Amenábar retratado en la imprenta de la sociedad cervantina. Foto: Cristina Villarino

Amenábar retratado en la imprenta de la sociedad cervantina. Foto: Cristina Villarino

Cine

Amenábar estrena 'El cautivo': "Cervantes se besa con un hombre. ¿Dónde está el problema?"

El cineasta madrileño entra en una etapa de madurez creativa con un emocionante filme de aventuras que sigue la teoría de que el autor del 'Quijote' mantuvo una relación carnal con su captor en Argel.

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Vayamos directos al grano, al tema que en El cautivo de Alejandro Amenábar (Santiago de Chile, 1972) puede encender la polémica. La película proyecta en la pantalla una teoría sobre la intimidad del autor más sagrado de la cultura española que, desde luego, no aparece en los libros de texto. La cuestión es esta: ¿era Cervantes homosexual?

“No hay ninguna prueba biológica ni documental”, asegura a El Cultural el director, que ficciona la experiencia del autor del Quijote como prisionero del Imperio otomano en Argel en su nuevo filme. “Lo que sí se sabe es que el inquisidor Blanco de Paz, su compañero de prisión en el tiempo que retrata la película, lo denunció por ‘cosas viciosas y feas’, que en el lenguaje de la época era algo que remitía a la homosexualidad”.

La historiografía ha tendido a considerar a Blanco de Paz, al que interpreta en la película Fernando Tejero, como un hombre perverso, movido por la envidia y el rencor hacia el escritor. ¿Pero estaba mintiendo?

Lo que es seguro es que Cervantes recibió un trato de favor de su amo en Argel, Hasán Bajá, también conocido como El Veneciano, pues salió indemne de hasta cuatro intentos de fuga, cuando el castigo habitual para quien afrontaba tal empresa era la mutilación o la muerte, en ocasiones por el más que disuasorio método del empalamiento.

Una de las teorías que explicarían esta ausencia de represalias es que el Fénix de los Ingenios mantuvo una relación carnal con Hasán Bajá, quien tenía fama de sodomita y bisexual. Y es una teoría que circula desde hace décadas entre los historiadores, aunque a algunos les convence más que a otros.

“Lo que pasa es que a veces tendemos a ver las cosas en blanco y negro: o eres heterosexual o bisexual u homosexual”, explica el director de Tesis (1996). “Pero se puede diferenciar en este caso entre homosexualidad y conductas homosexuales".

"La sexualidad y las relaciones son muy complejas y diversas, solo hay que asomarse a la calle", continúa Amenábar. "Y eso ya estaba latente en el siglo XVI. Así que me planteé que contar una historia de una conexión especial entre Cervantes y el bajá no tenía por qué significar que Cervantes era homosexual”.

Pregunta. Desde un punto de vista dramático, esta teoría ofrece muchas posibilidades, ¿no?

Respuesta. Sin duda. Por eso, en un momento dado, decidí apretar más en esa dirección. Además, como contador de historias y como homosexual, renunciar a esta posible relación amorosa entre ambos personajes era como renunciar a mi propia naturaleza. Pero me he dado cuenta de que al final es el espectador el que completa la película a su manera.

»Hay historiadores que piensan que de existir este vínculo entre ambos, por la distinta situación de poder de uno y otro, quizá no era un amor correspondido, sino que Cervantes se dejaba querer o agasajar por el bajá por interés propio. Eso también queda en la mente de algunos espectadores tras ver la película y me parece perfectamente lícito.

P. ¿Cree que finalmente la previsible polémica será para tanto?

R. Quizá entre los que no vean el filme. Al final estoy hablando de un personaje que es ingenioso, carismático, que tiene luz y sentido del humor. Y que es muy guapo, una licencia que me tomé porque no hay retratos certificados de Cervantes. Realmente no se sabe cómo era, solo hay alguna descripción que él hace de sí mismo.

»Y estoy mostrando que se besa con un hombre. ¿Dónde está el problema? Como te decía, si pensara que hay alguno estaría negándome a mí mismo, y además de modo cobarde. Entiendo que existiera ese problema en el siglo XVI, pero no ahora.

