Image: Raros, invisibles, necesarios

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Letras

Raros, invisibles, necesarios

Feria del libro de Madrid

26 mayo, 2005 02:00

Fernando Fernán Gómez, Lourdes Ventura, Espido Freire y José Jiménez Lozano

Las próximas tres semanas cientos de miles de curiosos se perderán entre las casetas de la Feria del Libro buscando la firma del famoso o el último best-seller, pero otros muchos perseguirán algo diferente, libros y autores secretos que algunos letraheridos nos ayudan a descubrir, de un Azorín cervantino a Brodsky pasando por Sender, Gelman, la Odisea o Javier Pascual.

Para abrir boca, Fernando Fernán Gómez reconoce que “en estas cuestiones influyen mucho las modas; por lo menos, me influyen a mí. Me atrevería a recomendar a los nuevos lectores a William Saroyan y Georges Simenon entre los escritores extran- jeros y Azorín y Ramón Gómez de la Serna entre los españoles. Son escritores de los que se hablaba y se escribía mucho en mi juventud, y a mí me entusiasmaban, y ahora se habla y escribe poco, pero a mí siguen entusiasmándome”. José Jiménez Lozano, por su parte, reta a los lectores “a ver si encuentran Con Cervantes de Azorín, en Austral. Ya es una rareza bibliográfica”. Y repite “lo que a mí me aconsejaron: por lo pronto no leer los libros de los que se habla. Si merecen la pena, ya habrá tiempo, porque, como decía don Juan Valera, un libro tiene siglos por delante para ser bueno o malo. No hay que precipitarse”. Sí se precipita Antonio Muñoz Molina en recomendar Watermark (Marca de agua), de Joseph Brodsky, “que creo que se publicó en España hace años y ahora no se encuentra, un libro muy breve sobre Venecia que en mi opinión es de los mejores libros de prosa narrativa que existen: lleno de inteligencia, de poesía, de ironía, de originalidad”. Afortunadamente, Siruela acaba de reeditarlo y estará en la Feria. Como el título escogido por José Antonio Millán, Biblioclasmo. Una historia perversa de la literatura, de Fernando R. De la Flor (Renacimiento, 2004), porque “en medio de una producción editorial explosiva, dominados por macrolibrerías donde se agolpa lo heterogéneo, acosados por océanos crecientes de textos digitales, ¿cuál es hoy la posibilidad del lector?, ¿y dónde está la tarea del escritor en esta Edad de Plomo?”. Corrosivo y enternecedor José María Merino propone Los últimos percances (Seix Barral), los cuentos literarios de Hipólito G. Navarro, “heredero de Gómez de la Serna, de Cortázar, de cierta estética surrealista y del absurdo, un libro de cuentos variado, brillante, divertido, lleno de imaginación, que utiliza estupendamente la materia verbal y que ofrece una voz muy personal”. Desde Río de Janeiro, José Ovejero apuesta por Arno Schmidt, “porque es original, inteligente, divertido; porque puede ser corrosivo y enternecedor en dos renglones seguidos”. ¿Qué libro? “Yo empezaría por Leviatán (Minotauro). Y lamento que los lectores españoles no puedan encontrar Paisaje marino con Pocahontas, que yo sepa sin traducir: una maravilla. Ojalá se anime un día un editor... (‘Hola, ¿hay... hay alguien ahí?’ Sí, se oyen murmullos, debe de quedar algún editor escondido)”. Ramón Buenaventura vuelve sus ojos a una “hermosa traducción de la Odisea: Carlos García Gual, Alianza, 2005... Patrimonio, Philip Roth, Seix Barral, 2003: perfecta entrada a la lectura de un novelista grandísimo... Lo que pillen de Don DeLillo, de Pennac, de Alasdair Grey... Cualquier libro que recomiende Echevarría en Trayecto (Debate, 2005), menos uno”. Un raro llamado Lino Novás Fernando Aramburu recomienda los cuentos de Lino Novás Calvo. “A ellos añado la vida novelada de un tal Pedro Blanco, que anda por ahí con el título de El negrero. Novás fue un hombre raro donde los haya. Empleó para sus narraciones una prosa recia, afilada, idónea para los relatos de corte dramático en los que un hombre solitario huye de alguna suerte de acoso. El día que el tiempo, y no la ceguera de los contemporáneos, decida los nombres dignos de perdurar, se acordará presumiblemente de Novás Calvo”. Como se acordará del elegido por Alejandro Gándara, Ramón J. Sender y su novela Imán: “No sé si son una rareza bibliográfica todavía, pero pueden serlo en cualquier momento, tal como va el mundo. Creo que Sender es uno de los grandes novelistas en lengua española; es raro encontrarle entre el manojo de grandes novelistas españoles del siglo XX, cuando resulta ser sin duda uno de los más ricos, complejos y singulares. Su novela Imán es una prueba de ello. Pocas veces una batalla ha sido representada literariamente con la maestría y los recursos que muestra ésta, en la que la acción y los personajes han sido tramados por un lenguaje portentoso, de enorme potencia simbólica, y trasladado a unas estructuras narrativas cuya modernidad alienta todavía”. Lorenzo Silva se inclina por Provocación, de Stanislav Lem (El Funambulista), que pone “su inteligencia al servicio de la indagación de un tema de nuestro tiempo: la cultura de la muerte, representada por el Holocausto y el terrorismo, y como propina, reduce a la Humanidad a pulpa (cómica pulpa) con una reflexión sobre lo que le acontece como conjunto en un minuto. Desternillante y desolador, un pensador cada vez más necesario en un mundo de pensamiento plano”. Ricardo Piglia