Un momento de 'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini (1975)

Un momento de 'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini (1975)

Cine

'Saló', la insoportable película de Pasolini sobre el mal: 50 años de una película que sigue sin entenderse

El director de cine Javier Rebollo defiende que todos los niños deberían ver este filme sobre el poder, a pesar del horror y la depravación de sus imágenes.

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Queríamos que naciera el primero de mayo de 2015, pero João llegó dos días después. Y salió del hospital directamente a ver Saló o los 120 días de Sodoma, tomando teta de la madre, en su primera butaca, con ojos enormes, mientras el padre introducía el filme invitado por Felipe Cabrerizo en el Círculo de Bellas Artes.

Hay que decir que João no ha vuelto a ver Saló, pero también que, a menudo, hablamos con él de consumismo y publicidad, de curas y religiones, de jueces y reyes, fútbol, televisión y fascismo.

Todos los niños deberían ver Saló; si no de recién nacidos, como João, al menos en el colegio o a más tardar en el instituto, de manera que se preparen para la universidad de la vida, para el horror que les va a tocar vivir. Saló es una película educativa, pero tan insustituible como difícil de soportar.

Saló no fue comprendida en su estreno por los pocos que pudieron verla, pero sí atacada por muchos que no la vieron. Y hoy es aún menos comprendida; y es que vivimos un analfabetismo cultural que nos impide acercarnos a películas como esta o a libros como Petróleo.

Podemos comprender lo que las palabras significan en esta novela suya, pero no lo que intenta decirnos Pasolini. Lo mismo pasa, aún más, con las imágenes y con películas como Saló y el “problema del realismo” en el cine, que a Pasolini no le interesaba.

Un momento de 'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini (1975)

Un momento de 'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini (1975)

“Empiezas haciendo realismo y acabas haciendo fascismo”, decía Antonio Drove. Él fue quien me introdujo en esta película siendo yo asistente suyo. Antonio la presentó antes de una emisión en Telemadrid, a las dos de la mañana un 16 de octubre de 1995; esa primera vez que la vi me atravesó con iluminación, fascinándome, hasta hoy.

Saló es una película sobre el fin del mundo, sobre la desaparición de la moral y la cultura, sobre el horror de la aniquilación del cuerpo y del hombre, como lo es Shoah (1985) de Claude Lanzmann. Una película sobre la cosificación del hombre reducido a un número, que es lo que distingue al peor fascismo de derechas que hemos padecido, el nazismo, de otros fascismos que mataban con nombre y apellidos.

Es difícil no retirar la vista de la pantalla. Pasolini no lo hizo del visor durante el feliz rodaje

El título es una referencia explícita al libro de Sade, Las 120 jornadas de Sodoma, que escribió el divino marqués en una celda de la Bastilla, inspirado, hay que decirlo, en el Génesis de la Biblia.

Pasolini trasladó los acontecimientos de la novela a la era fascista a punto de terminar, en la Italia de la República de Saló en la primavera de 1944.

Pasolini durante el rodaje de 'Saló o los 120 días de Sodoma'

Pasolini durante el rodaje de 'Saló o los 120 días de Sodoma'

Los protagonistas son cuatro “caballeros” que tienen el poder de la vida y la muerte de sus presos y emplean sus días en la satisfacción de sus deseos con los cuerpos de ellos de acuerdo a un programa. El sexo, como la violencia, es una alegoría del poder.

Saló es el ejemplo más claro de la degeneración del sexo, de la perversión de la sociedad de consumo y de las consecuencias de la pérdida de cultura. La misma sociedad que retrató con humorismo en La gran comilona (1973) Marco Ferreri, en Saló es estilizada con mayor rigor y sentido político.

Pasolini, que negó siempre toda forma de violencia, vivió sus últimos años cada vez más indignado con la degeneración de la sociedad capitalista, con el consumismo y la banalización del cuerpo y el sexo, ya solo quería esconderse en su torre. En 1975, en su página del Corriere della Sera, escribió sobre el poder consumista “capaz de imponer su voluntad de una manera infinitamente más eficaz que cualquier poder precedente en la historia”.

