Antonio Gades - farruca
La farruca árida y pastueña de Antonio Gades
Al carismático bailaor le gustaba volver a este baile porque le permitía olvidarse de cualquier artificio escénico
Siendo Faíco, según la creencia general, el auténtico padre artístico de la farruca bailada, fue Antonio Gades quien la popularizó en el teatro y en la pantalla. A lo largo de las primeras décadas del siglo XX, la farruca llegó a protagonizar muchas de las escenas flamencas que viajaban del tablao al escenario. Gades la bailó frecuentemente con su compañía desde la década de 1960, aunque ya anteriormente había empezado a destilar en ella lo que sería posteriormente su sello estético: austeridad y contención como herramientas increíblemente expresivas.
Aunque su imagen de bailaor 'fino' haya sepultado su heterodoxo dominio técnico como intérprete, conviene recordar que en sus primeros años Gades pudo con todo: del folclore a la escuela bolera pasando, por supuesto, por el flamenco. El tiempo, su curiosidad y la búsqueda de un estilo propio, le llevaron a prescindir de gran parte de ello y desnudar su baile hasta dejar sólo el esqueleto; el mismo proceso que experimentó su farruca: un solo que parte del baile de antaño y sobre el que volcó sus líneas modernas.
Decía Gades en la vida real, y no sólo en la película Carmen (Carlos Saura, 1983), en la que enamoraba a Laura del Sol precisamente interpretándola para ella, que de vez en cuando volvía a la farruca sólo por el placer y la necesidad de retomar la esencia de su baile; en ella olvidaba todo artificio escénico y regresaba a sus inicios en la profesión. Mantuvo su farruca seca, descarnada, incluso "árida", como a él le gustaba decir. En ella florecen, además, los vínculos de Gades con Vicente Escudero, cuyo célebre decálogo acerca del baile masculino recordamos viendo a Gades bailar: juntos los dedos de la mano, las caderas quietas, armonía en la postura, vestir el traje tradicional o, entre todas, mi favorita: "bailar asentado y pastueño".