Image: Carmelo Bernaola

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Música

Carmelo Bernaola

“La valoración de mi obra se la dejo a los críticos"

12 junio, 2002 02:00

Carmelo Bernaola. Foto: Jaime de Villanueva

El miércoles 5 de junio fallecía Carmelo Bernaola, uno de nuestros grandes compositores de la segunda mitad del siglo. Apenas unos días antes había hablado largamente con El Cultural en la que fue, posiblemente, su última entrevista a fondo. Fatigado ya por su frustrada lucha contra el cáncer, sin ese jovial impulso que le caracterizó, permanece en ella, a pesar de todo, la entrañable lucidez y franqueza de sus palabras, publicadas en homenaje póstumo.

Nacido en Ochandiano, Vizcaya, el próximo 16 de julio hubiera cumplido 73 años. En esta entrevista póstuma se realiza un detallado repaso a su obra, sus ideas y su rica peripecia vital. Vinculado a la denominada Generación del 51, muestra su estrecha relación con algunos de sus colegas. "Siempre me he sentido muy unido a Cristóbal Halffter y a Luis de Pablo", afirma. "Naturalmente, cada uno de nosotros tenemos y hemos mantenido siempre nuestras propias características, aunque dentro de una cuestión común. Por eso me considero muy feliz de formar parte de esa generación que surgió en España tras la diáspora provocada por la Guerra Civil".

-Quizá su lenguaje sea más espontáneo, incluso más natural y menos intelectualizado...
-¡Hombre! Pues no lo sé, eso lo deben decir los críticos y los estudiosos de la música. Todos esos juicios van por criterios personales, porque también hay quien dice que tengo obras insoportables, muy rudas de escuchar y todas las cosas de cuando algo no gusta.

Himno del Athletic
-Siempre ha compuesto todo tipo de piezas, desde pasacalles a marchas y valses... hasta el arreglo del himno del Athletic de Bilbao...
-Lo del himno del Athletic vino mucho después, en 1985. Pero sí es verdad que desde muy pequeñito componía de todo, para fiestas populares y para lo que hiciera falta. Desde los once años ya escribía montones de cosas.

-Vamos..., que era usted el Albéniz de la época...
-No, ¡por Dios! Albéniz es uno de los más grandes músicos que ha dado España en el siglo pasado. ¡Caramba con Albéniz! ¿Sabía que su padre era vasco, de Vitoria?

-Si Albéniz fue un estupendo pianista, usted fue un virtuoso clarinetista. ¿La calidad de su música pudo beneficiarse de esto?
-Pues claro, es muy importante esa faceta de intérprete, que ha marcado sustancialmente mi obra. Compositores como Stravinski y Ravel andaban como locos preguntando a los instrumentistas cómo se hacía esto o aquello. Esta proximidad a la realización musical me hace ser especialmente cuidadoso también a mí. No me duele reconocer, sino todo lo contrario, que siempre estoy telefoneando a intérpretes amigos para consultarles acerca de aspectos concretos: de las posibilidades de un armónico en el contrabajo a cómo resolver un pedal en el arpa.

-En su geografía personal aparecen cuatro entornos claves: su Euskadi natal; Medina de Pomar, en Burgos; Madrid y, finalmente, el largo paréntesis romano.
- Sin olvidar San Martín de Porres, en Burgos, de donde es mi mujer Carmen. Probablemente todos esos diversos paisajes y ambientes sonoros han marcado o, al menos encauzado, la evolución de mi obra y su estética. En cualquier caso, creo que el periodo que más ha influido en mí como músico ha sido mi estancia en Roma, entre 1959 y 1962.

Alumno de Petrassi
-Allí estudió con Petrassi.
-Era un cielo en todos los sentidos. El hecho de que yo trabajara extraoficialmente con él se debió a que yo había superado la edad de ser alumno oficial de Petrassi, pero él nos dejaba asistir a sus clases o incluso nos invitaba a su casa. Fue decisivo para mí y, probablemente, efectivamente latinizó más mi lenguaje, porque una de las cosas que hacía Petrassi era poner al día las cosas de la tradición italiana.

-¿Se considera por ello un compositor latino, mediterráneo?
-Yo no diría tanto, aunque bien es verdad que he podido tomar mucho de las fuentes de lo latino, pero no se olvide que soy vasco, que soy español y todas esas cosas, y ¡por Dios!, ¡castellano! Sólo me falta ser andaluz, pero todo se andará.

