'Expulsión!', de Dani Pannullo Dancetheatre. Foto: Danilo Moroni & Juan Carlos Toledo

'Expulsión!', de Dani Pannullo Dancetheatre. Foto: Danilo Moroni & Juan Carlos Toledo

Danza

¡Danza, bendito Madrid!

Blanca Li da otra muestra de su apuesta por el eclecticismo en la nueva edición de Madrid en Danza, que conjuga hip hop, flamenco, performance y danzas urbanas

2 mayo, 2022 02:40

Llega la 37.ª edición del Festival Madrid en Danza. Hasta el 14 de junio, la Comunidad de Madrid disfrutará una programación que su directora, Blanca Li, ha diseñado inspirada en la diversidad y el eclecticismo.


El Día Internacional de la Danza —29 de abril, fecha del nacimiento de Jean-Georges Noverre— abrieron el festival Dani Pannullo Dancetheatre y Estévez/Paños y Compañía en Alcorcón y Parla, respectivamente. Pannullo, argentino afincado en Madrid desde los 80, brilla por su personal fusión de hip hop, danza urbana, performance y técnicas de danza contemporánea. “Esta es la cuarta vez que participo en Madrid en Danza”, dice a El Cultural. Su montaje —Expulsión! (Dance Riot), con apoyo de Centro de Danza Canal (CDC), El baúl de las Piqué, Adidas y la Comunidad de Madrid— reúne un conjunto de piezas inspiradas por el ensayo Vigilar y castigar de Foucault. “Conocí su obra hace unos años, cuando comencé a interesarme por la filosofía. Aunque al leerlo descubres que él no era exactamente un filósofo, sino más bien un tipo de librepensador, un observador profundo. Como director de escena me sentí muy identificado con su obra y su vida”, explica.

Pannullo nos enfrenta a la tensión entre el ser individual y el social entrecruzando realidad y ficción mientras aborda los choques culturales, los conflictos de la inmigración, las relaciones de poder o la fragilidad de los derechos humanos. La obra se desarrolla en una cárcel imaginaria con un poderoso efecto de iluminación que crea una gran caja negra de cinco celdas. Pannullo se considera más director de escena que coreógrafo: “Mis bailarines tienen una particular forma de bailar y expresar que yo ordeno desde un tipo de caos primigenio”.

"Mis bailarines tienen una particular forma de bailar y expresar que yo ordeno desde un tipo de caos primigenio". Dani Pannullo

Ese espíritu inquieto e inspirador se muestra a lo largo de un festival que reúne 26 espectáculos en 17 municipios —algunos de menos de 6.000 habitantes— en un claro impulso por alcanzar todos los rincones. En los Teatros del Canal se reúnen compañías extranjeras entre las que destaca la afamada Pilobolus (25-29 de mayo) que por su 50 cumpleaños ofrece Big Five-OH!, una recopilación de sus cinco piezas más célebres. En junio nos visitan Jo Strømgren Kompani y Winter Guests de Noruega con Made in Oslo - a quadruple bill (días 1 y 2) y Story, story, die (12 y 14), además de Kid Pivvot con Crystal Pite a la cabeza en Revisor (2 y 4), Faso Danse Théâtre de Burkina Fasso/Bélgica con Wakkat (8 y 9) o Akram Khan con su Jungle Book reimagined (9-11).

A bailar en el kibbutz

Antes llegará la israelí Kibbutz Contemporary Dance Company —con el sello de Rami Be’er, su director y coreógrafo desde 1999—, que ofrece Asylum del 4 al 6 de mayo. “Lo principal para mí es sacar nuestra propia voz como artistas y creadores; he modelado a la compañía bajo esa idea”, explica Be’er. “Trabajamos en el International Dance Village, un lugar único en Kibbutz Ga’aton; aquí nací, es donde tengo mis raíces y donde elegí vivir. He creado un espacio en el que tengo completa independencia artística de una forma honesta, en la que creo”, añade.

'Asylum', de Rami Be'er. Foto: Eyal Hirsch

'Asylum', de Rami Be'er. Foto: Eyal Hirsch

Con su confianza en el poder sanador e inspirador del movimiento ha potenciado también una compañía de pequeño formato que conecta arte contemporáneo y público joven. Dice que Asylum mantiene su esencia, aunque ha ido evolucionando desde que nació en 2018. “He ido encontrando mejoras a distintos momentos de la obra. Nos manejamos con un arte vivo a diferencia del cine o la literatura. En ella exploro conceptos como identidad, extranjería, opresión, discriminación, dominación, libertad, pertenencia, inmigración, patria, anhelo y hogar, al tiempo que planteo cuestiones sobre las razas y el racismo. La búsqueda de un lugar que se identifique como hogar forma parte de la experiencia existencial humana”, señala.

