El compositor italiano Luciano Berio. Foto: ICM Artists Ltd, New York Philharmonic Shelby White & Leon Levy Digital Archives

El compositor italiano Luciano Berio. Foto: ICM Artists Ltd, New York Philharmonic Shelby White & Leon Levy Digital Archives

Música

100 años de Luciano Berio, el mago de la utopía musical

Celebramos el centenario del nacimiento de uno de los autores de mayor finura intelectual, desinhibición e inconformismo en la música del siglo XX.

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El pasado 24 de octubre, fecha exacta del centenario, se programó su Sinfonia en la Isaphilharmonie de Múnich, Folk Songs en la Musikverein de Viena y una obra menos frecuente, Naturale, sobre cantos sicilianos, para viola, percusión y voz grabada, en el Conservatorio de Milán.

Tres ejemplos diferentes pero perfectamente complementarios de una de sus características más relevantes: su maestría en el arte de combinar en una misma partitura realidades, planteamientos y procesos musicales aparentemente muy alejados entre sí.

Nació en Oneglia, pequeño pueblo de Liguria, y recibió sus primeras enseñanzas musicales de la mano de su padre y su abuelo, organistas y compositores, con un enfoque muy conservador. Según lamentaría tiempo después, se vio privado hasta bien tarde "del conocimiento de las conquistas musicales más esenciales de mi propia cultura".

Al término de la II Guerra Mundial continuaría su formación en el Conservatorio de Milán y posteriormente, en 1951, con un bagaje más completo y el título de composición bajo el brazo, viajó a Tanglewood para estudiar con Dallapiccola, que despertó en él un enorme interés por el dodecafonismo y la música serial, aunque pronto derivaría hacia la integración de sus procedimientos en un lenguaje mucho más amplio y flexible.

Tras su regreso a Italia propicia con Bruno Maderna y Roberto Leydi la creación del Studio di Fonologia della RAI, uno de los centros europeos de referencia de la música electroacústica, y se incorporará, bastante después de conformada, a la "congregación" (como la llamó él) formada por Stockhausen, Boulez, Nono y Maderna en torno a los Cursos de Nueva Música de Darmstadt.

En 1960 volverá a Tanglewood, ahora como profesor, y de ahí pasará a enseñar en otros centros de los Estados Unidos del prestigio del Mills College, la Universidad de Harvard y la Julliard School.

La enseñanza, con un comprometido enfoque tanto en lo práctico como en lo teórico, en la técnica y en la estética, lo convirtió en ejemplo a seguir. No hay una escuela Berio pero sí una actitud Berio ante la música, la historia y la sociedad.

La enseñanza lo convirtió en un ejemplo a seguir. No hay una escuela Berio pero sí una actitud Berio ante la música, la historia y la sociedad

"Era capaz de hallar música en los lugares más insospechados", destacó de él su buen amigo Umberto Eco.

La ciudad, el folclore, el jazz, el pop, bocetos de obras sin concluir de compositores del pasado —Puccini, Schubert— que completaba con tanto rigor como creatividad, obras del repertorio —de Monteverdi a Falla— a las que aplicaba una nueva mirada, nuevas y viejas técnicas de escritura, incluso fragmentos de ensayos literarios… todo ello ha formado parte de un extraordinario work in progress: con frecuencia repasaba y corregía su trabajo después de estrenado o publicado y, en todo caso, sus propuestas se convertían en un escalón al que sucedería otro en una obra posterior.

Nada para él estaba nunca cerrado, y casi nada es literal: aquí y allá hay guiños, referencias, connotaciones, resonancias, parodias y hasta contradicciones que se complementan.

Quizá el mejor ejemplo de todo ello sea su Sinfonia, en cuyo entramado se repite casi en su totalidad, reelaborado, el Scherzo de la 2.ª de Mahler y se escuchan citas musicales de Schoenberg, Debussy, Stravinski, Brahms, Ravel, Beethoven, Webern y Boulez, entre otros, mientras un octeto vocal amplificado recita, susurra, canta y grita textos de Lévi-Strauss, Beckett, Joyce, indicaciones escritas por Mahler en la partitura, una frase del Woozzeck de Alban Berg o eslóganes del mayo francés del 68 (la obra se estrenó solo cinco meses después).

Luciano Berio con Italo Calvino. Foto: Cortesía de Collezione Luciano Berio, Paul Sacher Stiftung

Luciano Berio con Italo Calvino. Foto: Cortesía de Collezione Luciano Berio, Paul Sacher Stiftung

Los reflejos y la interacción entre el pasado y la actualidad están omnipresentes en un permanente proceso de deconstrucción y reconstrucción que establece una nueva forma de comunicación musical. "¿La música —declaraba— qué es sino una propuesta utópica de lenguaje?".

Joyce (en Thema), Cummings (Circles), Sanguineti (Passaggio), T. S. Elliot, Ezra Pound e Isidoro de Sevilla (en Laborintus II), los citados Beckett y Lévi-Strauss (en Sinfonia), Neruda (Coro) o Italo Calvino (La vera storia), forman parte de la pléyade de escritores del catálogo musical de Luciano Berio.

Un catálogo que engloba la música electroacústica (en la que fue uno de los pioneros), las "azzioni musicali" (como las bautizó, explicitando la primacía en ellas de los procesos musicales sobre los narrativos), la ópera (con la carga de la tradición y la fuerza de sus transgresiones), la música de cámara (una inmensa diversidad de propuestas), los solos (con valientes exploraciones del virtuosismo "técnico e intelectual" de los intérpretes), y la música coral y orquestal, que continuó agrandando y repasando sin desmayo.

Falleció en 2003, al poco de haber completado su última pieza, Stanze. Sus restos reposan en Radicondoli, en la Toscana, su querido lugar de residencia e inspiración durante casi la mitad de su vida.