Olivares retratado por Velázquez hacia 1625

Olivares retratado por Velázquez hacia 1625

Letras

Las cartas de Olivares, espejo del destino de España

John Elliott y Fernando Negredo contextualizan a través de la copiosa correspondencia del poderoso valido uno de los periodos clave de la Monarquía de España

15 junio, 2021 09:16

Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares

Edición de John Elliott y Fernando Negredo

Marcial Pons. Madrid, 2021. 984 páginas. 42 €

Existen una serie de libros que, años después de su publicación, se convierten en objeto de deseo para cuantos no los compraron en su día. Deseo prácticamente inalcanzable con frecuencia por la dificultad de localizar un ejemplar. Este es el caso, entre los historiadores modernistas, del que publicaron en dos volúmenes a finales de los años setenta John H. Elliott y José Francisco de la Peña: Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares (Marcial Pons).

Aquel libro, vinculado a los numerosos estudios del primero de ellos sobre el Conde Duque y su actuación política, constituyó un hito en la historiografía por el logro de acercar a los estudiosos los textos más significativos del pensamiento de quien dirigió con pulso firme la Monarquía de España durante las décadas iniciales del reinado de Felipe IV. Afortunadamente, en 2013 dicha obra fue reeditada en un único volumen, a cargo en esta ocasión del profesor Elliott y de Fernando Negredo, pues De la Peña había fallecido tempranamente años atrás.

Pese a su importancia, todos aquellos documentos se referían exclusivamente a la política interior, por lo que ambos autores decidieron continuar el proyecto con nuevos textos sobre las relaciones internacionales y la guerra, tan importantes en aquellos años, para lo que seleccionaron la correspondencia mantenida desde 1635 a 1641 entre el valido y el hermano menor del rey, durante el periodo en que el cardenal-infante Fernando de Austria fue gobernador de los Países Bajos.

El acierto de dicha elección es evidente, tanto por la relevancia de ambos corresponsales como por tratarse de los primeros tiempos del enfrentamiento hispanofrancés, que constituiría la fase final de la Guerra de los Treinta Años, o por la centralidad del cargo ocupado por el hermano de Felipe IV en lo que era para España el epicentro de sus intereses europeos: la defensa de los Países Bajos.

Elliot y Negredo contextualizan a través de estas cartas uno de los periodos clave de la Monarquía de españa

Las 164 cartas ahora publicadas —que se presentan como volumen II de la edición de los Memoriales y cartas del año 2013— son de carácter privado, escritas de puño y letra por ambos personajes y distintas de la correspondencia oficial, de la que se diferencian por la mayor facilidad para la expresión de ideas, sentimientos y confidencias, incluidas entre ellas cuestiones personales e íntimas que nos acercan a las personalidades respectivas, si bien los asuntos principales, como no podía ser de otra forma, giraban en torno a cuestiones militares y a la constante necesidad de dinero y hombres para la guerra.

La tarea de los autores no ha sido sencilla, pues la imposibilidad de localizar las cartas originales —probablemente perdidas— les ha obligado a trabajar con las varias copias existentes en distintos archivos, exigiéndoles una delicada tarea de transcripción y cotejo de las versiones disponibles de cada carta. Un trabajo del que se ha ocupado Manuel Amador González Fuertes, quien lo explica en su estudio introductorio, después de la presentación de conjunto que hace Elliott, y antes de dos amplios análisis introductorios de Negredo sobre la política centroeuropea de España en aquellos años, y de Alicia Esteban Estríngana sobre el gobierno de Flandes en dicho periodo. Especial interés tienen asimismo las notas que acompañan las diversas cartas, importantes para la comprensión de los temas tratados.

Son muchos los conocimientos que nos aporta su lectura, aunque yo destacaría la buena relación y la colaboración entre ambos personajes; las limitaciones del poder de don Fernando —quien, pese a su altísima condición, nunca tuvo la confianza plena de Olivares, obsesionado en todo momento por mantener el control e impedir que alguien concentrara un excesivo poder—; los deseos de paz con los holandeses que manifiesta el infante desde 1637, no compartidos por el Conde Duque, a quien no satisfacían los términos en que se proponía; o la bien conocida dedicación y entrega del valido a sus ocupaciones.

Se trata pues de un magnífico trabajo, que incrementa nuestro conocimiento de los años del Conde Duque a través, una vez más, de documentos que, convenientemente transcritos y analizados, se ponen a disposición de los estudiosos y el lector.