Teatro

El enemigo de los austríacos

El CDN estrena Ante la jubilación, dirigida por Portaceli

21 febrero, 2008 01:00

Ante la jubilación, de Thomas Bernhard, es la nueva producción que hoy se estrena en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Dirigida por Carmen Portaceli, está protagonizada por Walter Vidarte, Gloria Muñoz y Teresa Lozano.

Se dice que hay dos Bernhard, el narrador y el dramaturgo. Yo creo que hay más, pues tanto sus novelas como su teatro se fragmentan y diversifican, pese a su trabazón indisoluble. Las constantes de su coherencia son el odio a Austria y el odio a los nazis: una especie de conciencia justiciera y culpable, como si con ello quisiera expiar la complicidad de Austria con Hitler y sus crímenes. Bernhard y su capacidad abrasiva; su sombría familiaridad con la muerte y la destrucción. El protagonista de su novela El malogrado, su alter ego, el propio Bernhard, acabó expatriándose a Madrid, a la calle del Prado, cerca del Ateneo y del Teatro Español. El narrador de El malogrado escribe: "Madrid se convirtió en centro ideal de mi existencia, no con el tiempo, sino desde el primer momento". No es aventurado afirmar que en la calle Prado hallaba Bernhard la paz y la libertad imposibles en la detestada Austria. Hoy, su teatro no es infrecuente en los escenarios españoles. Empezamos a valorarlo por su narrativa gracias a las traducciones de Miguel Sáenz.

En el último Festival de Otoño, Krystian Lupa y la compañía Theatr Dramatyczn de Varsovia, montaron una imponente adaptación de Extinción, posiblemente su mejor novela; con algunas depresiones en tan desmesurado largometraje, el resultado fue soberbio. Thomas Bernhart, austriaco, nacido por casualidad en Holanda, detestaba Austria; un cuerpo social pútrido, según él, para siempre contaminado de nazismo. Los austriacos -evito llamarlos compatriotas para que los huesos de Bernhard no griten en su trumba- respondieron con parecido fervor imprecatorio y fue declarado persona non grata.

Le resultaba imposible olvidar que en la plaza vienesa de Heldenplazt el 15 de marzo de 1938 Hitler anunció, entre el entusiasmo de los vieneses, la anexión de Austria a Alemania. Medio siglo más tarde, Bernhard recreaba aquel suceso en el drama Heldenplatz, con el jubilo de los vieneses de fondo, como siniestro coro y amenaza indisimulada. Tanto en su narrativa, como en su dramaturgia el odio al nazismo es una constante de Bernhart; de un lado las víctimas, "Austria es peor hoy que hace cincuenta años". De otro, los verdugos: viejos militantes o colaboracionistas del nazismo enmascarados de demócratas. Tal, el protagonista de Antes de la jubilación, un juez aborrecible que, secretamente, rinde culto a Himmler, su gran jefe en las SS. Kurt Waldheim, a la sazón presidente de Austria, se sintió injuriado, o quizá retratado, y universalizó la injuria calificando a Bernhard de enemigo de todos los austriacos. No le faltaba razón a Waldheim, pues no tardó en descubrirse que había sido oficial de las SS y cómplice activo de los horrores nazis. El juez de Antes de la jubilación bien pudiera ser su vivo retrato. El pasado siempre vuelve y esa era la gran venganza de Bernhard contra un país en apariencia y, en el fondo, según él, radicalmente infame.

El Beckett alpino. Pese a la fuerza de su novelística -El Malogrado, El imitador de voces, por citar algunos títulos-, Bernhard es un gran hombre de teatro. Sus novelas tienen estructura y fondo teatral y su visión del mundo es la de una atroz representación. De su vigor dramático y de su inquietante personalidad dan fe la ya citada Heldenplatz, Una fiesta para Boris, El teatrero, El ignorante y el demente, La partida de caza o La fuerza de la costumbre. Un teatro cruel e implacable de un hombre convencido de que la naturaleza del arte, y su única explicación, es la locura. Y que las raíces de la maldad del mundo se hunden en el nazismo, de filiación inequívocamente vienesa. Aunque apoyado siempre en sólidos intérpretes, desconfiaba; y creía que, con frecuencia, el actor interpreta contra el autor. Se le llamó el Samuel Beckett alpino. Pero no le falta razón a su traductor Miguel Sáenz cuando dice que Bernhard es un Beckett corregido por Buñuel.