Elizabeth Olsen, Miles Teller y Callum Turner en 'Eternity'.

Elizabeth Olsen, Miles Teller y Callum Turner en 'Eternity'.

Cine

'Eternity', una comedia sobre la vida después de la muerte sin Dios pero con una Olsen

Su director, David Freyne, explica por qué el cine actual necesita los "chistes y emociones" de las viejas comedias románticas de Hollywood.

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La cuestión del más allá sigue en el centro de nuestra cultura aunque vivamos rodeados de tecnología punta. Que nos morimos todos ya se sabe, pero la religión —con su promesa de posteridad— continúa siendo masiva, y en Silicon Valley algunos creen que, más pronto que tarde, la “muerte” será solo una enfermedad que podremos curar.

En Eternity, producida por la prestigiosa A24, el asunto se plantea casi en clave “corporativa”. Aquí, la muerte no es el final: nos vamos a una especie de hotel temporal donde debemos decidir dónde pasar la eternidad.

Como en una feria de muestras, hay stands con folletos que enumeran las virtudes de ir al “mundo de los museos” o, más prosaicamente, a la playa.

Allí aterriza Larry (Miles Teller), que muere anciano pero reaparece con treinta y tantos, porque según el filme uno pasa la eternidad con la edad en la que fue más feliz. Apenas llega, se reencuentra con su esposa de décadas, Joan (Elizabeth Olsen). El problema es que también la espera su primer marido, un guaperas (Callum Turner) muerto a los veintipocos en la guerra.

El dilema está servido: ¿pasará Joan el resto de la eternidad con su marido “de toda la vida” o con su primer amor, congelado en un estado idealizado? Dice el director irlandés David Freyne: “Todos hemos experimentado el amor. Y salvo que seas muy raro, todos hemos tenido más de una relación en nuestras vidas y te quedan esas preguntas de ‘qué habría pasado si…’ respecto a amores del pasado”.

Tras el éxito de Dating Amber, película de tono autobiográfico sobre su adolescencia como gay reprimido en la conservadora Irlanda, Freyne da el salto a Hollywood con una comedia que contrapone dos tipos de amor: la pasión ardiente del primer flechazo y el cariño profundo, domesticado, de una vida compartida.

“Creo que ambos hombres en esta historia representan algo muy verdadero y muy honesto —explica—. El amor cambia, y nuestra idea del amor también cambia con la edad. Lo que te importaba a los veinte es muy distinto de lo que valoras cuando eres mayor. Muy a menudo, el amor es simplemente acompañar a alguien en los momentos difíciles, en la enfermedad, y lidiar con las banalidades de la vida, ya sea las facturas o la hipoteca”.

Decisiones difíciles

Los tres protagonistas viven atrapados en un limbo. El viejo amor lleva 60 años esperándola, lo que lo convierte en un romántico incorregible. Es un tipo de los años 50 que se hace el duro, se tiñe el cabello y resulta más tierno que “señoro”.

La competición está servida. Sometida a un dilema insoportable —“la eternidad es la eternidad”, le advierten—, Joan deshoja la margarita mientras los dos “machos” se baten el cobre.

Freyne lo resume así: “Creo que lo mejor del cine es cuando puedes tener ambas cosas: la comedia y el drama lado a lado. Las grandes comedias románticas de la edad de oro tenían chistes enormes y emociones enormes”.

¿Vencerá la pasión idealizada o el amor seguro, quizá más rutinario? El director lo plantea sin sentimentalismo: “No sabemos lo que queremos. No sabemos qué es lo mejor para nosotros. Es la maldición de la condición humana. No es culpa del cruce; es que nosotros, como humanos, no sabemos necesariamente lo que queremos. Y siempre estamos perseguidos por el ‘qué habría pasado si…’. Siempre”.

El más allá del filme es una de sus grandes sorpresas: no hay ángeles, ni San Pedro, ni demonios sulfurosos. Freyne defiende ese enfoque cotidiano: “Están en un más allá lleno de grandes preguntas, pero preocupados por la pura cotidianidad. No somos seres profundamente filosóficos. No pensamos en las grandes cuestiones. Creo que eso resume muy bien lo que somos como humanos”.

A24, la fábrica del nuevo cine de culto

Detrás de Eternity está A24, la productora de moda. Fundada en 2012, se ha convertido en un sello asociado al riesgo creativo, autores con voz propia y cine prestigioso capaz de conectar con el gran público. Su catálogo incluye Moonlight, ganadora del Oscar a Mejor Película; Hereditary y Midsommar; Lady Bird; o Todo a la vez en todas partes, que arrasó en los premios de la Academia.

Para Freyne, trabajar con ellos ha sido un salto de dimensión: “Tener los medios para hacer algo mucho más grande que Dating Amber, que era una película independiente pequeña, fue un regalo extraordinario. Pero cuando empiezas a rodarla, vuelve a sentirse como otra película independiente: sigues peleando, improvisando, siendo lo más ingenioso posible. Sigues exprimiendo cada céntimo. El proceso es el mismo, solo que con un lienzo un poco más grande”.