recomienda Los poemas de Sidney West de Juan Gelman (Visor), “un libro extraordinario, que hace pensar a la vez en Pessoa y en Dylan Thomas. El fraseo de la poesía de Gelman es único y en este libro ha construido un personaje inolvidable a partir de su fuga imagi- naria hacia la lengua inglesa. Los grandes poetas que escriben en castellano tienden a la rareza, a la recomendación personal y al secreto, porque en ellos el lenguaje está siempre en expansión (como el universo)”. También Espido Freire se decanta por la poesía, porque aunque no es “demasiado bibliófila, encontrar un libro editado hace cinco años me parece ya una rareza. De todas maneras, han reeditado la obra completa de Aníbal Núñez en Hiperión, y ya que no suele recomendarse poesía, ya que la obra ha sido inencontrable durante años, y ya que no es un poeta demasiado conocido (aunque las nuevas generaciones comienzan a reivindicarlo), me parece una recomendación fructífera. Desde que me lo descubrieron se ha convertido en uno de mis poetas preferidos, y me encantaría compartirlo”. De igual manera Arcadi Espada quiere compartir sus últimas lecturas: “Acabo de leer de una tirada Personajes y Gente corriente, dos gruesos volúmenes de los retratos de Indro Montanelli. En el primero está todo el siglo: desde Fleming a Carmen Amaya, pasando por Agnelli, Ortega o Léautaud. En el segundo, toda su vida. Una escritura densa y transparente. O sea, el súmmum”. Montanelli y la última revelación Lourdes Ventura apunta un título para ésta y próximas ferias, L’usage de la photo, de Annie Ernaux y Marc Marie (Gallimard), “La última revelación (son fotos escritas) de la narradora de autoficción más descarnada y prestigiosa de Francia. Ella y el fotógrafo Marc Marie han plasmado las ruinas de una serie de escenas amorosas. Lencería arrancada, camas deshechas. No hay reconstrucción sino captura directa y recuento emocional de los hechos”. Juan Eslava Galán apuesta por las novelas de Cunqueiro (Las crónicas del Sochantre, Las mocedades de Ulises...) “porque en ellas se anudan los mejores ingredientes de la literatura occidental: la imaginación, la tradición literaria, la nostalgia cultural, la erudición (a veces falsa, a la manera borgiana) la poesía sutil y brumosa del galaico o del bretón, y el humor finísimo de un autor injustamente olvidado cuya lectura gana en la distancia y eso lo convierte en un clásico”. Javier Tomeo vuelve sus ojos a un clásico del XIX: Vida de Pedro Saputo de Braulio Foz, la mejor novela aragonesa del siglo XIX, “protagonizada por un hombre libre, autodidacta. Es la historia de un pícaro moderno, que, a diferencia de los pícaros del Siglo de Oro no tiene resentimiento, sino valores morales, una novela importante y olvidada”. En cambio, Lola Beccaria prefiere “hacerle los honores a Ancho mar de los sargazos (1967), de Jean Rhys, una inquietante historia, de bellísimo título, que rescata a una brava mujer de su condena a la soledad. Rhys re-toma el personaje de Antoinette Cosway, esposa del protagonista de Jane Eyre y cuyo destino literario es el confinamiento en una torre. Vivir y amar intensamente es un pecado que se castiga con la locura. Rhys así lo cuenta, pero hace un manifiesto libertario, feminista, al liberar a Antoinette. Le construye una vida por detrás, indómita, bordada de pasiones”. Bonilla y el polvo azul del maldito Como de libertad se trata, Juan Bonilla aprovecha la publicación de una biografía sobre Eduardo Haro Ibars para sugerir “a los interesados que se asomaran al libro de cuentos El polvo azul, editado por Libertarias cuando yo era adolescente y aún me impresionaba esa prosa intensa, rara, descoyuntada a veces y poética con poco educado frenesí, esos argumentos descabellados, descacharrantes, muy salidos de madre)”. Luis Muñoz aconseja Mundos, de Gertrud Kolmar (Acantilado, 2005), “una poeta muy desconocida en España. Nacida a finales del XIX en Berlín, falleció en Auschwitz, donde fue deportada en 1943. Mundos es un libro de 1937 y en él la poesía se da como reserva de la conciencia individual, de la dignidad del individuo y a la vez como plataforma de la imaginación”. Javier Moro se inclina por Joseph Campbell, “un sabio de gran cultura, especialista en mitología. Es difícil no sentirse revitalizado al recorrer El Poder del mito o El héroe de las mil caras (Emecé). Descubrió que la mitología es una hoja de ruta de la experiencia humana, escrita por los que la han recorrido y que hoy como en la antigöedad, el viaje es el mismo”. Nuria Amat aconseja la lectura de Los adioses de Juan Carlos Onetti, pues “en la brevedad más envidiable para una novela aparece la verdad del pensamiento y de las sensaciones humanas de una forma inimitable. única. Asombrosa”. Como asombroso es para Andrés Neuman Voces abandonadas (Pre-Textos), “un venerado libro de aforismos de Antonio Porchia: un maestro abstinente, alguien que (según Roberto Juarroz, al que también recomendaría) ‘escribió casi como si no escribiese’”. Y Rafael Reig invita a descubrir ¿Pero existe el caballo de Mestanza?, de Javier Pascual (ERE, 2003): “este libro me provocó envidia (es decir: admiración). Ofrece, sobre todo: literatura. Además es una inquietante reflexión sobre la narración: ¿por qué y cómo nos contamos lo que nos contamos? ¿Qué hacen con nosotros esas historias que nos contamos?”.