Image: Gallardo del Rey, 50 años a la guitarra

Image: Gallardo del Rey, 50 años a la guitarra

Música

Gallardo del Rey, 50 años a la guitarra

26 abril, 2019 02:00

Gallardo del Rey. Foto: Juanlu Galán

El guitarrista y compositor lanza el disco 50 años no es nada, su celebración de medio siglo unido a un instrumento con el que ha conectado el universo flamenco y el clásico. Incluye grabaciones con Plácido Domingo y Teresa Berganza.

Todo comenzó un día de Reyes, cuando su tío, “andaluz de pura cepa aficionado a la música”, le regaló al niño José María Gallardo del Rey (Barcelona, 1961) una guitarra en cuya funda, guardando un sueño premonitorio, se encontraba la partitura del Concierto de Aranjuez. Desde luego, no fue lo primero que tocó con nueve años durante su debut en Sevilla, pero en 1990 dirigió en Osaka la obra de Joaquín Rodrigo, interpretada por la Telemann Chamber Orchestra, con un solista de excepción, Paco de Lucía.

“La música es parte indispensable de las personas. Está en todos los parámetros de la vida, desde el bombeo del corazón, que ya tiene un ritmo y al que, si le ponemos un metrónomo, no nos vamos a equivocar, hasta el llanto de un recién nacido, que puede ser un ‘quejío'. Cualquier momento de la existencia está bendecido por la música”. Así que, esgrimiendo como lema la frase de Nietszche, “Sin la música la vida sería un error”, Gallardo del Rey publica ahora en doble CD 50 años no es nada (Universal), una selección de treinta piezas, que son la banda sonora de su “historia de amor con la guitarra”, en la que incluye un buen número de composiciones propias, por un lado, y por otro, interpretaciones que van desde J. S. Bach a Piazzola o desde Mendelssohn a Falla, pasando por García Lorca, Bacarisse o Rodrigo.

El ritmo es más importante que la métrica, la emoción que la perfección. Eso es lo que te enseña el flamenco"

Agradecimiento maternal

“A mí siempre me gusta decir que el instrumento que toco es la guitarra española, porque siento que cubro esas dos vertientes, lo clásico y lo flamenco, que nutren mi alma de creador y mi recorrido de intérprete”. ¿Un guitarrista clásico con aire flamenco, un guitarrista flamenco que toca clásico? “Nunca le agradeceré lo suficiente a mi madre que antes de ingresar en el conservatorio me pusiera a estudiar con un guitarrista flamenco. Este hecho fue crucial en mi carrera, ya que me hizo ser consciente de que el ritmo es más importante que la métrica, que la emoción es más importante que la perfección y que, ante todo, el lenguaje identitario que te proporciona el flamenco tocando un instrumento como la guitarra española es algo impagable cuando lo tienes desde pequeño”.

Gallardo del Rey, que ha compartido escenario con John Williams, Menuhin, Rampal, Ozawa, Elton John o Rostropovich, y que ha ofrecido conciertos en el Teatro de los Champs Elyseé, Ópera Cómica de París, Konzerthaus de Viena, Teatro Real, Auditorio Nacional de Música de Madrid, Auditórium Stravinski de Montreaux, Performance Arts Centre de California o Carnegie Hall de Nueva York, escoge ahora los que para él son sus trabajos más representativos con el fin de celebrar ese medio siglo de incesante actividad profesional, que ha dado como resultado una extensa obra discográfica de primera magnitud. “Deseaba hacer una recopilación para atender a un repertorio que englobara un doble criterio: por una parte, con una mirada en lo que es la guitarra como instrumento solista, pero no quería olvidarme de esa otra dimensión que es la de compartir escenario con otros artistas, con otros géneros musicales y con otros instrumentos. De ahí que en este recorrido por los cincuenta años hayan tenido una representación significativa mis grabaciones con Teresa Berganza, Plácido Domingo, Ezequiel Cortabarría, ese gran flautista argentino, el guitarrista Miguel Ángel Cortés, mi hermano flamenco, o el cantaor Paco del Pozo, al que admiro. El mundo de la guitarra clásica es muy solitario y no suele compartir su espacio. Lo contrario que en el flamenco, donde antes de convertirte en un concertista tienes que pasar por esa especie de conservatorio que es el acompañamiento al baile y al cante”.

Desde la altura de los cincuenta años cargados de sonidos que fluyen de la propia guitarra, desde esa atalaya de viajes, de teatros en los confines del mundo, de encuentros y países, desde ese campo abierto e interminable, donde la memoria queda velada y casi no abarca el paso del tiempo, el mundo puede verse de otra manera. Entonces se prefiere el silencio de las imágenes que se van difuminando. “Más que madurez, elijo el término perspectiva. Cuando has cumplido tantos años tocando un instrumento, te sales un poco de ese escenario para verte desde fuera, eres consciente de dónde estás y dónde has estado para no repetir errores y también para festejar con alegría el haber hecho la música que te llena”.