Image: La trabajadora

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Letras

La trabajadora

Fragmento de la novela recién terminada de Elvira Navarro

21 mayo, 2013 02:00

Elvira Navarro

Tras la selección de los doce novelistas menores de 40 años con mejores perspectivas de futuro, publicamos, durante los próximos días un texto inédito de cada uno de ellos.

A veces me cruzaba con los del camión. Me arrebujaba en el abrigo para que no me insultaran. Los había visto siempre por el centro, de madrugada. No sabía que comenzaban su actividad por el extrarradio, aunque era lógico, pues allí el tráfico cesa antes y no hay ya policías. Tendrían entre catorce y dieciséis años cuando yo cumplí los veinte y me topé con ellos por primera vez. Me lanzaron la esquina de una caja plagada de grapas, que me rozó el pelo y fue a clavarse en un arriate de Neptuno. Se rieron. Eran casi unos niños, todos gitanos; recogían cartones y les gritaban a las mujeres jóvenes que se encontraban. También huían de los guardias urbanos, de los camiones de la basura, a los que hacían la competencia; quizás de alguien cuya frente hubiese sido ajada por un pedazo de metal arrojado desde el camión. Una vez los vi quebrar la luna de un coche con una pesada gaveta. El cristal emitió un sonido de cantos precipitándose por una pendiente; las risas se petrificaron. Parecía que llevaran un oscuro motor en su vehículo, del que podía esperarse que descendiera una oveja o algún otro elemento rural. Me los encontré muchas veces más y nunca volvieron a tirarme nada. Lo que hacían era gritar, silbar, recurrir a algún insulto jubiloso y contundente; luego derrapaban por una bocacalle y se esfumaban.

Elvira Navarro. Literatura y descubrimiento

Se licenció en Filosofía pero pronto supo que sus destinos serían literarios. La primera confirmación tuvo lugar en 2004, cuando Elvira Navarro (Huelva, 1978) ganó el certamen de Jóvenes Creadores del Ayuntamiento de Madrid. Y la segunda, en forma de novela, en 2007 con La ciudad en invierno (Caballo de Troya). Dos años más tarde, ya en Mondadari, daba a imprenta La ciudad feliz (2009), una aguzada mirada a la niñez. ¿Pero cuál es el poso de estas obras?¿De qué tratan? "Tratan de lo verdadero, de aquello que nos inquieta y trastorna", responde Fernando Valls, "pues se ocupan de las enfermedades morales del mundo actual, están compuestan sin prisa y dirigidas a lectores poco complacientes".

Si le preguntamos a la autora, ella sonríe y advierte que, como Marguerite Duras, "si supiera lo que voy a escribir antes de escribirlo no escribiría, pues ya estaría escrito. La literatura es para mí sinónimo de descubrimiento, y como mucho puedo nombrar aquello en lo que no quiero caer: por ejemplo, en eso de que los libros no dan respuestas porque sólo sirven para que nos hagamos preguntas. Yo espero encontrar respuestas por el camino. Ir sin rumbo no implica renegar de los encuentros. Me gusta la expresión God is in the details porque describe bien en qué consisten los hallazgos. Todavía no me conozco como escritora pero puedo señalar un tema que me obsesiona: cómo se construye la identidad".