Image: Simon Rattle

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Música

Simon Rattle

“No quiero vivir de las rentas del pasado”

26 marzo, 2010 01:00

El director británico Simon Rattle. Foto: Peter Adamik / EMI

Comienza mañana el Festival de Pascua de Salzburgo, que ofrece en manos de Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín el tradicional combinado de ópera (un Götterdämmerung de Wagner que llevaban 40 años sin tocar) y tres conciertos, en los que participará también Mariss Jansons. Además del ciclo contemporáneo Contracom, la ciudad completa su oferta para estas fechas con las representaciones del Teatro de las Marionetas.

Nada de Herr Rattle. Los berlineses lo llaman Simon, a secas, cuando lo paran por la calle para estrecharle la mano y contagiarse de su emoción. "Te preguntan cómo va todo, qué tal los ensayos, cuándo es el próximo concierto -explica el director británico a El Cultural- y te das cuenta de que la música forma parte de la vida de la ciudad, de que la orquesta no está constreñida a las cuatro paredes de la Berliner Philharmonie, sino que todos participan del proyecto". Es lo que tiene haber precipitado el cambio generacional de un conjunto que conserva las hechuras de Furtwängler o Karajan pero que en los últimos años ha incorporado a su plantilla una nómina de veinteañeros tan prolija en repertorio como en nacionalidades. Veinte en total. Y un español, recién alistado, por primera vez en la historia de este club centenario de 128 socios, 52 de los cuales ya no son alemanes. A mano alzada eligieron en 2002 a Simon Rattle (Liverpool, 1955) para que los liderara, lo que le convirtió también en director artístico del Festival de Pascua de Salzburgo, que arranca mañana una edición que viene precedida por el escándalo financiero de los magnates austriacos. Abrirán, muy oportunamente, con El ocaso de los dioses de Wagner, una obra que los filarmónicos no ejecutaban desde Karajan, y con la que cerrarán el ciclo del Anillo iniciado en Aix-en-Provence.

-¿Sobrevivirá el festival a los titulares de prensa?
-De los perjuicios económicos no respondemos nosotros. Con o sin titulares, Salzburgo pertenece a otra dimensión. Allí te rodeas de historia y te expones a uno de los públicos más sofisticados del mundo. Lo importante para nosotros es El ocaso de los dioses, que la Orquesta lleva 40 años sin abordar.

- Se ha dicho que es usted el José Antonio Abreu europeo.
-Exageran. José Antonio es un Nelson Mandela, un revolucionario, un catalizador de ideas. Ha salvado vidas con un Sistema que cuenta por miles los jóvenes que pueden vivir de la música. Chavales, de apenas 17 años, que te hacen estremecer con la Primera de Mahler.

-Su programa pedagógico, el Zukunft@BPhil, ¿comparte los mismos objetivos?
-Lo mejor de todo es que no nos marcamos objetivos concretos. Nuestra filosofía tiene más que ver con la responsabilidad de no limitar la música a la partitura. Todo esto ha acelerado un cambio generacional en los músicos, y también en los públicos. Pero, insisto, no se trata de algo que hayamos apuntado en una lista de cosas que hacer antes de 2011, sino que ha ido sucediendo a nuestro paso.

-Con el Premio Juan de Borbón de la Música 2008 se reconocía todo ese esfuerzo.
-Fue una satisfacción que alguien supiera ver más allá del rendimiento musical para valorar el aspecto más humano de nuestro trabajo. Le hablo de la emoción, de los sentimientos y del espíritu de convivencia que rodea a la experiencia musical.

-Sólo usted se ha atrevido a dar el tan temido salto generacional.
-No es una cuestión personal. En los últimos años, se han jubilado 35 maestros, que han sido sustituidos por músicos veinteañeros. Los alemanes siguen siendo mayoría, por lo que se preserva ese sentimiento de identidad, pero ahora la Orquesta habla 15 idiomas.

-Español incluido.
-Sí. Además de Edicson Ruiz, contrabajo venezolano, el pasado mes de febrero se incorporó el primer español, Joaquín Riquelme, un viola sensacional. El hecho de que se vaya incorporando gente joven significa que iremos perdiendo paulatinamente memoria histórica. No quiero decir que vaya a renunciar a la tradición, pero sí habrá que trabajar para crear nuestra propia memoria y no vivir de las rentas del pasado.

-¿Es el futuro lo que se avecina desde la web del Digital Concert Hall de la orquesta?
-Nunca habría imaginado el éxito de retransmitir los conciertos por internet. Es algo que han hecho los músicos de manera altruista, pues no reciben ninguna retribución. Me enorgullece saber que hay gente siguiéndonos desde Colombia o, como nos ocurrió recientemente, encontrar a Wynton Marsalis al otro lado de la pantalla. Nunca se me han dado bien los negocios, pero tengo la seguridad de que el futuro nos espera en este tipo de cosas.

-Claro que usted es más del método tradicional, el del compromiso año tras año.
-La receta del éxito es tiempo, tiempo y más tiempo. La buena cocina se hace a fuego lento. Hablo de 10, 15, 20 años. El primer quinquenio es siempre de transición. No hay más que ver lo que sucedió con la Sinfónica de Birmingham. Lo mismo quiero hacer en Berlín.

-¿Se refiere a adelantar a la Concertgebouw en el ranking mundial de orquestas que elabora la revista Grammophone?
-Para serle sincero, no creo demasiado en esas cosas. Están bien como pasatiempo o para vender revistas. Pero créame que esto no es una competición. Tampoco creo que exista un baremo que permita comparar dos orquestas. ¿Qué prefiere, un Rioja o un Albariño? Mire, me quedo con los dos.

-¿Y cómo van las cuentas de una orquesta que hace años atravesó no pocas dificultades?
-Estamos hablando de Berlín, ¿no?, una ciudad que ha encontrado en la cultura una salida a todos los problemas de su historia. No hay de qué temer.

-¿Ni siquiera al decaimiento?
-Le diré una cosa. No conozco a nadie que se haya tomado la música en serio y que no se haya deprimido en algún momento. Es la incertidumbre ante una experiencia que te supera emocionalmente.