La-biblioteca-de-Sarajevo-tras-los-bombardeos-de-1992

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Letras

Robos, destrucciones y masacres: la cara oculta de la bibliofilia

En este afilado ensayo que dialoga con el famoso texto de Irene Vallejo, Carlos Clavería explora la cara B que acompaña a la conservación del saber: su destrucción

6 septiembre, 2021 11:56

El infinito no cabe en un junco

Carlos Clavería Laguarda

Altamarea. Madrid, 2021. 104 páginas. 10,90 €

Decía Umberto Eco, al hablar de que el libro perpetúa la memoria en lugar de destruirla, que esta clase de objetos, en tanto que suscitan siempre interpretaciones diversas, producen a su vez “nuevos pensamientos” que amplían, discuten, derogan o reafirman al original. Es lo que ocurre con este crítico y afilado ensayo del doctor en Filología y estudioso del libro antiguo Carlos Clavería Laguarda (Caspe, 1963), quien tomando como modelo el fenómeno editorial que aún es el ensayo El infinito en un junco, de Irene Vallejo, se propone profundizar en algunas de las cuestiones que trata, especialmente en el ámbito moral y cívico que ha rodeado históricamente al mundo de la bilbiofilia.

Con infinito respeto al mundo dibujado por la escritora en su ensayo, que ensalza y del que extrae abundantes citas, Clavería pone los ojos en la cara B de la historia de la conservación del saber: su destrucción, en la senda que también exploraba Richard Ovenden en el reciente Quemar libros (Crítica). Así, el autor nos descubre cómo tras muchos de los grandes proyectos dedicados al saber, como fue la Biblioteca de Alejandría que hace de eje del relato de Vallejo, subyacen prácticas inmorales como el robo y destrucción de manuscritos o el acaparamiento y uso privado del saber con fines políticos y personales.

A través de ejemplos como el de la Biblioteca de San Marcos de Florencia, controvertidamente considerada como la primera de uso público de la historia, o la fundación de la Biblioteca Nacional de España, cuyos primeros fondos fueron los libros expoliados a los nobles que perdieron la Guerra de Sucesión, Clavería reflexiona certeramente sobre la moralidad que acompaña a la historia de la bibliofilia, que juzga siempre supeditada a intereses ajenos a la propia cultura. Y es que, como decía, de nuevo, Umberto Eco, “por amor a un hermoso libro estamos dispuestos a cualquier bajeza”.