Juan, Carlos y Victor, de Sanguijuelas del Guadiana.

Juan, Carlos y Victor, de Sanguijuelas del Guadiana.

Música

Sanguijuelas del Guadiana, la nueva ola del rock extremeño: "En un pueblo aprendes a hacer música a cabezazos"

Con su primer disco, gestado en un municipio de la Siberia extremeña de 1.300 habitantes, la banda recorrerá este verano los festivales de toda España, con parada este sábado en el Río Babel de Madrid.

Más información: Camarón bajo el prisma contemporáneo: Judeline y Yerai Cortés homenajean al "más moderno del mundo"

Publicada
Actualizada

Se podría decir que Sanguijuelas del Guadiana, la banda extremeña omnipresente este verano en todos los festivales de España, surgió por cabezonería.

La de Juan, Carlos y Víctor, tres veinteañeros de la Siberia extremeña empeñados en seguir haciendo música más allá de la banda municipal de su pueblo y por grabar su primer disco, Revolá, allí, en Casas de Don Pedro, un municipio de aproximadamente 1.300 habitantes.

Hacerlo ahí y no en cualquier otro lado parecía la opción más coherente para un álbum—uno de los mejores del año— que da la vuelta al eterno viaje del emigrante. Su revolá, expresión extremeña que significa marcharse de un sitio, ha sido un regreso a casa.

Si antes los Sanguijuelas volvían cada domingo a la capital, ahora vuelven al pueblo, después de haber pasado el fin de semana recorriendo España con su gira Verbena en vena.

"Es como si te fueras un finde con tus colegas a una casa rural, pero todos los findes", cuenta a El Cultural Juan, guitarrista. "Siendo amigos de toda la vida estamos muy contentos", asegura Carlos, vocalista. "A veces estás cansado, pero luego te vas dos o tres días al pueblo y ya está", garantiza Víctor, bajista.

Este sábado tocan en el festival Río Babel de Madrid, ciudad a la que se mudaron para estudiar y donde la idea de hacer un disco solo podía barruntarse: "Aquí no podíamos ensayar porque no teníamos una sala de ensayo y tampoco podíamos pagarla".

Ahora son habituales del Camping Osuna, la única zona de acampada céntrica y nuevo punto de encuentro musical —se celebran conciertos, jam sessions, noches de Piano Club y recientemente los G-5 de Kiko Veneno presentaron allí su nuevo disco—, y el sitio donde comen, duermen y ensayan en su paso por la capital.

Este sitio, con un microclima capaz de refrescar un mediodía madrileño de julio, parece el adecuado para unos chicos orgullosos de estar "jaribes" todavía.

Asalvajada e inquieta, así también reflejan en el disco su preciada infancia sin preocupaciones. "Sobre todo el recuerdo de los veranos en el pueblo cuando venía todo el mundo, hacías amigos de Madrid, de Barcelona, ibas al río, volvías, ibas a la verbena por la noche con tus padres y correteabas por ahí haciendo alguna zangá", relatan Carlos y Juan.

Con una mezcla de sonidos tradicionales extremeños, como la jota, el pasodoble de Los Cabales y el Ay, qué dolor de Los Chunguitos, que suelen versionar en directo, el pulso rockero de Extremoduro, la rumba de Estopa y la energía electrónica de verbena que evoca el funk de La Plazuela, la banda extremeña ha forjado un estilo libre y fresco que muestra la esencia de su pueblo, pero conecta con el espíritu de muchas otras zonas rurales de España. "Mola que canciones que bailaban tus abuelos la bailen ahora gente de nuestra edad".

Fue en Casas de Don Pedro donde presentaron el pasado mes de mayo el disco, cuya portada pretende imitar al azulejo del fertilizante Nitrato de Chile que cuelga en muchas de las calles extremeñas y cuyos videoclips están protagonizados por vecinos del pueblo.

"La gente está hasta casi más contenta que nosotros. Están orgullosos de que de un sitio donde no hay apenas nada, salga un grupo y que cuenten sus vidas, sus costumbres y sus tradiciones", asegura Juan.

Aunque el disco respira un aire colectivo, también es profundamente personal. Producido por Infarto Producciones —el sello de Jorge González, de Vetusta Morla—, recorre tres etapas clave en la vida de la banda: Jaribe, Barrunte y De Vuelta a las Capitales.

Sanguijuelas del Guadiana en Casas de Don Pedro.

Sanguijuelas del Guadiana en Casas de Don Pedro.

