Image: Eduardo Mendoza, linaje cervantino por vía humorística

Image: Eduardo Mendoza, linaje cervantino por vía humorística

Letras

Eduardo Mendoza, linaje cervantino por vía humorística

El escritor recoge en Alcalá de Henares el Premio Cervantes y reivindica en su discurso el humor en la literatura, la humildad y la sensatez

20 abril, 2017 02:00

Eduardo Mendoza recoge el Premio Cervantes de manos de los Reyes y ante la presencia de otras autoridades

Visible y declaradamente nervioso esperaba Eduardo Mendoza a los reyes en la puerta del paraninfo de la Universidad de Alcalá, como muestra de esa humildad que caracteriza al autor que ha sido galardonado unos minutos después, este jueves 20 de abril, con el Premio Cervantes, el más prestigioso de las letras hispánicas. "No creo equivocarme al decir que la posición en la que me encuentro ahora mismo es envidiable para todo el mundo excepto para mí", ha bromeado el premiado sin perder su gesto flemático al comienzo de su discurso. Asegura una y otra vez el autor de Riña de gatos que jamás pensó recibir este galardón. "En mis escritos he cultivado el género humorístico convencido de que eso me pondría a salvo de muchas responsabilidades, pero ya veo que me equivoqué". Muy al contrario, con la concesión del premio a Mendoza, el Cervantes rinde tributo también al humor en la literatura, que "de un modo tácito se considera un género menor. Yo no lo veo así. Y aunque fuera un género menor, igualmente habría que buscar y reconocer en él la excelencia.", ha señalado.

Tanto el rey Felipe VI como el ministro de Cultura Íñigo Méndez de Vigo han elogiado la popularidad de Mendoza, que en su caso "no está reñida con la excelencia". El Rey ha añadido que "la crítica y el público han esperado con una expectación inusual cada nuevo título de Eduardo Mendoza" y que "pocos escritores contemporáneos han contribuido tanto a fomentar la lectura entre niños y adultos". En esta tarea ha ocupado un lugar destacado la disparatada Sin noticias de Gurb, una de sus novelas más cómicas y disfrutada por lectores de todas las edades.

El rey y el ministro han emparentado a Mendoza con Cervantes en sus discursos, y el propio escritor ha aceptado en el suyo la filiación cervantina de su prosa. Mendoza es un lector asiduo del Quijote; "raro es el año en el que no vuelva a picotear" en la novela cumbre de Cervantes, pero ha recordado especialmente sus "cuatro lecturas cabales" de la obra. La primera, por obligación, en el colegio, durante el curso 1959-60. "Como es de suponer de inmediato y casi contra mi voluntad me rendí a su encanto". Para él, que desde niño quería ser escritor, su lectura fue una revelación no tanto por las andanzas de don Alonso Quijano sino por el lenguaje cervantino.

Mendoza leyó por segunda vez el Quijote una década después. "Yo ya era lo que en tiempos de Cervantes se llamaba un bachiller, quizá un licenciado, lo que hoy se llama un joven cualificado, y lo que en todas las épocas se ha llamado un tonto. Llevaba el pelo revuelto y lucía un fiero bigote. Era ignorante, inexperto y pretencioso. Pero no había perdido el entusiasmo. Seguía escribiendo con perseverancia, todavía con pasos aún inciertos, en busca una voz propia". La segunda lectura le sirvió para descubrir que la razón por la que le gustaba tanto don Quijote es que no era un héroe épico sino trágico, un héroe que se equivoca. "Y en eso a don Quijote, como a mí, no nos ganaba nadie".

Cuando hizo la tercera lectura completa de la obra, Mendoza apreció especialmente su humor, pero no tanto por las anécdotas y equívocos que surgen en cada aventura del protagonista y su escudero, sino por la mirada de su autor sobre el mundo, "un humor que camina en paralelo al relato y que reclama la complicidad entre el autor y el lector". Y es esta complicidad, según Mendoza, la esencia de lo que a partir de Cervantes denominamos novela moderna. Por entonces el escritor ya era "lo que nuestro código civil llama un buen padre de familia" y había publicado varios libros que habían tenido éxito. Un éxito que le llegó por sorpresa, como ha recordado Méndez de Vigo, al glosar en su discurso la vida del premiado, con una anécdota: Mendoza, que vivía entonces en Estados Unidos, se enteró con un año de retraso del éxito de su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta (1975). Al volver a Barcelona quiso cobrar en metálico los derechos de autor por las ventas de la novela y el director del banco fue quien le comunicó que estos ascendían a un millón de pesetas, una suma importante en aquella época.

Mendoza leyó el Quijote por cuarta vez tras recibir la llamada del ministro de Cultura, sabiendo que la concesión del premio le otorgaba "el deber moral y la excusa perfecta de volver a las andadas". Y en esta última lectura "cabal" de la obra ha llegado a la conclusión de que "don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo".

La novela cervantina es también para Mendoza un claro ejemplo de lo que debe ser "la función de la ficción": "no dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en mero dato, en prototipo y en estadística".

Durante toda la ceremonia ha estado muy presente, como en los libros de Mendoza, la ciudad de Barcelona, especialmente en el discurso del rey, que ha destacado del escritor su condición de "biógrafo de la ciudad". Como en otros discursos Felipe VI ha querido estrechar lazos con Cataluña, en esta ocasión mencionando a otros autores catalanes galardonados con el Cervantes, como Juan Marsé, Ana María Matute y Juan Goytisolo, así como la importancia de su capital en la industria del libro "gracias a la labor de los profesionales: agentes literarios, artes gráficas, editores, libreros y distribuidores". En ese sentido ha destacado también el importante papel de la ciudad en el boom latinoamericano, fundamentalmente a través del trabajo de Carmen Balcells. También Mendoza ha tenido palabras de agradecimiento para la que fue su agente literaria y para Pere Gimferrer, su "editor vitalicio".

@FDQuijano