Image: Martin Amis

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Letras

Martin Amis

“Nunca lo he pasado tan mal escribiendo como con esta novela”

7 febrero, 2008 01:00

Martin Amis. Foto: Ione Saizar

Lo primero que le llama a uno la atención de Martin Amis es que camina muy despacio y con pasitos muy cortos. Como a cámara lenta. Uno llega persuadido del cliché del escritor engreído y autosuficiente y se topa con un tipo adorable que prepara con parsimonia el té para su interlocutor y se abandona con gusto al placer de la charla. Amis vive en un coqueto recodo de Regent’s Park y en su salón reina un silencio de cementerio. Sobre el parqué, dos maletas todavía por deshacer y las botas de esquiar de sus dos niñas, aparatosa resaca de su enésima mudanza. El escritor ha vuelto a Londres después de pasar una temporada en Uruguay, lugar de origen de su segunda esposa.Fue allí donde escribió La Casa de los Encuentros, un desasosegante triángulo amoroso enmarcado en los años más turbios del estalinismo que Anagrama lanza hoy en España.

En la paz del enmadejado salón de su casa, Martin Amis habla con El Cultural sobre su libro, pero también sobre Rusia, Barak Obama, el amor y la repugnancia que le producen ciertas costumbres islámicas. Y evoca su reciente viaje a León recitando en español macarrónico unos versos de Quevedo: "Lucero inobediente, ángel amotinado".

P. ¿Cómo le ha dado por escribir una novela de amor?
R. Bueno, es una novela de amor ruso.

P. ¿Y cómo es el amor ruso?
R. Ya sabe. Los rusos tienen un gran apetito para el sufrimiento. La poeta Anna Akratova dice que "la tierra rusa ama la sangre" y tiene razón.

P. ¿Ha estado alguna vez a Rusia?
R. Nunca. He ido aprendiendo cosas de Rusia leyendo a sus historiadores y a sus escritores, pero una vez que escribí el libro pensé que era mejor no ir.

P. ¿Cuál es su novela preferida de la era soviética?
R. Vida y destino de Vasili Grossman. él es el Tolstoi de la URSS.

P. ¿Mejor que Pasternak?
R. Sí. La obra está escrita más tarde que Doctor Zhivago y no es sólo que sea una novela sobre la Unión Soviética. Es que es además una novela soviética, plana, gris, mecánica, en ocasiones algo aburrida. La he leído dos veces, pero sí, es aburrida como la sociedad en la que nació. Saul Bellow dijo que la Unión Soviética había sido la sociedad más aburrida de toda la Historia. Es cierto. La radio, las colas, los formularios, el teatro... Todo era aburrido.

La aceleración de la Historia
P. Volviendo a su libro, ¿no cree que a los novelistas les cuesta cada vez más escribir sobre el amor?
R. No hay duda. Es muy difícil escribir hoy sobre el amor y todavía más difícil escribir sobre el sexo. Pero el amor es más universal que el sexo. Es algo que compartimos todos. El sexo es diferente para todo el mundo, pero el amor es muy parecido para la mayoría de la gente.

P. ¿Por qué situó su historia de amor en Rusia?
R. En el mundo moderno es más complicado escribir del amor. Porque antes las emociones eran más fuertes. No teníamos todas esas imágenes en la mente. Era un mundo que los hombres experimentaban directamente, no a través de los medios.

P. ¿El amor está perdiendo valor?
R. A veces sospecho que sí. La Historia se ha acelerado. Es una aceleración que prácticamente ha matado a la poesía. Lo que hace un poema lírico clásico es congelar un momento y examinarlo y a la gente ya no le gusta parar el reloj.

P. ¿Y eso le parece bien?
R. Bueno, ahí está. Tiene cosas buenas y cosas malas. Y ahí está Internet y el teléfono móvil, que están cambiando la sociedad y la política.

P. También el amor...
R. También el amor, sí. El otro día oí a una chica en la calle gritando por el móvil: "¡No quiero saber nada de ti! ¡Hemos terminado!". ¿En plena calle? Vamos en esa dirección, hacia un amor cada vez más barato. Pero, por otra parte, la gente es más libre y creo que eso es bueno.

P. ¿Era más fácil hablar del amor en medio de la esclavitud siberiana?
R. Supongo. Rusia es una sociedad congelada, menos moderna.