Sus letras, que parecen escritas en esos viajes interminables de autobús por carreteras comarcales, están atravesadas por el miedo a irse y a quedarse, y sorprenden por su madurez.

"Muchas canciones del disco hablan también del miedo de hacer cosas allí. Porque no es tan fácil como aquí. Al principio, tener una banda en un pueblo es complicado. La gente no está acostumbrada y no lo entiende", explica Carlos.

Criarse y descubrir la música allí también les ha configurado como artistas. "Quizá el aprendizaje sea más lento", reconoce el guitarrista, "porque no es como en Madrid, que hemos hecho amigos y tocando con ellos se aprende más. Uno te enseña una cosa, otro otra. Aquí hay más gente que le gusta y hace lo que mismo que tú".

"En el pueblo aprendes a buscarte las maneras de hacerlo como sea. En una ciudad, aunque no estés yendo a clases de guitarra, vas a conocer a alguien que te va a decir: esto hazlo así. En el pueblo es estar tú solo dando cabezazos hasta que aprendes algo. Pero luego, lo que aprendes es muy tuyo, porque lo haces a tu manera y creo que puede ser más auténtico", opina Carlos.

Pero no todo son ventajas, por ejemplo, "es fácil poder ensayar en una cochera, pero a la vez imposible ensayar en un local de ensayo porque, siendo realistas, no va a haber uno en un pueblo", explica el cantante.

"Lo decía el Robe, cuando le dieron la medalla (de la Junta de Extremadura), necesitamos locales para que la gente vaya a hablar, a pintar, a tocar música, a hacer lo que les dé la gana, básicamente", apostilla Juan, para quien lo peor es "conocer a gente del mundillo". "Si tú quieres grabar un disco desde el pueblo y no conoces a nadie, es complicado, no tienes ni puta idea de cómo funciona el juego".

Casualidad o suerte, en el caso de la banda, fue Pedro Lopeh, músico y vecino de la Siberia extremeña, quien habló de Sanguijuelas del Guadiana a Jorge González, productor del disco.

Revolá no busca lanzar un mensaje de retorno a la España vaciada, sino reivindicar el arraigo como forma de resistencia. "Hemos contado lo que hemos vivido, pero si eso puede servir para que alguien se vuelva al pueblo y sobre todo para que no se tenga que ir, pues nosotros encantados de ser referentes de eso".

Aunque los estragos de la pandemia pusieron en evidencia la habitabilidad de las ciudades, la falta de recursos y oportunidades hace que el éxodo rural parezca condenado a repetirse. "Ya casi siempre somos menos en los bares", cantan los Sanguijuelas en Septiembre.

"La verdad es que no creo que la gente esté volviendo, siempre se te inculca tener que irte para desarrollarte profesionalmente o para estudiar. Habrá gente que vuelva, pero sobre todo gente mayor, que teletrabaja. Pero la finalidad de esto es que la gente joven se quede en el pueblo, porque son los que lo impulsan y es lo que tiene sentido", señala Carlos.

Con naturalidad, calidez y cada vez más tablas, los Sanguijuelas del Guadiana ya saben lo que es tocar para multitudes. Han sido teloneros de grupos como La Raíz o Carolina Durante, y este verano tocarán en macrofestivales como el BBK o el Sonorama, en una gira que acabará en mayo de 2026 en la Riviera de Madrid.

En sus conciertos, las banderas de Extremadura ondean con orgullo. "Los extremeños estamos repartidos por todos lados, que la gente pueda sentir su tierra, durante una hora que dura el concierto, que se pueda transportar al pueblo, pues mola".

En un momento en el que cada región presume de sus raíces, ¿qué ocurre con la escena musical extremeña? "Creo que en Extremadura todavía no ha salido esa cosa de sentirse orgulloso de ser de allí. Está saliendo ahora un poquillo, pero en otros sitios como Andalucía lleva años pasando. Yo creo que es por estar entre medias de todo", opina el vocalista.

Aun así, creen que hay otros grupos extremeños, como El Gato con Jotas, que aunque en un registro más folclórico, también reivindican su tierra. "La suerte de poder vivir donde naces", cantan en Revolá y, a estas alturas, parece que ellos se han ganado el derecho a hacerlo.

"Sabíamos que era el momento de hacerlo porque si no, no lo íbamos a hacer nunca. Si ya empezábamos a trabajar, aunque siguiéramos con el proyecto, nunca íbamos a dedicar el tiempo necesario para hacerlo y para juntarnos los tres. Era el momento y decidimos apostar por ello. Y creo que no hemos fallado", dice Juan. Ya se sabe, nunca hay que subestimar la cabezonería.