Turistas disfrutando del atardecer en la Cala d'Hort, en Ibiza, Baleares (España). Foto: Germán Lama / Europa Press

Turistas disfrutando del atardecer en la Cala d'Hort, en Ibiza, Baleares (España). Foto: Germán Lama / Europa Press

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Ibiza no es como te la habían contado: la isla persigue recuperar sus años dorados

Umbral se refirió a ella como "el último paraíso pobre del Mediterráneo". Todo cambió desde entonces. De visita en la capital del lujo, aprovechamos para examinar su historia reciente y el momento que atraviesa en la actualidad.

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Ir de vacaciones a Ibiza en pleno agosto no fue como nos habían contado. Todo lo contrario. Nada más salir del aeropuerto, uno de nosotros advierte que no se percibe tanta humedad como la última vez que estuvo. Los demás pensamos: las playas, entonces, estarán más atestadas si cabe. La masificación de una isla virgen que abjuró del blanco de las casas encaladas para entregarse al gris del cemento y los colores vivos de las luces estroboscópicas. Lo que nos habían contado.

Pero desde el primer momento la sensación es radicalmente contraria a la que barruntábamos. Nuestro anfitrión, que nos acaba de recoger, hace la primera parada en el puerto de Eivissa, la capital de la isla, antes incluso de dejar las maletas. Convencidos de que haber encontrado sitio para aparcar será una anécdota que no volverá a ocurrir durante el viaje, la verdadera sorpresa nos asalta cuando avistamos una mesa libre en la primera terraza con la que nos damos de bruces. ¡Y no está reservada!

Los clientes, además, parecen del barrio. ¿Y la cuenta? ¡Si es más barato que en el pueblo! "Ibiza no es solo lo que ves en Instagram", tercia el anfitrión, también amigo, cuya vivienda será nuestro cuartel general durante la semana: un apartamento bajo con piscina que le puso en suerte la empresa en la que trabaja. Esta circunstancia es la que ha propiciado nuestra venida. Tal vez estábamos ante la única ocasión de visitar la isla blanca sin pagar alojamiento.

Dejando a un lado los precios de apartamentos vacacionales, incalculables si además tenemos en cuenta la oferta turística ilegal, el precio medio de una vivienda de alquiler en Ibiza es superior a 30 euros por metro cuadrado según los datos que proporciona Idealista. Un apartamento de 80 metros podría costar, por tanto, más de 2.000 € al mes. Para que comprendamos la dimensión: la media en España se sitúa en 14,6 €, o sea, menos de la mitad. Y eso que estamos en cifras inéditas. En cuanto a la vivienda en venta, los datos son, proporcionalmente, similares.

Por supuesto, las villas de los millonarios –a menudo segundas residencias– juegan en otra liga, pero es precisamente el turismo de lujo el que encarece el precio medio de la vivienda, tanto para alojamiento temporal como para inversión, pues genera mayor demanda. En fin, que un minimísimo porcentaje de población tendría subyugado prácticamente al resto de la isla, incapaz de hacer frente a un alquiler o a una hipoteca. Es, al menos, el sentir de la clase proletaria.

La realidad contra el lujo

En una taberna donde acabamos de probar el famoso bullit de peix (recomendable, sin más) escuchamos de tapadillo testimonios desalentadores: un parroquiano se lamenta por aquellos ibicencos que trabajan para que la isla luzca al gusto de quienes vienen a disfrutarla, mientras que ellos no pueden hacerlo. Por el ruido, por los problemas de convivencia con algunos veraneantes, porque ya no conocen a sus vecinos o porque ellos mismos tienen que marcharse, lo que implica además que la idiosincrasia de la isla se resienta.

El fenómeno de la gentrificación es tan humillante por este tipo de situaciones. Son extremos tan opuestos que solo un atardecer de esos imponentes sobre una cala majestuosa igualaría a unos y otros. Pero eso, ay, no consuela.