En esos años de liberación y falsa permisividad, dice Pasolini, el sexo había devenido en algo triste, obsesivo, con jóvenes sin ideología ni cultura, que solo pensaban en la moda, su única bandera. ¿Qué pensaría Pasolini de Tinder? Hoy, como vaticinó, esto no ha hecho sino acrecentarse.

Un momento de 'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini (1975)

Un momento de 'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini (1975)

Es muy difícil pensar en esta película sin atender al asesinato de su director. “La muerte determina la vida”, así lo sentía Pasolini, lo que no significa vivir para la muerte sino vivir para la vida; escribió sobre ello en su famoso texto sobre el plano secuencia, donde comparaba el montaje a la muerte y la vida al plano. Creía que la vida adquiría sentido solo terminada: “antes de que ese momento haya llegado, su sentido está suspendido y permanece ambiguo”.

La mañana del 2 de noviembre, en un descampado de Villa dell’Idroscalo en la localidad costera de Ostia, una mujer llamada Teresa Lollobrigida encuentra un cadáver, martirizado brutalmente como el de un santo, con los testículos reventados y el corazón estallado.

Horas después, Ninetto Davoli reconoció el cuerpo de su amigo en la morgue de Roma. La CIA, la Democracia Cristiana, la Logia P2 encargaron a la mafia matar a Pasolini, esto está hoy demostrado.

Había que matar a Pasolini no solo porque fuera molesto sino porque sabía demasiado, sabía los nombres de los responsables de los atentados fascistas de 1969 en Milán, de los de Brescia y Bolonia en 1974, lo publicó un año antes de morir.

Pasolini durante el rodaje de 'Saló o los 120 días de Sodoma'

Pasolini durante el rodaje de 'Saló o los 120 días de Sodoma'

Y sabía, sobre todo, quién había matado a Enrico Mattei, y lo contaba en Petróleo, que es también, entre muchas cosas, alegoría; a ello dedicó el final de su vida, apartado de casi todos, recogido en la investigación literaria, en su afición por la pintura recuperada… y en la noche, como un gato viejo.

Una de las últimas revelaciones sobre su asesinato viene de su amigo y asistente Sergio Citti, porque, tras ver por televisión a Pelosi injuriando de nuevo a Pasolini, rompió el silencio que había guardado desde la muerte de su amigo tantos años y ofrece al Corriere della Sera una pista que, aún hoy, es decisiva.

Se trata del robo de unos rollos de negativo de Saló de los laboratorios en Cinecittà junto a otros negativos de Fellini y Damiani. Estos fueron usados como soborno por un hampón del juego y la prostitución.

Pasolini se había citado esa noche para tratar del rescate del negativo; un plan premeditado en el que el secuestro de la película, además del anzuelo del chapero Pelosi, funcionó como una trampa mortal.

En Francia, Saló es prohibida a menores de 18 años y, por decisión del ministro de Cultura, Michel Guy, es confinada a una única sala, diminuta, lejos del centro. En Italia es prohibida durante meses. Denunciado de nuevo el poeta, su último juicio, el número 31, lo gana, como todos, a los jueces y censores después de muerto.

Es difícil no retirar la vista de la pantalla de esta película. Pasolini no lo hizo del cristal esmerilado del visor durante lo que fue un feliz rodaje. Después de todo, Saló “solo” es una película, y Pasolini se encargó, muy dialéctico, de no disimular que la sangre no es sangre y la mierda que comen no es mierda, sino chocolate.

El horror no está en la pantalla, se lo aseguro. Tengo un amigo que ha trabajado mucho en primera línea en la lucha contra el crimen organizado en Argentina; hoy estudia lo que él llama la “mercantilización de la violencia”, y cuando le digo que escribo sobre esta película me dice que no hay alegoría alguna en Saló, que es la pura realidad, que quien ha vivido tan cerca el poder de la violencia, como él, no quiere ver esta película, porque la ha visto muy de cerca y todo es verdad, y lo malo es que a nadie le importa: “La violencia es mucho más productiva que el trabajo”, me dice mi amigo.

João tendrá 60 años cuando se cumplan cien de la muerte de Pasolini; mientras tanto, hacemos malabares con granadas.

Javier Rebollo es director de cine. Su último trabajo es En la alcoba del sultán (2024).