Image: David Afkham: La Orquesta Nacional es ya mi familia y mi prioridad

Image: David Afkham: "La Orquesta Nacional es ya mi familia y mi prioridad"

Música

David Afkham: "La Orquesta Nacional es ya mi familia y mi prioridad"

11 septiembre, 2015 02:00

David Afkham. Foto: Fernando Maqueira y Laura L. Lombardía

La OCNE arranca una etapa ilusionante bajo la batuta de David Afkham. El romance entre la orquesta y el pujante director alemán empezará a brillar el próximo viernes (18) en el Auditorio Nacional, con Mahler y su Sinfonía n° 2 como testigos. Será el primero de los ocho programas que dirigirá, ya como titular, esta temporada en Madrid. Antes de subirse al podio, Afkham charla con El Cultural sobre las claves de su proyecto: repertorio, cantera, ambiciones, compromisos...

Resulta curioso que la primera temporada de David Afkham (Friburgo, 1983) como titular de la Orquesta Nacional sea la motejada como 'maldita'. Bautismo impuesto por su intención de rescatar autores y partituras ocultas o arrinconadas en el olvido. Y es que pocas figuras del panorama sinfónico internacional encarnan más nítidamente el reverso del malditismo. El talento del director alemán es ponderado, sin escatimar epítetos elogiosos, por tótems como Barenboim, Mehta... Muchas de las formaciones mundiales más emblemáticas reclaman sus servicios con insistencia: la Staatskapelle de Berlín, la Filarmónica de los Ángeles, la Sinfónica de Viena, la Concertgebouw, la Sinfónica de Londres.... Su carisma y su porte esbelto y repulido enardecen los tendidos de los auditorios: en su estilo la solidez y el rigor técnico no asfixian una electrizante espontaneidad. Y en atriles, los músicos guiados por su batuta exprimen sus habilidades, motivados por su tacto, su talante abierto a sugerencias y sus dotes para transmitir una precoz sabiduría.

Fueron, de hecho, los instrumentistas de la Nacional los que sugirieron (exigieron) a Félix Alcaraz, su actual director técnico, que lo persiguiera otra vez. Su fichaje lo habían apalabrado su predecesor, Ramón Puchades, y Josep Pons, al que iba a relevar en el podio en 2012. Pero quedó en suspenso con el cambio de Gobierno y el estrangulamiento presupuestario durante el enésimo repunte de la crisis. Alcaraz, inteligente y práctico, quería tener contentos a sus músicos. Así que marcó de nuevo el número de Afkham. La segunda negociación desembocó en un acuerdo por tres años que arranca, de cara al público, el próximo viernes (18), día en el que acometerá la Sinfonía n°2, Resurrección, de Mahler.

Antes de comenzar esta "ilusionante etapa", Afkham, al teléfono desde Gotemburgo, desgrana en una larga conversación con El Cultural las claves que la inspiran y el rumbo que pretende marcar a la OCNE.

-Todo se inició el 10 de septiembre de 2010. Fue la primera vez que se puso al frente de la Orquesta Nacional. Hablan de flechazo. ¿Fue para tanto?
-Hicimos un bonito programa con la Quinta de Chaikovski y Ma mére l'Oye y Shéhérazade de Ravel... Inmediatamente surgió la conexión. Sentí que los músicos y yo estábamos al mismo nivel, remando hacia un mismo destino. Eso es emocionante porque hacer música supone abrir tu alma. Además, me encantó Madrid y el Auditorio Nacional. Así que todo el 'paquete' me pareció muy atractivo.

-En esos meses de incertidumbre, en que su llegada se truncó, ¿no estuvo tentado de marcharse a otro lado?
-Fue extraño y frustrante porque las dos partes estábamos deseando empezar a trabajar juntos. Pero faltaba la luz verde desde las instancias burocráticas. Me decían que de momento no era posible cerrar un acuerdo. Y tenía que aceptarlo. Pero la ilusión seguía en mí. Así que cuando me llamaron otra vez no lo dudé: dije sí.

