Image: Gustavo Gimeno: “Los radicales de la tradición suelen estar poco informados”

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Gustavo Gimeno: “Los radicales de la tradición suelen estar poco informados”

14 septiembre, 2018 02:00

Gustavo Gimeno. Foto: Anne Dokter

El director valenciano vive un ascenso imparable. El impulso de la prestigiosa Concertgebouw y de ilustres maestros como Mariss Jansons y Claudio Abbado le han encumbrado en la Filarmónica de Luxemburgo y en la Sinfónica de Toronto, que acaba de anunciar su titularidad a partir de 2020. En noviembre vendrá con la primera de gira por España. Será uno de los protagonistas del curso sinfónico, del que recorremos sus grandes hitos.

Había que oír a Barenboim elogiando a Gustavo Gimeno (Valencia, 1977). Que si era muy bueno. Que si era muy musical. Que si muy serio... Hablaba tras ser dirigido por el maestro español el año pasado en Luxemburgo, Concierto Emperador de Beethoven mediante. Barenboim, a las teclas, se puso a su servicio. Un regalo envenenado: dirigir al director legendario era como para que la batuta temblase. Pero no lo hizo. Porque Gimeno se curtió bajo el escrutinio de otro tótem: Claudio Abbado. Fue su asistente varios años. Antes lo había sido de Mariss Jansons, en la Concertgebouw de Ámsterdam, donde ejerció como percusionista y desde donde habla con El Cultural. También ha templado sus nervios la titularidad de la Filarmónica de Luxemburgo, que ostenta desde 2015. Con ella girará en noviembre por España: San Sebastián, Madrid (Ibermúsica), Valencia y Oviedo.

Pregunta.- ¿Qué rasgos destacaría de esta formación?
Respuesta.- Tiene ya 85 años y ha sido dirigida por grandes batutas, pero es verdad que carece de la solera de otras orquestas con una personalidad ya muy marcada. Pero eso tiene una ventaja: es más flexible. El margen de trabajo para el director es más amplio porque sus músicos tienen mucha apertura mental y ganas de descubrir. Es como un material maleable. Por eso su repertorio es muy amplio, así que podemos adaptar los programas a los lugares en que tocamos.

P.- ¿Diría que es una orquesta todoterreno?
R.- Bueno, lo intentamos. El objetivo es poder alternar, por ejemplo, una obra contemporánea, una ópera de Mozart y una sinfonía de Mahler. Y hacerlo con personalidad, decencia y nivel.

P.- ¿Hay alguna laguna en su repertorio que pretenda rellenar en los próximos años?
R.- Domina específicamente el repertorio francés pero tenemos deudas pendientes con Boulez, Dutilleux, Messiaen... También queda trabajo pendiente con la Segunda Escuela de Viena: Schönberg, Webern y Berg.

P.- ¿Y óperas?
R.- Pues me he propuesto hacer al menos una cada año. Venimos de afrontar Don Giovanni y Simon Boccanegra. Y este año haremos Rigoletto. La ópera es muy beneficiosa para una orquesta: agiliza sus reflejos y mejora su atención.

P.- El sonido de las orquestas se ha ido uniformando. ¿Es algo que le preocupa?
R.- Es algo inevitable, ya que quienes hacemos la música no paramos de viajar. Incluso las que tienen un sonido muy característico, como las filarmónicas de Viena y Berlín o la Concertgebouw, están en constante evolución. Yo recuerdo que en esta última se daban muchas conversaciones sobre este asunto. Y que había radicales intransigentes que reivindicaban ciertas esencias. La tradición que defendían era la que habían vivido ellos pero es que la orquesta tenía ya mucho pasado antes de que llegaran. Su concepto de la tradición solía ser relativo y poco informado. La tradición es importante pero no hay que obsesionarse.

