Victor-Bayona

Victor-Bayona

Letras

Víctor Bayona, versos que subliman emociones

'A ciencia cierta' explora con hondura y madurez una poética-física meditativa muy atenta al milagro que acecha en la sima del detalle

12 julio, 2021 03:36

A ciencia cierta

Víctor Bayona Marchal

Sr. Scott. Madrid, 2021. 70 páginas. 11 €

Víctor Bayona Marchal (Barcelona, 2001, pero arraigado en Benalmádena) es un estudiante universitario de Física y Matemáticas en el que el decir matemático se vuelve sensorial sin estridencias. No hay alarde, sino asimilación de territorios de verdad singulares en los que su discurso vivencial funde los estudios con las emociones.

No encontraremos ninguna ostentación de fórmulas quiméricas con su pretencioso simbolismo mutante, sino una delicada sutileza para enmarcar la vida que se ofrece en las dimensiones intuitivas de un sujeto que llega a la expresión poética con una esperanzadora solidez. No hay, por tanto, ninguna tensión entre la sensorialidad que aparece en forma de destellos cotidianos y la presencia de otras realidades matemáticas o físicas, sino un continuo fluir en los tejidos hacia la comprensión de la vida.

Bayona Marchal afina su admiración en lo que sus ojos ven, pero también en otros planos que le esperan bajo lo confesional. Hay una física continua del afecto en esa sencillez expositiva en el poema “Colacao”, con unos grumos que acaban encarnando la vastedad cósmica, o en la piscina abandonada de una urbanización como metáfora de la extrañeza de existir. Destacan, entre otros, los poemas “Definición del amor por comprensión” o “Una formulación del tiempo”. Encontraremos al joven poeta que intenta asimilar o que está atento a la totalidad, de lo infinito a lo íntimo.

Emociones sublimadas en este primer libro con hondura y madurez sorprendentes, contenido en su poética-física meditativa tan atenta al milagro en la sima del detalle, con el aliento esperando al otro lado de la colina.

@AzaustrePerez

UNA EVALUACIÓN RUTINARIA (n)

No sabríamos medir con exactitud

la bonanza de los días; lo fáciles que han sido;

lo llanos, lo poco problemáticos.

Y no merece la pena aprender a hacerlo.

Porque a cada métrica podríamos aplicarle otra

que decidiera cómo de fiel es la anterior,

y acabaríamos viviendo en una eterna espiral

de analizar los días.

Los días, el deseo.

El deseo de los días, de la continuidad.

Tal vez esa sea la unidad adecuada de medida:

las pequeñas voluntades.

Tampoco merece la pena discutirlo.

El misterio pesa más que la existencia.