El flechazo ha devenido en relación formal y estable. Todos contentos. Aunque algunos dudan de la fidelidad del galán germano. Su popularidad, disparada, ha elevado su cotización en el mercado sinfónico. La amenaza de que una de las grandes orquestas lo coloque en su punto de mira despierta suspicacias. Afkham se apresura en desterrarlas: "La Orquesta Nacional es hoy mi familia y mi prioridad. Mi compromiso es del 100%, con sus músicos y con la institución. Y no sólo para dirigirla desde el podio.

Busco flexibilidad para estar a la altura en diversos estilos, y que sonemos como un cuerpo único"

De hecho, intento asistir a las máximas audiciones posibles. La titularidad también implica muchas reuniones, con directivos, sindicatos, representantes ministeriales... Aunque eso no quita que siga colaborando con otras orquestas. Es fundamental. No tiene sentido que la dirija todas las semanas. Hay que hacerle hueco a otros colegas que contribuirán a mejorar su sonido".

Un sonido que cautivó desde el principio a Afkham. También venía de serie en el 'paquete' que tanto le estimuló. "De sus cimientos, de los registros más graves, brota una oscuridad que me es muy familiar. Me llamó mucho la atención porque es un rasgo muy apegado a la tradición alemana, lo cual hace que, en este aspecto, me sienta ya en casa".

-¿Qué otras cualidades encuentra en esta orquesta?
-Todos los músicos son buenísimos. Es muy potente la carga emocional y el entusiasmo que insuflan a las partituras. Increíble. Si se lo proponen, pueden llegar a donde quieran. Y creo que así será, porque su actitud es la de ir a por todas, sin fijarse fronteras. Y, además, aprenden muy rápido.

-¿Y en qué otros apartados cree que tiene un trabajo más duro por delante? ¿Detecta algún flanco débil?
-Es difícil responder a eso. Desde mi punto de vista, todo depende del repertorio que se quiera esgrimir. Cada estilo requiere unos recursos. Busco una flexibilidad que permita estar a la altura en cada uno. Y que sonemos como un cuerpo único, respirando al unísono, sin que dejen de brillar los solistas, por supuesto. Quiero abrirme más allá de los consabidos románticos. Por eso he decidido incluir ópera [en enero dirigirá El holandés errante, con el bajo-barítono Bryn Tierfel]. Es un género que amo y del que hace mucho tiempo que la Orquesta Nacional no interpretaba una obra completa. La ópera es un buen ejercicio para que los músicos se escuchen unos a otros y se conjunten. Es muy importante, además, adentrarse en la música contemporánea y, claro, en el repertorio español.

-En noviembre interpretará El sombrero de tres picos de Falla. Lo de airear nuestro repertorio lo marca el guión pero ¿hasta qué punto le engancha nuestra música?
-El sombrero de tres picos es una maravilla. Hay un puñado de magníficos compositores: Falla, Albéniz... En el siglo XX, Monsaltvatge, Halffter... Y en la actualidad me interesan mucho Mauricio Sotelo, Héctor Parra, Alberto Posadas... Me siento responsable de difundir su obra. En noviembre abordaremos la partitura de Falla pero antes, en septiembre, tocaremos la obertura para la suite Wilde, de Parra. Se trata de compensar la tradición con el repertorio contemporáneo.

Antes el director acumulaba demasiado poder, pero no creo que sea la mejor fórmula. Yo confío en mis músicos"

-¿Ve mucha diferencia en el día a día de las orquestas alemanas y las españolas?
-Cada orquesta tiene su personalidad. Dentro del mismo país puede haber grandes diferencias. A mí lo que más me impacta de las españolas es su arrebato. No digo que en las alemanas no haya pasión pero en España brota más fácilmente. Luego, el día a día es similar: reuniones, ensayos, audiciones...

-Dice que cada orquesta tiene su carácter pero cada vez más sus sonidos se van homologando. ¿No lo percibe así?
-Sí, es un fenómeno inevitable. El mundo cada vez es más pequeño y en las orquestas confluyen músicos de muchas nacionalidades. Además la formación en los conservatorios está cada vez más estandarizada. Es un peligro que se puede combatir cultivando la cantera, inculcando a sus jóvenes el respeto a sus raíces. Aunque también es muy peligroso quedarse anclado en la tradición. Ya lo decía Mahler: "La tradición es la transmisión del fuego y no la adoración de las cenizas".

