Un momento de la película 'El acorazado Potemkin'

Un momento de la película 'El acorazado Potemkin'

Cine

Un siglo de 'El acorazado Potemkin': la revolución soviética que creó escuela en Hollywood

Estrenada en el Teatro Bolshoi de Moscú, la obra cumbre de Eisenstein se considera una de las mejores películas de la historia gracias a secuencias como la de la escalinata de Odesa.

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Se rodó para conmemorar una revolución aplastada, la rusa de 1905, que sirvió de caldo de cultivo a otra triunfante, la de Octubre de 1917. Sin embargo, desde su estreno en el Teatro Bolshoi de Moscú el 21 de diciembre de 1925, la película, que muy pronto cruzaría las fronteras de la Unión Soviética, se convertiría en una revolución en sí misma y una obra de culto a través de las generaciones.

Era la primera vez que el célebre auditorio moscovita acogía una proyección cinematográfica, y el mismísimo Stalin no había querido perderse la sesión. Carcomido por los nervios del estreno, Serguéi Mijáilovich Eisenstein (Riga, 1898-Moscú, 1948), probablemente no podía imaginar que acababa de dirigir su obra cumbre, ni que su trabajo le abriría las puertas de Occidente y serviría de inspiración a otros grandes directores del séptimo arte.

Todo lo que rodeó a aquella película, su rodaje y su influencia es relatado con pasión cinéfila en El acorazado Potemkin. El libro del centenario (Notorious Ediciones) por el crítico y periodista Quim Casas, el también crítico y profesor universitario Ernesto Pérez Morán y el periodista y programador cultural Jaime Iglesias.

"En las prisas del último momento en la sala de edición nos habíamos olvidado de empalmar el último rollo. La secuencia de la reunión de la escuadra estaba compuesta de cortes muy breves. Para tener la seguridad de que no se perderían ni mezclarían, los pegué lamiéndolos con la lengua...". Quim Casas recoge este entrecomillado de Memorias inmorales, la autobiografía del propio Eisenstein, para describir la tensión con la que el cineasta asistió a la puesta de largo de su largometraje.

La saliva del director resultó un adhesivo suficiente para los rollos de celuloide y las imágenes se contemplaron con éxito. "Aplausos como el crepitar de disparos de rifles resuenan en los corredores semicirculares del Teatro Bolshoi", escribió Eisenstein en sus memorias.

El acorazado Potemkin fue un encargo al director por parte del régimen comunista para mayor gloria de sus orígenes. Eisenstein comulgaba con las ideas revolucionarias de Lenin, fallecido un año antes, pero Stalin miraba con recelo al cineasta. Como escribe Jaime Iglesias, "el régimen soviético estaba comenzando a experimentar un viraje hacia la burocratización que terminaría por convertir la Revolución de Octubre en un cliché, en una suerte de becerro de oro al que había que adorar obviando el espíritu de disidencia que había inspirado su materialización".

Quizá por ello al déspota soviético no le importó demasiado que la nueva estrella del cine pasara largas temporadas fuera de Rusia, reclamado por la admiración que levantó su película. Ya en la primavera de 1926 fue invitado a Alemania para conocer el trabajo en los estudios de la UFA, y pocos meses después cruzaría el Atlántico para pasar una larga temporada en Estados Unidos y después en México.

Un fotograma de 'El acorazado Potemkin' (1925)

Un fotograma de 'El acorazado Potemkin' (1925)

Pero ya habrá tiempo de narrar su influencia en Hollywood. El acorazado Potemkin comenzó a rodarse en julio de 1925, con el objetivo de estar concluida a finales de ese mismo año, en el que se cumplían veinte años de la revolución iniciada con el Domingo sangriento de San Petersburgo, cuando la guardia imperial disparó sin contemplaciones contra una multitud agolpada ante el Palacio de Invierno para reclamar al zar mejoras en sus condiciones de vida.

La película plasma un episodio sucedido durante ese proceso revolucionario: el motín de la tripulación del Potemkin, un buque en aguas del Mar Negro próximas a Odesa. Esta joya del cine mudo se divide en cinco capítulos. En el primero, "Hombres y gusanos", se muestran las precarias condiciones de la marinería, a la que la oficialidad pretende forzar a alimentarse de carne putrefacta infestada de larvas. "¡Comen mejor los prisioneros de guerra rusos en Japón!", replican los afectados. Eran los tiempos de la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905), conflicto en el que el imperio zarista fue derrotado.

En el segundo, "Drama en la cubierta", la tripulación se rebela contra la decisión del comandante de la nave de fusilar a los marineros que protestaron. Antes de que el piquete de ejecución abra fuego, el valeroso Vakulinchuk les conmina a que desobedezcan la orden. Se iniciará así el motín, en el que los insurrectos lograrán desarmar a los soldados y se harán con el control del barco. En la refriega, Vakulinchuk morirá de un disparo mientras se enfrentaba a un oficial.

Hasta aquí los hechos reales. En los restantes capítulos —"El muerto clama", "La escalera de Odesa" y "El paso a través de la escuadra"—, la realidad deja paso a lo ficticio, que no falso. En la película, el buque se dirige a Odesa para que se oficie el funeral por el héroe fallecido. Y el siguiente capítulo muestra la famosa secuencia de la matanza indiscriminada de civiles por parte de los cosacos en la escalinata. En realidad, en Odesa había estallado la revolución y las fuerzas zaristas la estaban reprimiendo duramente, pero en otros lugares de la ciudad.

Cartel promocional de 'El acorazado Potemkin'

Cartel promocional de 'El acorazado Potemkin'

"La matanza de la escalinata de Odesa no se corresponde con lo que sucedió en la ciudad, pero es un elemento que refuerza emotivamente el discurso de la película", escribe Quim Casas, "y sintetiza en una sola acción varias represalias militares acontecidas en aquellos meses de agitación social". Una secuencia que tardó ocho días en rodarse, del 22 al 29 de septiembre de 1925.

Para la historia quedan los fotogramas de la multitud de civiles huyendo despavoridos de los cosacos escaleras abajo. Y la madre que levanta en brazos a su hijo acribillado por las balas, da media vuelta y se dirige hacia los ejecutores. Y la otra madre que, herida de muerte, cae desplomada sin poder frenar el cochecito de su bebé.

Varias anécdotas dan buena cuenta del éxito cosechado por Eisenstein. En plena gira por Europa, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, estrellas del cine mudo, solicitaron en Berlín que se les organizase un pase privado. El actor afirmaría después que "el visionado de la película había supuesto la experiencia más intensa y profunda de su vida", afirma Ernesto Pérez Morán. La pareja de intérpretes cursó una invitación formal a Eisenstein para visitar Hollywood, que el director aceptó encantado.

Pérez Morán añade que Charles Chaplin, luego de contemplar El acorazado Potemkin en Nueva York, se rendiría ante "la mejor película de la historia". En su visita a EEUU, Eisenstein se entrevistaría con Walt Disney, entre otros símbolos del cine norteamericano.

Como pruebas irrefutables de la influencia de la película en Hollywood, la secuencia en la escalinata de la Union Station de Chicago en Los intocables de Elliot Ness (Brian de Palma, 1987) y otra escalinata, la del Teatro Massimo de Palermo, donde Francis Ford Coppola rodó el final de la tercera parte de El Padrino (1990).

Odesa, símbolo de aquella revolución rusa de 1905, es hoy un territorio atacado por Rusia en su invasión de Ucrania. Ahora son la artillería y los drones de Putin los que ejercen de cosacos disparando a inocentes en la escalinata.