José Saramago

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Letras

José Saramago: "Sigo siendo un autor comprometido. A Dios gracias. Palabra de ateo"

Hablamos con el Premio Nobel mientras prepara, en su casa de las Azores, la presentación en España de su último libro 'Ensayo sobre la lucidez', que, explica, "no tienen ninguna relación" con el famoso 'Ensayo sobre la ceguera'.

15 abril, 2004 02:00

Durante todo un mes ha ido el Nobel cabalgando sobre polémicas y entusiasmos. A los políticos no les ha gustado nada su nuevo libro. Es natural. Tampoco a José Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922) le gustan las manipulaciones y las mentiras. Por eso, mientras está en las Azores y se prepara para la presentación en España del libro la próxima semana, denuncia en El Cultural que “hoy la democracia está secuestrada por el poder económico multinacional”. Y lo hace firme y sereno, más libre que nunca, desde ese compromiso ético insobornable que marca sus horas. Además, Pilar del Río, compañera y traductora al español del libro, explica los secretos, el sentido último, de la gira portuguesa del escritor.

Ni siquiera el cansancio puede con la amabilidad y bonhomía del escritor, que sabe, además, que en España le esperan jornadas intensas que su generosidad con periodistas y lectores harán aún más agotadoras.

Confiesa Saramago que sus novelas nacen siempre de un momento concreto, casi un instante de iluminación, que en el caso de Ensayo sobre la lucidez (Alfaguara, 2004) fue “increíble”. Estaba durmiendo y se despertó a las tres de la madrugada, completamente lúcido, con la idea y el título. Se levantó, le contó a Pilar lo sucedido, y se puso a escribir.

[Hablando de lo que importa, por Pilar del Río]

Pregunta. ¿Qué relación tiene este Ensayo sobre la lucidez con Ensayo sobre la ceguera? ¿Quizá la lucidez es la consecuencia de reconocer la ceguera?

Respuesta. Ninguna relación excepto la misma palabra “ensayo” en el título y la presencia de algunos personajes de la primera novela en la segunda. Ensayo sobre la lucidez no es una continuación del Ensayo sobre la ceguera. Que uno reconozca su propia ceguera puede ser condición necesaria para pasar a la lucidez, pero no es condición suficiente. No olvidemos el refrán: “No hay peor ciego que aquél que no quiere ver”.

P. Sin duda, pero en su obra la visión desempeña una función vital.

R. Sí, porque la sociedad está organizada en función de la visión.

"Un 40 por ciento de votos en blanco sería la hecatombe. A lo mejor los partidos, todos los partidos, tienen que repensarse a sí mismos, y ver qué hacen, por qué y para quiénes lo hacen"

P. ¿Por eso el libro termina con dos ciegos hablando?

R. Bueno, es que creo que estamos ciegos, que somos ciegos que viendo no queremos ver. En este libro, los ciudadanos de la capital en que se desarrolla la acción de pronto comienzan a ver de otra manera y a tomar una decisión libre y soberana, que no responde a ningún plan ni a ninguna estrategia política o partidaria. Deciden votar en blanco porque están hartos de que les tomen el pelo. Esta decisión, perfectamente democrática, posible en la ciudad imaginaria y en la vida real, hace temblar los cimientos mismos del sistema, lo que no ocurre con la abstención.

»Un 40 por ciento de abstención no preocupa a nadie. Un 40 por ciento de votos en blanco sería la hecatombe. Mario Soares decía la noche de la presentación de la novela en Lisboa que el 20 por ciento de votos en blanco colapsaría el sistema. Pues eso... A lo mejor los partidos, todos los partidos, tienen que repensarse a sí mismos, y ver qué hacen, por qué y para quiénes lo hacen.

P. La novela presenta unas coincidencias asombrosas con los acontecimientos terribles de Madrid: hay elecciones con resultados sorprendentes, un atentado en una estación de tren... ¿hubiera variado algo la novela, de haberla escrita después del 11-M y del 14 de marzo?

R. Las coincidencias son más aparentes que reales. Escrita antes o después del 11 de marzo y del 14 de marzo (nunca diré 11-M y 14-M...) sería siempre lo que es.

P. Sí, pero ¿no le perturban esos paralelismos?

R. Lo que me perturba es la tragedia de Atocha, que es algo inenarrable. También la explicación posterior, la reacción de la gente. Pero lo que sucede en la novela, la bomba en la estación, la reacción de los ciudadanos, tiene otros orígenes y otras motivaciones. En cualquier caso, vida y arte, imaginación y realidad parece que siempre van del brazo y hacen el mismo recorrido, pero en ocasiones una se adelanta a la otra.

P. La clase política queda por los suelos, no salva usted a nadie, ni del PDD (derecha), ni del PDI (izquierda)... Para ser candidato a las elecciones europeas, y haberlo sido a la alcaldía de Lisboa por el Partido Comunista, ¿no cree que su libro cuestiona dramáticamente el sentido mismo de la democracia?

R. Soy candidato en una coligación que el Partido Comunista Portugués integra. Que la clase política quede, como usted dice, por los suelos no significa que cuestione la democracia. Lo que sí cuestiono es la caricatura de democracia en que vivimos, con un poder político sumiso al poder económico o simplemente su cómplice, mientras el ciudadano cumple resignadamente su papel de elector. Que alguna vez esa resignación estalle en pedazos como ahora ha ocurrido en España no quiere decir que la situación de la democracia en el mundo no sea la que es.