Le doy al espectador una cuerda y lo conduzco a un punto determinado. Allí le dejo consigo mismo”. Rami Be'er

Be’er emplea el movimiento como base, pero insiste en la importancia de la música y el espacio escénico. Para él, la danza no es un lenguaje de “hechos y palabras” sino de atmósferas, sentimientos y abstracción. “Mis piezas son expresivas e intentan relacionarse con la parte cognitiva del espectador. Creo que además forman parte de un viaje. Uno se sienta en el teatro, la luz se apaga... Le doy al espectador una cuerda y lo conduzco a un punto determinado. Allí le dejo consigo mismo”, confiesa. Implicado en proyectos que acercan distintos grupos sociales y religiosos, se mantiene realista: “No soy un ingenuo que crea que una obra de arte puede cambiar el mundo y un clima político como el actual en Ucrania, pero sí que pueda influir en los individuos en general. Es nuestra modesta contribución”.

'TITUN... The Serendipity of Black Swan's Death', de Allan Falieri. Foto: Danilo Moroni & Juan Carlos Toledo

'TITUN... The Serendipity of Black Swan's Death', de Allan Falieri. Foto: Danilo Moroni & Juan Carlos Toledo

Con motivación similar, Allan Falieri creó TITUN… The Serendipity of The Black Swan’s Death (día 14 en el Teatro Pradillo). “Sentí una gran urgencia de invitar al público a reflexionar sobre la ausencia de equidad que recae sobre grupos minoritarios, transitando en las esferas de género, raza o clase”, apunta. Con música de Sayuri y Allan, es una de las piezas nacidas de las residencias del CDC con apoyo de Espaço do Tempo Casa Cultura Ílhavo y CAB/Centro Coreográfico Lisboa. Falieri lamenta que siga pendiente la escucha hacia los colectivos: “Lo único diferente es la vivencia de quien lo sufre y la incomprensión de quienes se obstinan en ir en contra”. Busca “promover una visión inclusiva en el contexto sociopolítico y cultural, utilizando el arte, la educación y la ciencia”.

Hacia la periferia

Pasarán también por la comunidad compañías como HOTEL col.lectiu escènic, en el Canal el 18 y el 19 de mayo, Thomas Noone en El Escorial (19), Daniel Abreu en La Abadía (22), Ogmia en Cuarta Pared (28), o Cano & Aibar en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares (29), además de Juan Carlos Avecilla (27) o Pau Arán (29) en El Escorial.

'Mascarada', de Sara Calero. Foto: Daniel García Pablos

'Mascarada', de Sara Calero. Foto: Daniel García Pablos

Otros habituales del festival actuarán por primera vez en calles y plazas de municipios pequeños: Sara Calero interpretará Mascarada dentro del proyecto Periferias Insólitas. Una obra que homenajea a aquellas representaciones que aunaban baile, cante e interpretación, jugando con personajes ocultos. “Creamos Mascarada para que se pudiera presentar con unos requerimientos técnicos mínimos; no necesita escenario ni iluminación”, dice la artista. En su conjunto, los montajes de esta edición de Madrid en Danza condensan la preocupación de los artistas ante los conflictos sociales más relevantes de nuestros días. Inquietudes que, en distintos formatos coreográficos, alcanzarán todos los puntos de la región.

Giselle, el fénix renaciente

El perfil de la autora del manifiesto del Día Internacional de la Danza delata la llamativa ausencia de la danza clásica en esta edición de Madrid en Danza. Sue Jin Kang (Seúl, 1967) dirige el Ballet Nacional de Corea desde 2014 y fue Primera Bailarina del Ballet de Stuttgart. Alumna de la Académie de danse Princesse Grace de Monte-Carlo, galardonada con el Benois de la Danse y la Orden al Mérito Civil de Alemania, ha llevado a Seúl la refinada elegancia de las escuelas de ballet más relevantes de Europa.

Su emotivo manifiesto destaca la futilidad de la danza, lo efímero de un arte que obliga a los bailarines “a estar en constante movimiento” y las recientes circunstancias derivadas de la Covid-19 que han restringido tantas actuaciones. Sin embargo, Kang toma como ejemplo la poderosa metáfora de redención enmarcada en el ballet Giselle (1841), que fue estrenado en París durante un coletazo pandémico hoy casi olvidado.

“Desde entonces, se ha representado por toda Europa y alrededor del mundo para reconfortar y animar las almas de la humanidad asolada por la pandemia”, reza su manifiesto, que también destaca que lo que nació en aquella representación fue “el magnífico espíritu de una bailarina que intenta escapar de la gravedad de las penurias del mundo”.

“El solitario y agotado público —concluye— está sediento de la empatía y el consuelo de los bailarines. Como bailarinas, creemos que el batir de nuestras alas da esperanza a los corazones de los que aman el arte de la danza y les da el valor para superar esta pandemia. Mi corazón vuelve a latir”.