La mezzosoprano Cecilia Bartoli. Fabrice Demessence

La mezzosoprano Cecilia Bartoli. Fabrice Demessence

Música

Cecilia Bartoli, mezzosoprano: "La ópera debe abrir sus puertas. La pasión del público es su mayor esperanza"

La gran diva del Barroco, directora de un conjunto de interpretación histórica, habla con El Cultural antes de una breve gira por nuestro país con 'Orfeo y Eurídice' de Gluck.

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Pocas artistas conjugan como ella erudición, creatividad y carisma. Nacida en Roma, la mezzosoprano Cecilia Bartoli (1966) se formó con su madre, la profesora de canto Silvana Bazzoni, y fue descubierta por Daniel Barenboim y Herbert von Karajan tras sustituir a una cantante en un programa de televisión.

Desde entonces, su carrera ha sido una lección de independencia: ha rescatado repertorios olvidados, iluminado a figuras como Farinelli o María Malibrán y combinado investigación, teatralidad y pasión con una voz que ha sido comparada a la de un Stradivarius.

Hoy dirige el Festival de Pentecostés de Salzburgo y la Ópera de Montecarlo, donde fundó en 2016 el conjunto de interpretación histórica Les Musiciens du Prince-Monaco. Y todo sin perder el amor por la cocina italiana y su viejo Fiat 500, el rechazo a volar —ha preferido cruzar el Atlántico en barco, porque considera los aviones "estériles e incivilizados"— y la esperanza de cantar Mozart en la Capilla Sixtina, aunque el Vaticano no parezca estar por la labor.

Del 25 al 29 de noviembre regresa a España junto a sus fieles musiciens y a su director, Gianluca Capuano, para interpretar Orfeo y Eurídice, de Gluck. Antes de la gira, habla con El Cultural sobre ópera, libertad y el poder transformador de la música.

Pregunta. Va a dar tres conciertos en España, en Barcelona (25), Madrid (27) y Sevilla (29). ¿Le gusta venir aquí?

Respuesta. Siempre me ha encantado España, su pasión y su ritmo. Los españoles tienen una conexión instintiva con la música. Y estoy deseando redescubrir la diversidad cultural del país, desde la luz mediterránea de Barcelona a la elegancia de Madrid y la grandeza histórica de Sevilla. ¡Y nunca me voy sin probar el jamón de pata negra o el pan de cristal!

P. Va a interpretar una versión semiescenificada de Orfeo y Eurídice. ¿Cómo se siente en el escenario?

R. Cuando estoy en el escenario, entro en otra dimensión, una en la que el cuerpo, la voz y las emociones se fusionan. Con el tiempo he aprendido a confiar en mis instintos, a dejarme llevar. La simplicidad de Gluck te obliga a despojarte de lo innecesario.

P. ¿Y cree que la fuerza de la música de Gluck radica en esa simplicidad?

R. Gluck encarna la evolución artística de su tiempo, estrechamente ligada a los cambios sociales de la Ilustración. Sus primeras óperas aún eran barrocas, fastuosas, centradas en el virtuosismo. Pero luego buscó el equilibrio entre palabra y música. Nada es decorativo, por eso su música es tan conmovedora.

P. Orfeo y Eurídice es su título más conocido. ¿Es la mejor entrada a su música?

R. Por supuesto. Lo tiene todo: belleza melódica, equilibrio, intensidad emocional… Todo el mundo se puede identificar con su historia. La versión de Parma de 1769, con su refinada orquestación y todo más concentrado, resume a la perfección el espíritu reformador y la sensibilidad lírica de Gluck.

»La versión que presentamos en España, basada en la producción de Christof Loy en Salzburgo, reincorpora algunos números famosos que se eliminaron entonces y modifica el final.

"He aprendido a confiar en mis instintos, a dejarme llevar. La simplicidad de Gluck te obliga a despojarte de lo innecesario"

P. ¿Qué aporta el libreto de Raniero de Calzabigi a esta ópera?

R. Calzabigi y Gluck querían una ópera más veraz y expresiva. El texto está despojado de artificio, con pocas palabras, pero esenciales. Su estudio revela su intención: llegar directamente al público, sin la distancia de la retórica. Es un viaje moral, emocional y musical.

P. El papel de Orfeo parece hecho para usted. ¿Cómo vive esa dualidad entre lo masculino y lo femenino?

R. La ópera siempre ha explorado la dualidad: fuerza y fragilidad, pasión y razón, masculino y femenino. Todo artista lleva dentro ambas energías; el arte consiste en hacerlas coexistir. En la ópera barroca los papeles se intercambiaban: un rol masculino podía interpretarlo una mujer, o viceversa. En el estreno de Orfeo y Eurídice, Orfeo lo cantó el castrato Gaetano Guadagni; en Parma, Giuseppe Millico, cuyo rango vocal se adapta muy bien al mío. Hoy las mezzosopranos y los contratenores asumimos esos roles porque nuestro timbre es el más cercano. Tenemos muchas opciones.

Cecilia Bartoli como Orfeo (derecha) en una representación de 'Orfeo y Eurídice' en la Tonhalle de Zurich (2024). Foto: Quim Vilar

Cecilia Bartoli como Orfeo (derecha) en una representación de 'Orfeo y Eurídice' en la Tonhalle de Zurich (2024). Foto: Quim Vilar

P. ¿Qué le ayuda a construir un personaje? ¿Se siente cómoda interpretando papeles andróginos?

R. Siempre empiezo con la música: lo contiene todo. El ritmo de una frase ya te dice cómo respira y siente el personaje. Los papeles ambiguos son una oportunidad para explorar las contradicciones que nos hacen más humanos. En Orfeo hay una desesperación que es a la vez divina y muy humana.

P. ¿Qué le gusta de trabajar con Gianluca Capuano y Les Musiciens du Prince?

R. Con Gianluca es un placer intelectual y artístico: combina rigor histórico con pasión teatral. La Ópera de Montecarlo es una joya arquitectónica y un auténtico laboratorio musical, un lugar de creación y descubrimiento gracias al compromiso del equipo y al apoyo de los mecenas.

P. El mito de Orfeo ha fascinado a públicos de todas las épocas. ¿Por qué sigue vigente?

R. Porque habla de la pérdida, de la esperanza, del amor que trasciende la muerte. Nos invita a detenernos y a escuchar nuestras emociones. Tal vez el amor no venza a la muerte, pero le da sentido a la vida. ¡Y el mito también celebra el poder de la música!

P. ¿Cómo ve la situación actual de la ópera?

R. La ópera siempre ha tenido que reinventarse. El reto es mantener la excelencia artística y abrirse a nuevos públicos. El apoyo de mecenas y socios es esencial, pero también lo es la pasión del público. Cuando la gente siente algo poderoso en el teatro, quiere repetirlo. Esa es, creo, nuestra mayor esperanza.