo traía a colación por las declaraciones de un escritor italiano…

R. Es verdad, pero allí solo lo dice Erri de Luca, no es una cuestión que esté en el debate público. Para todos en Italia, el terrorismo se llama terrorismo. No me parece menos grave matar a un sindicalista, un juez o un profesor que poner una bomba.

P. En esencia, es utilizar vida humana como instrumento político.

R. Exacto.

"Meloni no es un riesgo para la democracia. El problema de su gobierno es que la gente no está preparada para la complejidad"

P. El asesinato de su padre se enmarca en una curiosa estrategia de los brigadistas: matar a figuras de la sociedad civil y funcionarios estatales que sobresalían por su eficiencia y por el escrúpulo moral en el cumplimiento de sus funciones dentro de la democracia. Decía Sciacia, por ejemplo, que al periodista Walter Tobagi lo mataron “porque tenía método”.

R. Era así porque su principal enemigo era, en realidad, el sistema democrático.

P. Quizá eso explique que Lotta Continua [organización de la izquierda extraparlamentaria a la que pertenecía Erri de Luca] señalara a su padre como el asesino de Pinelli en lugar del comisario jefe de Milán, Marcello Guida, un hombre que había pertenecido al aparato represivo mussoliniano.

R. Fue porque mi padre era una persona dialogante y más conocida por los grupos de extrema izquierda, porque él iba a hablar con sus miembros durante las manifestaciones. También lo hacía con los periodistas. Era una persona visible, eficiente, como decía. Al comisario no lo conocía nadie, y por eso era más difícil de convertir en un símbolo sobre el que descargar el odio.

P. Su padre, incluso, tenía cierta complicidad con Giuseppe Pinelli. Hasta se intercambiaban libros. ¿Cómo era aquella relación?

R. Yo no quiero decir hoy que eran amigos, pero sí eran personas que se conocían y que se respetaban.

P. Otra paradoja es que estos grupos de extrema izquierda mataban sobre todo a pobres del sur de Italia que se enfundaban un uniforme de carabinero para huir de la miseria.

R. Así fue.

P. ¿No añade ninguna reflexión al respecto?

R. [Ríe] No, no hay nada que añadir, lo ha sintetizado muy bien.

P. Bueno, es una historia que aquí en España conocemos bien, 'cortesía' de ETA…

R. […]

R. Más paradojas: Berluconi decía de usted que podría haber sido un gran periodista pero que se había echado a perder por hacerse comunista.

P. [Ríe] Sí, eso decía.

P. ¿Cómo se lo tomaba?

R. Nada, me hacía reír.

P. ¿Giorgia Meloni también piensa que es un ‘periodista comunista’?

R. No... No lo sé. Nadie piensa eso en realidad. Berlusconi, aunque es verdad que era alguien muy polémico, estaba siempre de broma, era su manera de relacionarse con los demás. No tenía nada ver con Aznar aquí, por ejemplo. O con Sarkozy. Él era un hombre que venía de la televisión y la publicidad y por eso intentaba ser simpático con todo el mundo. Berlusconi te podía decir en clave cómica: “¡Eh, comunista, vente a comerte un helado conmigo!”.

P. ¿Cómo ve su país bajo el gobierno de la extrema derecha?

R. Yo no veo a Meloni como un riesgo para la democracia y sus instituciones. Pero sí veo un gobierno no preparado para gobernar la complejidad del país. Por ejemplo, para gestionar los fondos europeos. Ella, como sus precedesores, tiene el poder para imponer sus decisiones en la televisión, en el consejo de ministros, en comisiones parlamentarias, en los museos… El problema es que elige no por criterios de eficiencia sino de amistad.

P. Aparte de su libro, ¿qué otros recomendaría para adentrarse en los anni di piombo? Películas también.

R. Come mi batte forte il tuo cuore, de Benedetta Tobagi. Para entender el clima de aquella época, la película La mejor juventud, de Marco Tullio Giordana. Y la serie de Bellocchio sobre Moro [Exterior noche].

P. ¿Y qué le parece La notte della repubblica de Sergio Zavoli, aquel programa de la RAI que contiene impagables entrevistas a los terroristas?

R. Magnífico.

P. ¿No le genera conflicto ver a los brigadistas gozar de tanta exposición pública?

R. No, en La notte della repubblica no, porque el contexto está claro de entrada. Si tú los presentas diciendo que son terroristas y las cosas que ha hecho, y luego les haces buenas preguntas, que permiten entender aquel capítulo, me parece periodismo correcto. El problema es cuando no se explica ni se contextualiza.

P. Aquí ha generado mucha controversia en las últimas elecciones si antiguos terroristas con las penas cumplidas podían postularse como representantes públicos. ¿Cuál es su posición al respecto?

R. Creo que hay que hacer una división. Si están manchados de sangre porque han matado a alguien, deben estar un paso atrás e incluso un poco en silencio. Creo que es una cuestión de senbibilidad, porque las consecuencias de su acciones durarán siempre: no tienen solución ni pueden repararse.