P. ¿Qué novelista ha escrito mejor del amor?
R. Quizá Flaubert. También Tolstoi. D. H. Lawrence tiene buenos fragmentos sobre el amor, pero es demasiado histérico para mi gusto y es además muy irregular y muy descuidado. Lolita, por ejemplo, es un magnífico libro sobre el amor. Updike y Bellow son magníficos.

P. Veo que siente debilidad por Bellow.
R. Sin duda. él y Nabokov son los mejores escritores rusos del siglo XX. Bueno, no son exactamente rusos. Bellow vivió en Estados Unidos, pero su alma es inequívocamente rusa. Los rusos tienen sentimientos muy fuertes.

P. La crítica dice que La Casa de Encuentros no parece una novela suya.
R. Bueno, es la más realista de mis novelas. Las otras eran una especie de juego.

P. ¿Y se sintió cómodo escribiéndola?
R. No siempre. Tuve muchos problemas con eso hasta que terminé la novela. Luego pasaron unos meses y llegaron a casa las pruebas y pensé: "No, no, no quiero abrirlas". Pero luego empecé a leer y me dio la impresión de que estaba bien. Quizá la incomodidad tuvo algo que ver con que estaba en mi hermosa casa, con mis hermosas niñas, con mi hermosa mujer, frente a un hermoso mar y, sin embargo, escribiendo sobre estos dos pobres diablos, sucios, hambrientos, congelándose en el infierno de un campo de trabajo siberiano. Llegué a sentirme muy culpable por ello. Nunca antes lo había pasado tan mal escribiendo una novela.

Saramago y la Tierra plana
P. A estas alturas el marxismo aún goza de prestigio intelectual...
R. Bueno, hay tipos como Saramago, sí, gente que sigue diciendo todavía que la Tierra es plana. Quienes a estas alturas siguen siendo marxistas es como si estuvieran rebuscando entre las ruinas y tratando de extraer algún sentido de ellas.

P. Pero hay un resurgimiento si no del comunismo sí de un cierto populismo colectivista, sobre todo en Latinoamérica.
R. Sí, lo hay. En nuestra región, en Uruguay, tenemos un presidente comunista, pero es muy simpático.

P. En Uruguay no podrían montar un gulag.
R. No. No tienen el clima (risas). Pero el comunismo es una idea muy tentadora. Mi padre cuando dejó de ser comunista sintió una especie de terrible resaca. Una especie de resaca espiritual. Se le esfuma a uno el sueño de la sociedad perfecta y tiene que aferrarse a la posibilidad de ir cambiando gradualmente la realidad, que es la opción más inteligente. La utopía conduce a la sangre.

P. ¿Sigue sin convencerle el multiculturalismo?
R. Dicen que soy racista. No lo soy: me encanta esta prodigiosa mezcla de razas que tenemos en Londres. Pero no voy a fingir que me gustan otras culturas porque hay cosas de otras culturas que no me gustan. No me gusta por ejemplo que a niñas de nueve años se les obligue a casarse con viejos en Iraq. ¿Cómo le sienta a usted eso? Yo tengo una niña de nueve años y la mera idea de forzarla a casarse no ya con otro niño de nueve años sino con un hombre es tan asquerosamente cruel... Y no puedo aprobar la poligamia ni los crímenes de honor ni la ablación de clítoris. El multiculturalismo es un fraude. Ninguno de nosotros cree en él. Algunos dicen que sí, pero es mentira. Y si uno dice que unas sociedades son más atrasadas que otras todos se asustan, pero es así. Las evidencias de mi mente y las de mis sentidos me dicen que es así.

P. Y las occidentales son en su opinión las más avanzadas...
R. No desde luego Estados Unidos. No hay control de armas y tienen pena de muerte. Y todo el mundo en América es creyente y va el domingo a la iglesia.

P. ¿Ir a la iglesia es un atraso?
R. Desde luego.

P. Entonces la europea es la sociedad más avanzada.
R. Sí.

P. ¿Qué lugar de Europa?
R. No lo sé. El Reino Unido no está mal. Nunca tuvimos esclavitud y eso nos distingue de América. Aunque quizá los países escandinavos son los más avanzados de todos. Nunca he estado. Dicen que la tasa de suicidios es muy elevada y la violencia cuando estalla lo hace de un modo extraordinario. Pero, claro, lo compara uno con Arabia Saudí, donde le cortan una mano o un brazo a la gente por cometer un delito y no hay color. Yo no respeto eso.

