Imagen de Itzea (Bera, Navarra) en 1961. Foto: Juan San Martín

Imagen de Itzea (Bera, Navarra) en 1961. Foto: Juan San Martín

Letras

El País Vasco de Pío Baroja

El escritor y editor Pío Caro Baroja, sobrino nieto del novelista, nos desvela qué queda hoy del País Vasco de su tío abuelo, de sus paisajes más queridos y de sus lugares secretos en el monte Izarraitz

28 diciembre, 2022 02:39

Así se titula la película donde se aloja de manera más lírica el alma vasca de Baroja. Su autor es mi padre, Pío Caro Baroja, y no dura más de media hora. El documental arranca en el corazón de Itzea, en el escritorio del novelista en la biblioteca, junto a la ventana que da a las Peñas de Aya, la muga del País del Bidasoa con Guipúzcoa, cordal de unión de la tierra natal de Baroja con su Arcadia de los años veinte del siglo pasado.

La película es un concentrado de vasquismo barojiano de tío y sobrino, un viaje cinematográfico de este último a través del mundo literario del tío, con sus paisajes y rincones elegidos: el mar de los vascos, el País del Bidasoa e Itzea. Un testimonio sonoro, también, donde se escuchan las canciones de la tierra por un joven Mikel Laboa y el fuelle saltarín, con alma de zorcico, de Pepito Yanci, acordeonista de Los Xey.

La narración arranca con el capítulo IV de Las inquietudes de Shanti Andia con unos planos de un Motrico invernal de cuestas y casonas de cantería oscura, que se alternan con otros de los interiores del “cuarto verde” de Itzea: los daguerrotipos de los Goñi, las batallas navales, la chinoiserie, los astrolabios y catalejos. A “las inquietudes” le suceden algunos de los cuentos más vascófilos de Vidas Sombrías, como “Ángelus”, “Maribelcha o el Elogio sentimental del acordeón” de Paradox Rey, así como alguna de las odas de ese libro extraño de exaltación de la tierra que es La leyenda de Jaun de Alzate, como la dedicada al rio Bidasoa.

Es aquí en Itzea donde me encuentro el alma de Baroja de manera nítida a cada rato

El documental referido es de 1967; por ello me pregunto ahora qué queda del País Vasco de Pío Baroja ciento cincuenta años después de su nacimiento y sesenta y seis de su muerte. Busco a Baroja por San Sebastián y me lo encuentro de niño en sus lugares secretos en el monte Urgull, por las baterías de cañones y el Paseo de los Curas, en un monte bajo que parece más mediterráneo que atlántico, de coníferas, alcornoques y tamarindos, o en las callejuelas contiguas al puerto viejo.

En ese lugar de su ciudad natal, de olor a mar y a resina de pino, estaría conservada la infancia de Baroja. Lo busco en Cestona y me lo imagino a caballo por los barrancos y regatas que bajan del monte Izarraitz hacia el palacio de Lilli, en el caserío blanco de Itziar o Aizarnazabal y en los puertos pesqueros del país, donde aún huele a mar antiguo y salazón. Pero es aquí en Itzea donde me encuentro el alma de Baroja de manera nítida a cada rato. Basta que me asome al balcón de la biblioteca y contemple el horizonte que se cierra pocos kilómetros más allá en el robledal del caserío Elzaurdia y el collado de Usatitas, cerca del monte Larrún, ya en la misma muga con Francia.

Ahí está, también, el mundo de Baroja, de sus años más felices, antes de que todo se rompiera con la guerra. Y es que a nada que salgamos de las trochas comunes y ramplonas de los tiempos actuales y nos refugiemos en el paisaje antiguo, toparemos con el paisaje de sus libros. Lo saben bien muchos vascos (y no vascos) libres, chapelaundis, que se emocionan cada vez que leen: “¿No habéis visto, algún domingo al caer la tarde, en cualquier puertecillo abandonado del Cantábrico, sobre la cubierta de un negro quechemarín o la borda de un patache, tres o cuatro hombres de boina que escuchan inmóviles las notas que un grumete arranca de un viejo acordeón?”.
Ahí está el País Vasco de Pío Baroja. Busquemos refugio en él.

Pío Caro Baroja es hijo del cineasta y escritor Pío Caro Baroja y sobrino del antropólogo Julio Caro Baroja. Autor de El cuaderno de la ausencia.