"Que la clase política quede, como usted dice, por los suelos no significa que cuestione la democracia. Lo que sí cuestiono es la caricatura de democracia en que vivimos"

P. Sin duda, pero ¿el voto en blanco es antisistema o antidemocrático? ¿Qué razones lo justifican hoy?

R. El voto en blanco es igual de democrático que cualquier voto expreso. Si el voto en blanco asusta a los partidos es precisamente por ser democrático. El elector que vota en blanco no puede ser acusado de subversivo, es sencillamente alguien que no está satisfecho con el funcionamiento de la democracia y escoge esa manera de expresarlo. No digo que el voto en blanco sea la mejor, digo que es una de ellas. Solo falta probar su eficacia real. Pero, ojo, yo no ando por ahí promocionando el voto en blanco, o predicando el voto en blanco. Presento una posibilidad y saco las consecuencias. Los lectores que decidan si el autor es lúcido o está rematadamente loco...

P. ¿Realmente cree que “la democracia se suicida diariamente, pierde espesura y se degrada”? ¿Que el sistema ya no es democrático?

R. ¿Para qué engañarse? Vivimos en una democracia secuestrada por el poder económico, esto todo el mundo lo sabe. ¿Fueron los gobiernos los que decidieron hacer del empleo precario algo que se convertiría en “normalidad” social y el contrato basura en operación corriente? ¿O ha sido el poder económico que, en nombre y para mayor gloria del santísimo Lucro, lo ha impuesto a los gobiernos y a toda la sociedad? ¿De dónde cayó esa plaga? ¿Del cielo o de los señores del dinero?

P. ¿Qué pueden hacer los ciudadanos para impedirlo?

R. Está claro que votar no basta, que el hecho de delegar nuestra voluntad política no significa que ahí se acaben nuestras responsabilidades cívicas.

P. ¿De veras -y cito textualmente- “los gobiernos de todo el mundo se han convertido en comisarios del poder económico”? ¿No salvaría siquiera a Lula?

R. No salvo a nadie hasta que se me demuestre lo contrario. En el caso del presidente Lula hay un detalle importante. Al asumir que la primera obligación de Brasil sería pagar la deuda externa ha puesto automáticamente en peligro todos sus planes sociales. Las consecuencias ya están a la vista. ¿Cuántas veces aún será necesario decir que el Fondo Monetario Internacional no es democrático? ¿Que sus dirigentes no son elegidos democráticamente? Y si una institución financiera de la que depende la vida de más de la mitad de la humanidad, si no de toda ella, no es democrática, ¿cómo no concluir que la democracia política está bloqueada?

"Cuántas veces aún será necesario decir que el Fondo Monetario Internacional no es democrático? ¿Que sus dirigentes no son elegidos democráticamente?"

Y hablando de bloqueos y democracia, aborda Saramago el problema que hoy conmueve a España: si debe Zapatero abandonar Iraq, aunque sea por convicción, tras los atentados terroristas. Si no sé está transmitiendo la idea de que a fuerza de bombas el sistema puede quebrarse: “Zapatero -explica el escritor- asumió un compromiso público muy claro: si no hay una resolución de Naciones Unidas retirará las tropas. Desconociendo los datos reservados del problema, no caigo en la frivolidad de opinar por opinar. Zapatero y su gobierno sabrán lo que tienen que hacer. Todos los sistemas pueden quebrarse a fuerza de bombas, igual que pueden romperse por sus propios errores. Pensemos en ello”.

P. ¿Dónde estaba el 11 de marzo, cómo se enteró del atentado, quién le llamó, y cuándo recibió el primer SMS invitándole a movilizarse?

R. En casa. Me enteré por la radio, despertado por mi mujer. No recibí ningún SMS, pero sí los recibió Pilar. Desde el ya famoso “Aznar de rositas...” hasta el de “Urdaci director de La Farola”... Y tengo que decir que vivimos la jornada del 13 de marzo con expectación. De la misma manera que seguimos paso a paso el crimen del día 11 o, ya en Madrid, los resultados electorales. Y se puede imaginar, por lo ya dicho, que las convocatorias cruzadas del día 13 no nos parecieron ilegalidades, por el contrario, fueron la expresión libre de una rabia que afortunadamente salió a la calle.

P. Ataca también ferozmente en su libro al periodismo, por su facilidad, escribe, “de pasar de los aplausos del capitolio a despeñar desde la roca tarpeya, como si ellos mismos no formaran parte activa en la preparación de los desastres”... y eso que usted colabora de vez en cuando... ¿no es demasiado radical?

R. Si decir la verdad es ser feroz, entonces andamos muy equivocados con el sentido de las palabras... Y en cuanto a que colabore de vez en cuando en los medios, también como pan y no tengo más remedio que tragarme los más de cuarenta productos químicos que le ponen dentro... Yo recomendaría al periodismo que fuera menos corporativo y no reaccionara a las críticas como una virgen eternamente ofendida.

P. ¿Se refiere a esa mirada “oblicua” que derrama sobre la realidad?

R. Desde luego. Cuando tenía 18 ó 19 años, un amigo de mi padre era portero del Teatro de la Ópera y me dejaba subir para oír las funciones al gallinero, junto al Palco Real que estaba rematado por una Corona inmensa: vista desde abajo parecía grandiosa, pero desde el gallinero descubrías polvo, telarañas, colillas. Lo que aprendí era que para conocer la verdad hay que mirar desde todos los puntos de vista, porque si no jamás sabremos cómo es la realidad. Se lo recomiendo a los periodistas.

P. ¿Hasta qué punto el compromiso le condiciona como escritor?

R. No se moleste, pero esa pregunta no es a mí a quien debería serle hecha, sino a los lectores para quienes escribo. En todo caso le diré que mi compromiso político y social (profundo o no) no es de ahora, es de siempre. Si estoy condicionado, lo estoy desde la primera palabra que escribí. A Dios gracias. Palabra de ateo.