Image: El joven príncipe llega a Francia

Image: El joven príncipe llega a Francia

Letras

El joven príncipe llega a Francia

11 abril, 2019 02:00

Ilustración de Laurie Hastings para El regreso del Joven Príncipe

En 1943 Saint-Exupéry vivía instalado en Nueva York, exiliado de Francia, cuando escribió su obra más universal, El principito, publicada por primera vez en Canadá. Un año después, el 31 de julio, el escritor realizó en el Mar Tirreno su última misión en un Lithning P38. “Él quería morir como héroe de guerra”, señala Alejandro G. Roemmers (Buenos Aires, 1958) hoy. El autor vivía entonces una de sus épocas más tristes. “Su derribo -cuenta el poeta argentino- también fue interpretado por muchos como un suicidio porque su avión podía volar a mucha más altura que la del piloto que lo derribó y arriesgó más de lo necesario”. Empresario farmacéutico y literato, Roemmers acaba de publicar por primera vez en francés El regreso del Joven Príncipe (Planeta), una novela inspirada en El principito que sin ser secuela o continuación de la obra de Saint-Exupéry, busca entablar un diálogo consigo mismo y dar respuesta al original francés. Traducida a más de treinta idiomas, incluidos el ruso o el chino, en ella el escritor argentino se imagina qué hubiera pasado si el joven príncipe, ya adolescente, regresara a la Tierra en búsqueda de su viejo amigo aviador. Una historia sin fecha de caducidad que, escrita en 1999 y reeditada en España por Planeta en 2008 con una edición ilustrada, ha tardado, no obstante, veinte años en ser traducida por primera vez al idioma de Antoine de Saint-Exupéry. “Quería encontrar un editor que estuviera dispuesto a hacer un lanzamiento importante -explica el escritor-. Tratándose de Francia quería que fuera relevante”. La promoción ha llegado este miércoles a París y ha cumplido. En un acto de presentación al que acudieron actrices como la mítica intérprete Catherine Deneuve o Emmanuelle Béart y Elsa Zylberstein, las imágenes de este joven príncipe, ilustrado por Laurie Hastings, invadieron el Atelier des Lumières, una antigua fábrica de fundición, con una gran propuesta digital de inmersión que ocupaba todo el espacio y una breve actuación de magia. “No me interesaba beneficiarme del libro, siempre dono lo recaudado por él, pero sí que tuviera un buen lanzamiento para que se leyera y tuviera un cierto impacto”, afirma Roemmers que tuvo la oportunidad de conocer a la familia de Saint Exupéry a raíz de una muestra que organizaron en Argentina. Considerada como un complemento espiritual por sus descendientes, “ellos han entendido muy bien que mi novela no es una secuela, ni una continuación y que los lectores son los que deben decidir sobre el valor de la obra”, argumenta.

Alejandro G. Roemmers publica en francés El regreso del Joven Príncipe

Más conocido por el mundo empresarial y por sus sonetos, Alejandro Guillermo Roemmers tiene un perfil peculiar que suele desencajar, en el mejor de los sentidos, de las fronteras entre las que se mueve. “No puedo evitar ser siempre extranjero. Entre los poetas por ser empresario y entre los empresarios por ser poeta. Siempre he sido diferente” reconoce. En este sentido, “no sé si me han prejuzgado o me han encontrado particularmente distinto, pero no me importa. Al contrario. Nunca me gustó ser común”. Interesado particularmente en una vertiente espiritual, El regreso del Joven Príncipe está escrito como un diálogo interior entre dos momentos distintos de su vida, explica su autor. Un Roemmers de 20 años y otro de 40. “Mi problema era que cuando yo tenía 20 años no podía contestar a Saint-Exupéry porque me sentía exactamente igual que él cuando lo escribió a los 42. No tenía nada que agregar. Donde terminaba el libro era donde estaba yo, con esa sensación de melancolía, de desazón, de falta de interés en la vida. Hicieron falta por lo menos diez años para que pudiera pasar como yo digo, que es también un título, de la cabeza al corazón”. Fue, de hecho, a los 41 años, en un momento más de madurez emocional, cuando se atrevió a emprender este reto. “Entonces pensé que ya estaba en condiciones de escribir la respuesta aunque no sabía qué exactamente”. Nieto del fundador del laboratorio Roemmers, uno de los principales laboratorios argentinos, lo de su escritura, cuenta, fue producto casi de un impulso irrefrenable. “Lo escribí en Portugal, en junio del 99, en nueve días y a mano”, comparte. En poco más de una semana no paró salvo cuando mencionó a Dios por primera vez. “Si bien Saint-Exupéry era creyente él no lo nombra en El Principito. Y yo, en ese momento, sabía que esto es algo que genera controversia”. Autor de obras como el musical Franciscus, basada en la obra de San Francisco de Asís o el poema Un regalo para Francisco dedicado al Papa, añade que aunque para muchas personas las religiones son las culpables de muchos enfrentamientos humanos, “y a veces es así”, pensó que este libro “tenía que ser auténtico”. En ese sentido “para mí la fe es importante, es parte de mi vida, yo no podría haber vivido mi vida como la vivo sin ella”.

Una de las ilustraciones de El regreso del Joven Príncipe

Roemmers desarrolla su lado más espiritual, de hecho, en esta obra donde busca la esencia del ser humano. Ya Saint-Exupéry, analiza, “se adelanta mucho a su tiempo y prevé lo que un poco nos está pasando hoy, que el hombre, a través de la tecnología, se va pareciendo cada vez más a la máquina. Su lucha fue para preservar los valores humanos, la humanidad, esas cosas que difícilmente puede tener una máquina y que son muy propias del hombre. Más o menos perfectas, no importa. Pero es mejor la imperfección humana que la perfección de un ordenador”. En este contexto, el joven príncipe que nos plantea, que al contrario que el original aterriza en la Patagonia argentina, persigue además preservar uno de nuestros valores más universales. “De la libertad, la igualdad y la fraternidad, nos hemos olvidado de la fraternidad”, advierte. El problema del hombre moderno es que le faltan raíces y una estructura espiritual firme. “La vida es un viaje y hay que tener claro a dónde queremos llegar”. Sin esas estructuras, corremos el riesgo de que aparezcan los extremismos. “Ya ha ocurrido en la historia. Hemos visto cómo personas carismáticas han aprovechado para ocupar ese vacío”. El autor que viajará hasta Madrid el próximo 16 de mayo para presentar su poemario Sonetos del amor eterno (Visor) en el Teatro Real, reconoce que no tiene miedo a las críticas. “Me gusta recibir todo tipo de valoraciones cuando es un análisis ecuánime. Recibo bien la crítica bien hecha”, revela. También las de El regreso del Joven Príncipe. Fue él mismo el que las pidió por si había que modificar, agregar, sacar algo del relato. Pero nunca llegaron. “Nunca he recibido una comunicación negativa. Supongo que tiene un lenguaje espiritual que es común a todos”. No obstante, y a falta de comprobar aún cómo recibirán en Francia esta obra, este peculiar principito ya da sus primeros pasos. “Alguna vez dije en un poema que, escritos todos los poemas, poesía es lo que ha quedado en mí y yo creo que El regreso del Joven Príncipe, de alguna manera, soy yo andando por la vida”, concluye el escritor. @mailouti