Música

Curro Vargas, zarzuela con aire de ópera

14 febrero, 2014 01:00

El director escénico Graham Vick en los ensayos de Curro Vargas. Foto: Fernando Marcos

El Teatro de la Zarzuela rescata, 20 años despúes de su última versión, esta zarzuela a la que Chapí aplicó presupuestos operísticos. El regista Graham Vick, encargado de la escenografía, imprime al nuevo montaje un sello internacional.

Ruperto Chapí tuvo siempre como norte y casi única preocupación triunfar no en la zarzuela, sino en la ópera. Algo que han resaltado siempre numerosos autores, Emilio Casares a la cabeza. Junto con Tomás Bretón y Felipe Pedrell es sin duda el gran adalid de este género en nuestro país hacia fines del XIX. Siete de los títulos de su catálogo son óperas sin discusión de ningún tipo: Las naves de Cortés (1874), La hija de Jefté (1876), La muerte de Garcilaso (representada en Toledo hace unos años a iniciativa del tenor Rafael Lledó) (1876), Roger de Flor (1878), La serenata (1881), Circe (1902) y Margarita la Tornera (que el Real exhumó temporadas atrás) (1909).

En el mundo de la zarzuela el compositor pretendía aplicar algunos de los presupuestos empleados en esas obras líricas mayores a efectos de engrandecerla. La bruja, La tempestad y, por supuesto, Curro Vargas son el resultado de esa óptica. En tal sentido nos encontramos ante "una alternativa creíble al ya casi manido tema de la ópera nacional, que no hallaba una salida definitiva" (Casares). Esta obra, que ve de nuevo la luz -hace unos veinte años se repuso en el mismo coliseo una versión incompleta- a partir de este viernes 14 en el Teatro de la Zarzuela, es un melodrama verista de tomo y lomo, una partitura romántica con cuerpo de zarzuela, que encierra un conglomerado de coplas, de danzas, saetas, coros festivos y populares; y de romanzas y números líricos de magnífico cuño. Y muestra a través de todo ello el eterno tema del amor y de la muerte.

Estos dos polos, nos dice el británico Graham Vick (1953), encargado de llevar a escena la obra, "se encuentran muy a menudo en el corazón del drama musical. Peligroso, apasionante, cruel y moralmente rotundo, absurdo y obsesivo, a través de la hipocresía provinciana, el chantaje emocional, el autoengrandecimiento y el autoengaño, hasta la más difícil de las preguntas: ¿qué significa ser un hombre?". Con tal bagaje, estas emociones serán plasmadas por el fantasioso regista, autor de algunos importantes montajes en nuestro país (Rigoletto en el Real, Werther en La Coruña). Las palabras del libreto, escritas por Joaquín Dicenta y Manuel Paso Cano, engarzadas en los férvidos pentagramas chapinianos, serán cantadas en sus partes protagonistas por las voces de Saioa Hernández, soprano lírica de amplio aliento, y Andeka Gorrotxategui, tenor de oscuro timbre, que se alternan con Cristina Faus, más ligera y luminosa, y Alejandro Roy, templado y firme, de emisión más franca. Hay muy buenos compañeros en el reparto: Milagros Martín, Ruth González, Israel Lozano, Joan Martín-Royo, Marco Moncloa, Gerardo Bullón, Luis Álvarez... La batuta la empuñará el muy seguro y musical Guillermo García Alcalde.