Evidentemente, hay muchas Ibizas. Es mucho más que los yates del puerto y mucho más que Ushuaïa –integrada en el hotel que linda con la antigua Space– y que UNVRS –antes KU y Privilege–, y que las fiestas privadas en hoteles de lujo y villas que se alquilan por 200.000 euros a la semana... De acuerdo, hay más Ibizas, pero ¿dónde están las famosas aglomeraciones de Ibiza?

El anfitrión nos ha explicado hace unos minutos que la presión turística tiene lugar en verano y cuando acaba la temporada, Ibiza se vacía. Puede dar fe de ello por su trabajo, que trasciende lo estacional. Bien, pero estamos en pleno agosto y es la segunda vez consecutiva que encontramos aparcamiento en la puerta. ¿Qué ha pasado con el turismo? El vicepresidente de la Confederación de Asociaciones Empresariales de Baleares (CAEB) en Ibiza y Formentera, José Antonio Roselló, advirtió en junio que "estamos ante un posible inicio de un proceso de contención porque hemos llegado demasiado lejos".

Es momento de retroceder en el tiempo: hasta los años 70 del siglo pasado, Ibiza era, según refirió Francisco Umbral, "el último paraíso pobre del Mediterráneo". Los payeses vivían de la agricultura, la pesca y la exportación de sal. No es casual que una de las playas más famosas sea la de Las salinas. Aquí hicieron nudismo los primeros jipis que llegaron a la isla, muchos de ellos desertores de la guerra que su país, Estados Unidos, libraba en Vietnam. "Paz y amor", ¿recuerdan?

La cuestión es que aquellos rubios norteamericanos tenían una mejor relación con los payeses que los guiris de ahora. No estaba de moda el balconing ni orinar, a la salida de un night club, frente a un coche que espera en un semáforo. O sea, no perturbaban la convivencia; antes al contrario, la enriquecían.

Los jipis no eran turistas, sino habitantes. Pero de algo tenían que vivir. Lo suyo era la moda hecha con productos artesanales, lo que acabó cristalizando en el Adlib: sombreros de paja, zapatillas de esparto, pareos, predominio del blanco y, para que nos entendamos, flower power.

Aquella estética se volvió irresistible para los artistas y los bohemios inquietos como el filósofo Antonio Escohotado, que apareció por las pitiusas en 1970. Fue por aquello de la libertad sexual, según reconoció muchos años más tarde en el libro Mi Ibiza privada (Espasa, 2019), pero el autor de Historia general de las drogas acabó montando la discoteca Amnesia, uno de los pocos templos de la música electrónica que sobreviven en la isla junto a Pachá.

Por cierto, que si a Ricardo Urgell, el fundador de la franquicia de las cerezas, le llegan a decir que su exclusivo club ibicenco iba a acabar ofertando bonocopas de 5 consumiciones a 40 euros en 2025, no se lo hubiera creído. Nosotros pudimos acreditarlo después de que nos lo chivara una fuente más que fiable.

Se trata de un viejo amigo de algunos integrantes que conformaban la troupe vacacional. Lleva en Ibiza una década trabajando para una empresa de seguridad. Lo mismo te pasa gratis a Amnesia (eso habría que contarlo en otra crónica) que vigila una obra desde una caseta, una villa millonaria o un albergue para indigentes.

Nos cuenta, a propósito, que en las discotecas dispensan bonos para workers, esto es, trabajadores que están de paso en la isla. Son descuentos o pases gratis durante determinadas horas. El objetivo, asegura nuestro informador, es que la discoteca no esté vacía. Desde luego, Ibiza no es lo que era.

La capital del artisteo

Pero entonces, decíamos, la capital de la fiesta fue también el rompeolas de la flor y nata de la cultura internacional. De Polanski a Bob Marley pasando por Eric Clapton, no hubo celebrity que no bailara al sincopado ritmo de Alfredo Fiorito, creador del Balearic Beat, y no pocos se dejaron llevar por la vidilla que les daban las florecientes drogas de diseño.