P.- Este verano dirigió a la Filarmónica de Los Ángeles en el imponente Hollywood Bowl. ¿Cómo fue aquello?
R.- Fascinante. Tocar allí es uno de esos acontecimientos veraniegos únicos. Es un auditorio al aire libre con aforo para 20.000 personas, en mitad de la naturaleza. Se respira un entusiasmo popular por la música semejante al de los Proms en Londres o Tanglewood en Boston. También es una gozada trabajar con una orquesta tan buena, flexible y rápida.

P.- Esta temporada, además, pondrá nuevas picas en agrupaciones de mucho pedigrí: la Filarmónica de Londres y la Suisse Romande.
R.- Sí, es una suerte, uno no deja de aprender así. Pero yo voy concierto a concierto, partido a partido, que diría Simeone. Ahora estoy concentrado en mis compromisos inmediatos en Houston. Y en el arranque de temporada en Luxemburgo con Leonidas Kavacos. Estas son citas que me ilusionan pero de momento las vislumbro en el radar.

De Abbado me impresionó que, aun siendo una leyenda, estudiara partituras como un joven director"

En el radar siempre tiene también España. Le gusta dirigir aquí. Supone un aliciente extra. Pero dice que no le da muchas vueltas a la idea de volver. Su hogar está en Ámsterdam, donde viven su mujer y su hija. También considera Luxemburgo su casa. Y de Bolonia guarda grandes recuerdos porque fue allí donde estuvo bajo la tutela de Abbado, que ahormó su visión del arte de dirigir. "Cuando trabajas con alguien que admiras absorbes cosas de él inconscientemente. Pero a mí lo que más me impresionó fue su humildad y que, aun siendo una leyenda, estudiara cada día como un joven director.

P.- Usted se formó, en origen, como percusionista. ¿Qué le empujó hacia las baquetas?
R.- No lo tengo muy claro. La percusión me atrajo desde que era niño, supongo que porque era muy activo. Con el tiempo, me sirvió para expresarme musicalmente pero nunca desarrollé un amor loco por ella. Sentía que necesitaba algo más. Así que cuando me estabilicé en la Concertgebouw empecé a estudiar dirección al tiempo que daba clases de percusión.

P.- Llegar a la dirección desde la percusión es un camino poco habitual.
R.- Es cierto. La mayoría de los directores se forman como pianistas. También como violinistas. Pero de la percusión también vienen Rattle o Chailly, por ejemplo. El perfil de director está hoy muy diversificado. Salonen tocaba la trompa, Nelsons y Harding la trompeta…

P.- ¿Cómo le ayuda en el podio haber estado enrolado en la Concertgebouw?
R.- Fue una experiencia inside-out, como se dice en inglés. Me permitió conocer las tripas de una orquesta y las vicisitudes de sus músicos. También marca su sonido tan bello, transparente, cálido y refinado. Cuando estudio partituras, es el sonido que imagino en mi mente, para bien y para mal, porque a veces tienes que reajustar el chip.

P.- El año pasado se doctoró dirigiendo a Daniel Barenboim. ¿Cómo consiguió que no le temblara la batuta?
R.- Imponía tenerle a mi izquierda al piano al empezar la introducción del Emperador. Seguro que me ayudó haber dirigido bajo la mirada de Abbado. De hecho, trabajar con Barenboim me recordó mucho a lo vivido junto a Abbado.

P.- Denuncia que la música clásica cada vez está más alejada de la sociedad. ¿Es un fenómeno más grave en España?
R.- Bueno, en los países con menos tradición se nota más. En Viena o Berlín, por ejemplo, no se da. Pero es algo lógico. A mí me llama la atención que los políticos jamás debatan sobre cultura. Ni siquiera en periodo electoral. Muy de vez en cuando pueden sacar el relucir el cine. Eso como máximo. De la música ni rastro. Tampoco en la escuela. Así que las orquestas hemos tenido que empezar a cubrir esa carencia educativa. Si no lo hacemos nosotros…

@albertoojeda77