José Mari Goenaga y Aitor Arregi presentan 'Maspalomas' en San Sebastián. Foto: Unanue / Europa Press

José Mari Goenaga y Aitor Arregi presentan 'Maspalomas' en San Sebastián. Foto: Unanue / Europa Press

Cine Festival de San Sebastián

Los Moriarti llevan el sexo homosexual en la vejez a San Sebastián: "Salir del armario ha costado mucho"

Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga presentan en sección oficial 'Maspalomas', que sorprende por sus escenas sexuales gráficas protagonizadas por un actor de 70 años,

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A Aitor Arregi y Jose Mari Goenaga, también conocidos como los Moriarti por el nombre de la productora que montaron junto a Jon Garaño, les gusta colocar a sus personajes en situaciones imposibles.

En Handia (2017) contaban la historia real de un hombre “gigante” que se movía por la vida como un pulpo en un garaje, admirado como monstruo de feria. En La trinchera infinita (2019), Antonio de la Torre era un hombre escondido en el sótano de su casa durante décadas para evitar la represalia del vengativo régimen franquista.

Y en la reciente Marco, protagonizada por un Eduard Fernández que ha recibido en este mismo festival el Premio Nacional de Cinematografía, trataba sobre un mentiroso profesional que alardea de ser víctima del Holocausto para ganar notoriedad.

En Maspalomas el protagonista es Vicente (José Ramón Soroiz), un hombre que, superados los 70 años, vive en ese enclave turístico de Canarias donde existe una importante comunidad gay residente o de vacaciones. Como la Gloria (2014) de Sebastián Lelio, Vicente pasa las noches alegres en bares y discotecas de la zona y, cuando puede, se escapa a practicar cruising.

El golpe llega cuando debe ingresar en una residencia y, tras haber disfrutado abiertamente de su sexualidad, se ve obligado a volver al armario. La película sorprende por la cantidad y crudeza de las escenas de sexo que contiene, una apuesta poco habitual en el cine español, sobre todo protagonizadas por un actor de más de 70 años.

El propio Soroiz ha confesado que aceptar el papel le ha costado mes y medio de dudas. “Soy disléxico, me cuesta memorizar, no me gustan las ruedas de prensa ni la televisión", explicaba el actor. "Cuando me han dicho que iba a ser el protagonista he pensado: ‘yo no sirvo para esto’. Pero he leído el guion y me ha emocionado. Al principio, con las escenas de sexo, me han dicho: ‘hasta donde quieras’, y eso no me ha gustado, porque yo quería hacerlo como estaba escrito”.

Para superar la ansiedad, Soroiz contó con la ayuda de las coordinadoras de intimidad. “Lo ensayamos todo como una coreografía", recordaba. "Me dieron seis meses para prepararme y decidí entregarme. Estoy orgulloso: ha sido lo más duro y lo más hermoso en cincuenta años de profesión. Me he vaciado”. El actor vasco habló largo y tendido, con emoción contenida, y Goenaga ha bromeado: “¡Menos mal que no querías hablar!”.

Los actores Kandido Uranga; Nagores Aramburu y José Ramón Soroiz, en San Sebastián. Foto:  Unanue / Europa Press

Los actores Kandido Uranga; Nagores Aramburu y José Ramón Soroiz, en San Sebastián. Foto: Unanue / Europa Press

Las escenas íntimas fueron rodadas con un método riguroso y pactado. “Hemos ensayado mucho cómo se iban a mostrar”, ha explicado Arregi. “Siempre estaba la incógnita de cómo iba a responder Ramón, pero él ha elevado la escena”. Goenaga ha detallado que en los ensayos nunca se desnudaban. "Trabajábamos con un esquema: un beso, un gesto", comentaba el cineasta. "Pero en el rodaje, cuando decíamos ‘acción’, se entregaba por completo”.

La valentía de Soroiz se entiende porque, más allá del sexo, Maspalomas explora el dilema de un hombre que ha debido huir de su Donostia natal para poder ser libre en Canarias y que, al regresar contra su voluntad después de sufrir un ictus, se vuelve a encerrar en una mentira para sobrevivir en la residencia donde le instala una hija perdida con la que mantiene una relación distante.

“En una generación anterior, salir del armario ha costado mucho. Lo terrible es que, al final de la vida, muchos han vuelto a encerrarse en un entorno hostil”, ha contado Goenaga. “Ese ha sido el germen de la película. Los armarios son muy variados y cualquiera puede tener el suyo”.

Abuelos tratados como niños

La residencia es la metáfora central: un lugar que ofrece seguridad a costa de la libertad. “Vivimos en una época aparentemente aperturista, pero esa apertura es relativa”, ha reflexionado Arregi. “Cuando Vicente dice ‘soy gay’, la respuesta que recibe por parte de la psicóloga del geriátrico es: ‘igual mejor si no lo comentes’. Es una violencia invisible, más sutil y sibilina, que sigue ahí”.

Goenaga ha añadido que muchas residencias, pese a su buena voluntad, arrastran un paternalismo condescendiente: “Lo hemos visto en la propia sociedad con expresiones como ‘nuestros mayores’. Se tiende a tratarlos como niños en un internado, cuando deberían mantener su autonomía”.

Una imagen de 'Maspalomas'

Una imagen de 'Maspalomas'

En Maspalomas aparece además la homofobia interiorizada del propio protagonista a través de su relación con un auxiliar o enfermero de la residencia abiertamente gay que pone nervioso a Vicente al actuar como un espejo deformado.

“Sucede con cierta frecuencia que personas mayores que tienen actitudes muy homófobas resulta que son ellos mismos gays reprimidos”, ha comentado Goenaga. “Solemos ir de la mano de los personajes, intentando mostrar su psicología y lo que viven en ese momento”, ha añadido Arregi.

Goenaga ha comparado esta aproximación al tema con En 80 días (2010), su anterior incursión en el universo LGTBI: “Aquella era una historia romántica, como Breve encuentro, con dos mujeres mayores como protagonistas. Aquí hemos buscado otra cosa, una película más psicológica, más hacia dentro, sobre el miedo de este personaje a mostrarse tal cual es”.

El proyecto nació, según Goenaga, de una visita a Maspalomas. “Me fascinó el lugar y en seguida pensé que había una película”, asegura. La chispa se encendió definitivamente cuando leyó que muchos hombres que han vivido abiertamente su homosexualidad, al entrar en una residencia, se han visto obligados a ocultarse. "Pensamos: aquí hay una película”, recuerda el director.

Goenaga también ha hecho referencia a su propia experiencia: “A mí me ha costado mucho salir del armario, y es dramático que, después de todo lo que cuesta dar ese paso, al final de la vida vuelvas a ese encierro. Queríamos contar esa historia, pero de un modo que cualquier espectador pudiera sentirse reflejado. Los armarios son de muchos tipos”.