En la serie documental Locomía (Movistar Plus+, 2022), el líder y fundador Xavier Font no solo relata los vibrantes inicios del grupo en la isla, allá por los 80, sino que revela los estragos que hicieron las sustancias lisérgicas sobre algunos miembros, lanzados a la noche más electrificante.

La isla era la cuna del tecno y, a su vez, de todo lo estimulante, así que los codiciosos tampoco querían perderse la fiesta. Otra serie documental, Ibiza Narcos (Sky Showtime, 2024), da buena cuenta de la evolución del crimen organizado en la isla del lujo, apuntando las relaciones entre empresarios y narcotraficantes, a menudo con la complicidad de sujetos activos en política.

Aquellos estupefacientes son los que se consumían en las mejores salas de Ibiza, cuyas zonas VIP a menudo albergaban reuniones entre los peces gordos de la ciudad. No dirán que no tiene gracia que el homólogo del palco del Bernabéu en la isla sea el reservado de una discoteca. Según cuenta el guionista Asier Ávila en Fiesta (Libros del K.O., 2024), una crónica fascinante del fenómeno de las discotecas en España, KU era la que lo partía a finales de los 80.

Considerada la discoteca al aire libre más grande del mundo, vivió sus años más esplendorosos con el exfutbolista José Antonio Santamaría como socio accionista. No todos sabrán, por ejemplo, que fue aquí donde Montserrat Caballé y Freddy Mercury presentaron su Barcelona. Fue en 1987, en el marco de un evento que sirvió como prolegómeno a los Juegos del 92.

En el 93 KU pasó a manos de los Matutes bajo el nombre de Privilege. Con tentáculos en la esfera financiera pero también en la política –Abel Matutes fue alcalde de Ibiza durante el franquismo–, esta saga familiar millonaria sigue teniendo una influencia omnipresente en la isla.

El impacto de los precios

En aquellos años, los 90 y los 2000, proliferan los viajes low cost a la isla, dejando un rastro de guiris borrachos a plena luz del día que no ha terminado de desaparecer. La oferta era, para muchos, irresistible: billete de avión + entrada a la discoteca + pastilla de éxtasis por apenas 200 euros. Lo que no sabían es que quienes estaban ganando eran los de siempre.

Así fue como el turismo desaforado fue convirtiéndose en marca distintiva de la antigua isla virgen. De ahí al "hemos llegado demasiado lejos" actual. ¿Las causas del pinchazo? Cada cual presenta las suyas. La economía no está muy boyante en Europa, dicen algunos expertos, y, efectivamente, según los datos del Instituto de Estadística de las Illes Balears (IBESTAT), en junio se produjo un descenso del 7,6 % en turistas británicos, históricamente los más asiduos en Ibiza. También cayeron un 21,5 % los veraneantes que proceden de los Países Bajos y los alemanes, un 10 %.

En una encuesta realizada por Anàlisi Turístic d’Eivissa i Formentera (ATEIF), los turistas han expresado su disconformidad con los precios tan elevados, el turismo de excesos y la masificación. De los 1.757 encuestados, el 50% de las quejas correspondían al encarecimiento, el 15% al turismo de excesos y el 14% a la masificación. En realidad, está en los precios el kit de la cuestión. El turismo de clase media es lo que más ha bajado y esta no parece ser la principal preocupación de la Administración. Cuando dicen que prefieren un turismo de calidad antes que de cantidad, ¿a qué se refieren?

Desde luego, no quieren que la isla se masifique ("hemos llegado demasiado lejos"), pero ¿el turismo de calidad es el de la eclosión cultural y espiritual que sedujo a tantos creadores en los 70 o el de los millonarios que hacen insostenible la vida de los oriundos y los influencers que necesitan ser vistos bajo un atardecer? Si verdaderamente estamos en "un punto de inflexión" que augura "una nueva tendencia", no tardaremos en saber cuál es su destino. De lo que no cabe duda es de que el lujo y la fiesta han pasado factura a la isla. ¿Cómo se repondrá de esta resaca?