El cuento se lo aplica Afkham. Su formación musical es canónicamente centroeuropea. Mozart, Haydn, Beethoven, Schubert, Schumann, Mendelssohn, Strauss y Brahms son las balizas que han delimitado su trayectoria. El último, de hecho, es el que más aparece en los ocho programas que ejecutará esta temporada en Madrid. Pero esos programas traslucen a su vez una vocación ecléctica y expansiva, que acreditan los mencionados guiños a la lírica y a España.

La inclinación hacia la música no es un accidente en su biografía. Toda su familia está en mayor o menor medida embarcada en ella. Su hermano toca la viola en la Filarmónica de Berlín, que, con sus resonancias legendarias, permea en los sueños del joven Afkham (no oculta este detalle). Se formó en un liceo francés y estudió piano y violín pero lo de ceñirse a un instrumento pronto se le quedó demasiado estrecho. Quería más, tener una visión holística de la música, algo que sólo podría conseguir escudriñándola desde podio. Lo amamantó Bernard Haitink y el premio Donatella Fink, que llevaba aparejada la colaboración con la Sinfónica de Londres, le permitió meter la cabeza en la división de honor de las batutas mundiales.

Con Haitink sigue manteniendo largas conversaciones. Son muchas las lecciones provechosas en tantos años de tutelaje. Pero a Afkham le gustaría heredar sobre todo una destreza del director neerlandés: su maestría para extraer lo mejor de cada músico. Algo que consigue con pocas palabras e instrucciones clarividentes. No extirpando a los músicos las notas a voces sino ofreciéndoles un margen de libertad.

Hoy tendemos a olvidar que la cultura es nuestra identidad. Prevalece una concepción economicista del ser humano"

Afkham marca distancias con los directores que empuñaban la batuta como si fuera una fusta. Sobrevuelan en sus reflexiones los nombres de Karajan, Furtwängler, Klemperer... "Fue una época en la que el director acumulaba demasiado poder. No creo que sea la mejor fórmula. Yo tengo que confiar en mis músicos a la fuerza porque con mi batuta, al moverla en el aire, no genero ningún sonido. Yo soy un médium, un traductor, entre el compositor y los músicos. Dentro de la orquesta me gusta verme como un primus inter pares".

Su madre es alemana. Y su padre persa, criado en Bombay. Llegó a Alemania en los 50, con 18 años. Esos antecedentes agravan su rabia cuando ve en los informativos los albergues de refugiados ardiendo en su país. Afkham se avergüenza y a la vez se defiende ofreciendo otra cara del pueblo germano: "Me hiere profundamente. Por supuesto no todo es xenofobia. También están las personas que espontáneamente se acercaron a la estación de Múnich para recibirles con bolsas de comida, agua, ropa... Gracias a Dios, Alemania está empezando a denunciar explícitamente los ataques de estos radicales de derechas. Europa tiene mucho trabajo pendiente con los desplazados; en nuestro suelo, para atenderlos con dignidad, y en el suyo, para evitar las circunstancias que originan su huida masiva".

Notas contra bombas

La indignación se proyecta también sobre otros frentes de la realidad, como el trato dispensado a la cultura en estos años de carestía financiera. "Que una orquesta desaparezca por los recortes es un tragedia. La música tiene la facultad de conectarnos, e incluso de propiciar la paz. Ya sé que no puede detener un bombardeo pero hay muchos ejemplos de sus efectos conciliadores: la West-Eastern Divan de Barenboim, la Gustav Mahler Jugendorchester en los tiempos del muro... Hoy tendemos a olvidar que la cultura es nuestra identidad. Prevalece una concepción economicista del ser humano, como mero productor. Pero no somos hormigas ni robots. El hombre levanta la cabeza a lo alto para buscar respuestas. Intenta comunicarse con entidades que le trascienden. ¿Dios, la música, el arte, la ciencia...? Con la cultura no podemos distraernos. Debemos estar siempre vigilantes para defenderla".

@albertoojeda77