Image: Kurt Weill se lleva a la ópera de calle

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Escenarios

Kurt Weill se lleva a la ópera de calle

1 marzo, 2013 01:00

Un momento del montaje de John Fulljames, visto en Londres. Foto: Keith Pattison.

El Liceo de Barcelona reúne a un compacto equipo de cantantes para el estreno, esta tarde, de 'Street Scene'. En un guiño a la cultura popular, la partitura del "Weill más americano" desdibuja las fronteras entre ópera y musical.

Singularidad muy especial entraña el estreno en el Liceo, dentro de una animada temporada, de Street Scene, estrenada el 16 de diciembre de 1946 en el Shubert Theatre de Filadelfia. Se trata de una comedia musical o, por mejor decir, an American opera, como la calificaba su autor, el alemán Kurt Weill (Dessau, 1900-Nueva York, 1950). Los mimbres que se van a barajar en estas representaciones, que se inician esta misma tarde, son sólidos. Se ha reunido a un compacto equipo de cantantes, bailarines y actores que han de dar vida a la friolera de nada menos que treinta y cinco personajes, gente corriente de la calle, con sus cuitas, muchos de ellos repartidos en familias.

Esta muchedumbre deambulará por la escena bajo el mando del británico John Fulljames, director asociado de la Royal Opera y rector de The Opera Group de Londres, que colabora, junto al Young Vic, en esta producción, originalmente realizada en unión con el Watford Palace Theatre. Citemos en la cabeza del reparto a Geof Dolton, Elena Ferrari, Paul Featherstone, Kate Nelson, Paul Curivieci y Robert Burt. Todos ellos habrán de atender a la batuta de otro artista inglés, Tim Murray, muy activo en el mundo del musical, de la ópera moderna y de lo experimental. No es fácil concertar tal cantidad de voces y de figurantes en una acción dinámica que combina diversos elementos en un discurso musical que conecta directamente con el jazz y el musical de la más rancia tradición y que, dentro de un tono de crudo realismo, proporciona un trágico final.

Weill hubo de practicar una rápida adaptación en la que siguió un proceso de paulatina evolución de su estilo primitivo, heredero de la tradición germana que se inspiraba en el teatro popular, aunque ello no oscurecía una sólida formación académica y sus conexiones con Schubert o Mahler en sus primeras obras. Claro que sería mucho más significativa su relación con las exploraciones atonales de Schönberg o su búsqueda de textos comprometidos de Rilke, Kästner o Whitman y, por último, de Brecht, con quien mantendría una firme amistad y una proximidad artística realmente fructíferas.

Siempre se ha hablado de los dos Weill, el europeo y el americano. En realidad, hay que hablar de tres Weill, pues no debe desconocerse su etapa parisina de los primeros años treinta, en la que cultivó lo que Goubault llamaba rengaine (repetitivo) o goualante (de canción más o menos popular). Junto a Brecht, previamente, se había centrado en lo que se conoce como época expresionista, que incorporaba esquemas de cabaret para fines ideológico-musicales. En la singladura americana, sin perder su idiosincrasia musical, haciendo gala de un camaleonismo sorprendente, se aplicó a la defensa de la comedia musical burguesa. Sus obras de este tiempo, distintas, frívolas, aparentemente ayunas de mensaje, no dejaban de albergar cargas de profundidad, críticas más o menos veladas hacia una sociedad o a un orden de cosas. Lenguaje más dulcificado, sí, pero perfectamente trabado y muy seguido por compositores como Bernstein o Sondheim.

Esta ópera americana, que ahora estrena en España el Liceo, lleva texto de Elmer Rice. Las letras (lyrics) de las canciones son de Langston Hughes. Cada número va acompañado de un título genérico, similar a los que se incluían en los melodramas italianos: escena, aria, cavatina, duetto, finale, interludio... Hay algunas partes extraídas por el autor de una antigua partitura berlinesa de 1928, Konjunktur. Weill definió Street Scene como "un modelo de teatro musical que integra drama y música, diálogo, canción y movimiento".