Image: Rubén Olmo

Image: Rubén Olmo

Teatro

Rubén Olmo

“En 'Pinocchio' mezclo la danza española y la contemporánea con el flamenco”

3 enero, 2008 01:00

El Teatro Albéniz de Madrid será el espacio donde el bailaor y bailarín Rubén Olmo muestre su ilusionado proyecto Pinocchio, del 8 al 20 de enero. Como ya hizo en su anterior producción, Belmonte, Olmo se ha preparado concienzudamente, reuniendo una compañía involucrada hasta la entrega absoluta, donde la disciplina es una condición tan sustancial como irreemplazable.

Rubén Olmo se ha preparado concienzudamente, reuniendo una compañía involucrada hasta la entrega absoluta, donde la disciplina es una condición tan substancial como irreemplazable. "Aunque sea un grupo compacto y con un acoplamiento perfecto, en realidad se trata de un extraordinario conjunto de bailaores y bailarines solistas, con muy buena técnica y base sólida. Doy a cada uno su sitio y procuro que tengan una función precisa para construir su identidad artística en el escenario".

Hasta los nueve años permaneció Rubén Olmo en el sevillano barrio de Las Tres Mil Viviendas, un territorio marginal de efervescente actividad flamenca y cuna de nombres conocidos del cante, el baile y la guitarra. Habituado, por tanto, a las celebraciones espontáneas y familiares, Rubén observaba deslumbrado el fastuoso mundo en el que las bulerías y los tangos trianeros eran los ritmos que impregnaban esas reuniones sin ataduras, donde no se establecían límites, pudiendo durar hasta tres días con sus noches. La calle fue su primera universidad, la música que surge por la misma razón que transcurre la vida, en este caso a salto de mata y con el compás festero como antídoto ante las carencias de un tiempo a veces hostil.

Formado con los grandes
Pero Rubén tenía marcado su destino con exactitud: ingresó en el Conservatorio Superior de Música y Danza de Sevilla, donde terminó la carrera, mientras se formaba en las escuelas flamencas de Manolo Marín y José Galván y entraba luego a formar parte de la compañía de Javier Barón, junto a Belén Maya. Después, Madrid, para terminar de moldearse, estudiando y trabajando con El Göito, gran maestro de la soleá y la farruca, Aida Gómez o Eva Yerbabuena, hasta permanecer más tarde, y a lo largo de seis años, como solista en el Ballet Nacional de España.

Aunque hizo papeles circunstanciales de torero en una versión de Carmen y de Federico García Lorca en un montaje sobre Dalí, Rubén Olmo estrenó el año pasado Belmonte, una obra sobre el legendario matador sevillano, aficionado y profundo conocedor del mejor flamenco, como se adivina en famosas y antiguas fotografías, unas con Don Antonio Chacón y el guitarrista Javier Molina, y otra en la que está con La Niña de los Peines, Pepe Pinto, Marchena y su compañero Rafael el Gallo. O cuando sale, en un plano fugaz y enigmático, en una terraza de su finca Gómez Cardeña, que prestó para el rodaje de Duende y misterio del flamenco, escrita y dirigida en 1948 por Edgar Neville, y en donde intervinieron Pilar López y Antonio con un espectacular martinete. La dedicación e injerencia de Rubén Olmo fueron tantas, que investigó en los archivos cinematográficos, buscando imágenes de Juan Belmonte y de los bailaores y bailes que se interpretaban en aquel tiempo; mantuvo largas conversaciones con la familia y leyó todos los documentos biográficos a su alcance hasta edificar un personaje tallado meticulosamente con el apoyo de un flamenco tradicional, de la época.

"Pero Pinocchio está estructurado con materiales y conceptos distintos. He pasado de ser un mítico torero, que triunfó entre los años 20 y 30 del pasado siglo, para transformarme en un personaje eterno de un cuento universal. Para ello empleo el lenguaje y los recursos técnicos que tengo a mi alcance: flamenco, danza contemporánea, que aprendí con Ramón Oller, y danza española". Está seducido por el muñeco que se convierte en niño creado por Carlo Collodi e incorpora a su trabajo todos los elementos necesarios para darle credibilidad: "Aunque hay mucho de Rubén en el diseño de Pinocchio, quiero desprenderme de mi personalidad como bailaor para que el público identifique lo que represento". Ni siquiera quiere manifestar las expresiones de su mismo rostro, encubierto por una prótesis nasal, fabricada con la ayuda de los profesionales del cine, dentro de una laboriosa operación de maquillaje.

Con 27 años, Rubén Olmo forma parte de la nueva generación de bailaores: "Lo tenemos difícil porque nos preocupamos de que el arte crezca, antes que hacernos un nombre en las revistas del corazón para llenar los teatros. Es necesario establecer un equilibrio, ya que no somos culpables de la situación. Hemos de arriesgar, hasta el punto de fundar nuestras compañías con el fin de expresar libremente lo que sentimos".