-Usted ha compatibilizado su congénita frescura con otras influencias como las de la Segunda Escuela de Viena o Béla Bartók...
-He sido siempre un gran admirador de Bartók por razones múltiples y no tanto, por ejemplo, de Stravinski, que en los tiempos que estudiábamos en Madrid era el compositor más en boga. De todos modos, cada vez se me agranda más la figura de ígor Stravinski, porque fue un inventor fenomenal. Pero Bartók siempre siempre está ahí, sus cuartetos, su Música para cuerda, percusión y celesta... En cuanto a la Segunda Escuela de Viena, en su momento me interesó mucho Webern, no tanto Schünberg y, menos, aunque vaya contracorriente, Berg.

-Su incesante y coherente evolución podría explicar el camino recorrido del joven Bernaola que con trece o catorce años ya tocaba en bailes y saraos, el incipiente compositor que en 1962 obtiene el Premio Nacional de Música con su Primer cuarteto, al maestro consumado a quien la Sinfónica de la BBC estrenó, el pasado 8 de julio en el Festival de Granada, Fantasías, una de sus últimas composiciones.
-Bueno, después he hecho algo para piano destinado al homenaje que se preparó a Ramón González de Amezúa con motivo de su ochenta cumpleaños, tras mi estancia en la clínica universitaria de Pamplona donde me han operado. Es algo que no viene a cuento pero que es así, porque realmente estoy muy enfermo. Por eso y pese a mi voluntad, no pude ir a Granada para asistir al estreno de Fantasías. En cuanto a mi evolución, desde el chaval que tocaba en los bailes hasta ahora ha estado guiada por la voluntad de tratar de inventar algo nuevo dentro de mi modesta producción. Mi evolución ha sido siempre fruto de esa insobornable voluntad de invención.

-¿De cuál de sus más de 200 inventos se encuentra más satisfecho?
-¡Eso es harto difícil de contestar! La Primera sinfonía... la Sinfonía en Do también me gusta mucho y se toca bastante. También la Tercera sinfonía, que hice por encargo de la ciudad de Parma, ha ido muy bien; Amores y secuencias, el Concierto para violonchelo y orquesta... Pero creo que para un compositor es muy difícil, casi imposible, seleccionar obras propias. Nos falta distancia, perspectiva. Esa labor es mejor dejársela a los críticos (risas).

último gran maestro
-Usted fue uno de los mejores amigos españoles de Sergiu Celibidache. Sin embargo, creo que nunca llegó a dirigir ninguna obra suya…
-¡Ni yo lo procuré! Celibidache fue un maestro increíble, con un carácter fuerte. Pero un gran tipo, pese a lo que digan muchos. Y no hablo ya como director, que eso era monstruoso. Quizá fue el último gran maestro. Además él era muy de la escuela de Furtwängler. Celibidache recordaba la siguiente anécdota: "Maestro, así, como usted marca la entrada de la Quinta de Beethoven, los músicos jamás van a empezar juntos". La respuesta lo decía todo: "Bueno, sí, es posible que así no salga nunca. Pero ¿y si saliera una vez?" ¡Eso es muy bonito! ¡Eran otros tiempos! Hoy ya no es posible. Se ensaya muy poco y sólo para preocuparse de asuntos técnicos. Actualmente pasan cosas horribles. Las orquestas son como fábricas. En los ensayos, aunque haya un gran director en el podio, si el sindicalista de turno dice: "se ha terminado", el ensayo se acaba y santas pascuas. Y el maestro, por muy bueno que sea, no puede hacer nada. "Pero ¿cómo que se ha terminado? ¡Si quedan aún tres movimientos de la sinfonía! La respuesta de los profesores es siempre la misma: "No se preocupe maestro, que en el concierto saldrá muy bien". La música no es eso. Hay que trabajarla, saber por dónde va y todas esas cosas que requiere una obra de arte.

-¿Vivimos tiempos de decadencia en la interpretación musical?
-En la dirección de orquesta, desde luego. Pero instrumentalmente cada vez se toca mejor. Piense en Pollini o en gente así.

-Otra faceta de su actividad es la enseñanza. ¿Tendrá algún día arreglo el asunto de las enseñanzas de música en España?
-No soy optimista, sobre todo si tenemos una ministra como ésta, que arma los líos que arma. Ahora se les ha ocurrido hacer montones de conservatorios superiores, algo que no sirve para nada. Lo que hace falta es que donde se estudie se enseñe bien, da igual cómo lo llames. La enseñanza es una cuestión práctica, que hay que trabajar día a día.

-Ahora que está de moda la ópera, ¿por qué no ha escrito ninguna?
-El trabajo de la ópera es tan grandioso que a estas alturas de edad no sé si merece la pena hacerlo si no hay un encargo. Ahora, si me la encargan, pues sí, de mil amores. Tampoco nadie me ha dicho nunca nada. Yo tengo una cosa medio empezada desde hace años, sobre la Numancia de Cervantes. No sé, sería como una cantata escenificable. Desde luego, hoy día no se puede hacer ya una ópera siguiendo el concepto del belcanto y esas cosas.