P. ¿Y lo de ir a la iglesia?
R. Lo único que los creyentes no han hecho es aceptar que van a morir. En un espejo hay una línea negra y si uno quita esa línea negra uno no puede ver su reflejo. Bellow solía decir que la muerte es esa línea negra del espejo. Hasta que uno no la ve y la acepta no puede verse a sí mismo. Y sin embargo él creía en la otra vida. Todos parecemos duros, pero en el fondo tenemos fe. Menos yo. Estoy seguro de que voy a morir.

P. ¿Pero tiene respeto por los que creen que no morirán?
R. Lo respeto en las personas de Oriente. Para ellos es parte de su identidad. Les llevará unos siglos más evolucionar aunque algunos van en dirección contraria. Pero no puedo respetar a las personas religiosas en este país. Hablo de Tony Blair y de Gordon Brown, por ejemplo. Los dos son muy religiosos.

P. No me resisto a preguntarle por Tony Blair. Usted pasó muchas horas con él en sus últimos días en Downing Street para escribir aquel artículo largo en "The Guardian"...
R. Sí, y fue un privilegio. Estuvimos en Irlanda del Norte, en Berlín, en Washington y en Iraq. Es imposible que te caiga mal. Blair es divertido, animado y te mira a los ojos cuando habla contigo. Nunca me dijo nada de su mujer o de su religión. Intenté varias veces llevarle a ese terreno y no hubo manera. Pero sigo creyendo que es un buen tipo. Y estoy seguro de que es un magnífico padre y un buen marido.

Obama, un riesgo excitante
P. Estuvo con él en la Zona Verde, el recinto fortificado donde está el Gobierno iraquí. ¿Cómo le vio allí, en el epicentro de su desastre?
R. Todos teníamos un chaleco antibalas y un casco y estábamos cagados de miedo y él no se puso ni el casco ni el chaleco. Ni quiso. Es como si se sintiera invulnerable. En el fondo eso es calvinismo. Se considera de alguna manera el elegido. Las religiones tienen que ver con eso.

P. Pero lo que ha ocurrido en Iraq es sobre todo cosa de América.
R. Ya y ningún candidato serio dice que saldrá de Iraq.

P. ¿Cuál es su favorito?
R. Obama. Hillary lo haría bien, pero Obama sería muy excitante. Un riesgo, pero excitante. La gente no podría ser tan antiamericana con un presidente negro tan guapo y que habla tan bien.

P. ¿Y McCain?
R. La gente debería tomarle en serio. Es un tipo muy agresivo pero a la vez muy atractivo para los americanos. Su historia personal es impresionante. Es un héroe de guerra. Es religioso como lo son todos pero al menos no un jodido mormón como Mitt Romney.

P. ¿Le gustaría hacer con Gordon Brown lo mismo que hizo con Blair?
R. No es un personaje tan atractivo aunque, ¿sabe una cosa? ¡Se muerde las uñas! Es algo muy literario y revela que hay algo que no va bien dentro de él.

P. ¿Vivimos en una Europa sin líderes?
R. ¿Por qué no Angela Merkel? La conocí en Berlín y es muy amable, es una persona normal. La gente ya no quiere líderes incendiarios. Aunque en esto, como en todo, Francia es todavía diferente. Pero Francia es un país muy extraño con esos tipos fumando Gauloise y con la chaqueta de cuero.

P. ¿No le caen bien los franceses?
R. Es extraño. Nada me excita más que el que me publiquen en Francia. Mire, mi padre tenía una regla. Inglaterra tiene buena gente y mala comida; Francia, buena comida, mala gente; Italia, buena comida y buena gente; y Alemania, mala comida, mala gente (risas).

P. Los ingleses siempre han tenido problemas con Alemania.
R. Bueno, el mundo ha tenido problemas con Alemania. Por ejemplo, dos guerras mundiales. Muchas gracias, alemanes.

P. Usted suele decir que es un agnóstico de la política.
R. Ya no.

P. ¿Y dónde si sitúa?
R. Quizás en el centro, pero el centro se ha movido. Se ha movido hacia la izquierda. Pero a mí me gusta ser independiente. No soporto sentirme parte de una multitud y no me meto en política para nada.