María León en 'Electra', en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Foto: EFE/Jero Morales

María León en 'Electra', en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Foto: EFE/Jero Morales

Teatro

María León en una racial y aflamencada 'Electra', dueña de su destino y que no busca perdón

La actriz sevillana debutó en el Festival de Mérida con una versión del clásico escrita por Eduardo Galán y dirigida por Lautaro Perotti.

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Cristina Sánchez Correa
EFE
Publicada

Vengar una muerte con otra muerte. Más allá de la reflexión sobre lo justo o no del acto y de lo que haría cada uno de nosotros, la Electra de María León es también una historia de determinación e insumisión a los roles de género para restaurar, por decisión propia, el honor familiar en la paradoja de igualarse a su víctima, su madre.

En su estreno en el Festival de Mérida, un inmenso piano de cola protagoniza la escenografía y acompaña musicalmente durante toda una función de emociones dispares, como el amor, el odio o el sufrimiento, para una Electra sureña y racial en la actriz sevillana, que, aflamencada, en algún momento canta, baila y zapatea sobre el escenario.

La casualidad ha querido que María León logre su sueño de debutar en el Teatro Romano el día en el que ha cumplido 41 años.

La obra, en versión de Eduardo Galán y dirección del argentino Lautaro Perotti —quien incluye varias referencias a sus raíces, como un tango—, habla de sed de venganza, del ‘ojo por ojo, diente por diente’ (ley del talión) que lleva a una espiral de odio y violencia, de la necesidad de justicia bajo la óptica de cada personaje.

Pero, sobre todo, habla de identidad y de motivaciones, de los sentimientos y emociones que rigen el comportamiento de los seres humanos, en un ejercicio por entenderlos.

María León en un momento de 'Electra', en el Teatro Romano de Mérida. Foto: EFE/Jero Morales

María León en un momento de 'Electra', en el Teatro Romano de Mérida. Foto: EFE/Jero Morales


Esto sucede en una época en la que, con ánimo de arrinconarlas, las mujeres eran mal juzgadas, con una doble vara de medir según el género.

Una Clitemnestra, por tanto, dueña de su destino como se muestra su hija Electra, lo que le asemeja a ella pese al odio que le profesa en su deseo de venganza por la muerte de su padre, una preferencia afectiva por la figura paterna que con el tiempo dará nombre al complejo de Electra.

Por su propia mano, la protagonista de este drama dará muerte a su madre —en otras versiones el brazo ejecutor es su hermano—, materializando el dicho de que "la violencia engendra violencia", pero en lo que —como advierte al inicio de la obra— no busca perdón, solo quiere que se sepan sus motivos: "tal vez alguno de ustedes habría hecho lo mismo o no".

Es la primera de las tres conductas ante las injusticias que plantea la obra, las otras dos estarán personificadas en sus hermanos: Orestes (Santi Marín), que se debate en esa dualidad 'hamletiana' de conflicto interior e indecisión sobre si actuar o no; y Crisótemis (Pepa Gracia), que se mantiene al margen para no sumar más dolor al dolor.

Mientras que para unos la venganza es sinónimo de valentía y que la verdad ocupe su lugar, para otros es dejar que el odio nos consuma y permanecer desdichados e infelices.

El montaje, que no llega a 90 minutos, pone el foco además en una historia que permanece durante los siglos hasta nuestros días: la de muchas mujeres que sufren una injusticia, pero no hay ley ni poder judicial que las ampare, por lo que invita a reflexionar sobre cómo atender a esto podría evitar otras tragedias futuras.

De las manos del actor y pianista Nacho Machi, que encarna a Pílades, emanarán las notas que envuelven esta función donde los personajes se mueven con acierto por y alrededor de la estructura con forma de piano, como piezas de un sólido engranaje, y dejando prácticamente desnuda ante el público la majestuosidad del Teatro Romano.