Amenábar, en la Sociedad Cervantina de Madrid, situada en la calle Atocha. Foto: Cristina Villarino

Amenábar, en la Sociedad Cervantina de Madrid, situada en la calle Atocha. Foto: Cristina Villarino

Afrontado ya el material más controvertido de El cautivo, nos podemos relajar y hablar con Amenábar de los pormenores de una propuesta que, ante todo, busca ofrecer al espectador una experiencia lúdica y aventurera, en donde vemos piratas, fugas, traiciones, empalamientos, una ciudad libertina y vibrante…

El filme se ancla en lo que sabemos de los días de Cervantes en Argel, adonde llegó en 1575 tras ser capturado en alta mar por corsarios árabes después de su participación en la batalla de Lepanto, donde le habían herido gravemente en un brazo, que quedó inutilizado y deforme.

“Me veo reflejado en ese Cervantes que a través de la imaginación es capaz de encontrar claves para solucionar su vida”

Tomado por un hombre de importancia en la corte por sus captores, por culpa de unas cartas de recomendación de Don Juan de Austria y el duque de Sessa que llevaba consigo, se estableció un elevado precio para su rescate, lo que prolongó sensiblemente su cautiverio, hasta 1580.

Cinco años en los que, en la propuesta de Amenábar, Cervantes desarrolla su pasión por contar historias ante sus compañeros de fatigas, que las reciben con entusiasmo, lo que llama la atención del bajá. “No pretendo dar una lección de historia”, asegura Amenábar. El cautivo busca el entretenimiento”.

P. En la película Cervantes es una especie de Sherezade, debe entretener al bajá si no quiere ser castigado. ¿Quería reivindicar el poder de la imaginación con este homenaje a Las mil y una noches?

R. Como creador no me atraen las historias sobre cine dentro del cine, a pesar de que Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988) es una de mis películas favoritas. Nunca me he visto impelido a contar historias sobre cómo el cine cambió mi vida, que obviamente la cambió, pero creo que sí hay algo de eso en El cautivo. Al final es la historia de alguien que a través de la imaginación es capaz de aliviar el cautiverio de los demás y encontrar claves para solucionar su propia vida. En eso me veo reflejado.

Alejandro Amenábar y Julio Peña durante el rodaje de 'El Cautivo'

Alejandro Amenábar y Julio Peña durante el rodaje de 'El Cautivo'

P. ¿Cómo encontró el tono?

R. En la propia obra de Cervantes, en donde hay aventura, drama, ironía… Para mí, siempre es deseable mostrar rayos de luz cuando nos acercamos a una realidad muy oscura. El humor, por ejemplo, emerge en cualquier situación, incluso en un funeral, y no quería renunciar a ello.

»Hablamos de un drama terrible, semejante al de un campo de concentración del siglo XX. Los niveles de depravación, de tortura, de hambre a los que eran sometidos los presos de Argel eran tremendos, y es algo que sobre todo reflejo al comienzo, como en esa primera secuencia de la venta de esclavos. Pero, una vez que se abre la puerta de la imaginación en la cabeza de Cervantes, quería que la película se llenara de luz.

P. ¿Cree que en la experiencia en Argel está realmente el germen del Quijote?

R. No lo digo yo, sino prácticamente todos los libros de historia que han caído en mis manos. Aunque creo que habría que empezar por el duelo que le obligó a huir de Madrid y a renunciar a su carrera literaria. Cervantes tiene que reconvertirse, primero, en mayordomo, luego, en soldado, pierde el brazo… Quería que toda esa experiencia, que cambió su vida, estuviera presente.

»La privación de libertad en Argel, de lo que escribirá cuando regrese a España, su conexión con el mundo árabe, con la realidad de una sociedad distinta a la suya, seguro que le forjaron como ser humano. Todo eso ayuda a que los personajes del Quijote sean de carne y hueso, sean humanos.

P. En la película hay referencias directas al Quijote

R. Si esto fuera una película de Marvel, estaríamos contando cómo nace el superhéroe. Por eso, me gustaba plantar esas referencias al libro. Tampoco quería abusar, porque podría haber sido algo hortera, pero dejamos pinceladas. Algunas cosas surgieron en el propio rodaje, como esa bacía en la barbería que él se queda mirando. Pero, sí, son pequeños guiños para los que han leído el Quijote.

Con El cautivo, Alejandro Amenábar entra en una etapa de madurez y consolidación creativa, tras superar el bache que supuso en su carrera el fracaso en el mercado internacional de la superproducción Ágora, que no logró recuperar los 50 millones de dólares que se invirtieron en su producción.

Antes, el cineasta parecía infalible: Tesis, su ópera prima, le convirtió a sus 24 años en el director más joven en lograr el Goya a la mejor película; Abre los ojos (1997) fue el primer filme español que recibió un remake de Hollywood, nada menos que con Tom Cruise como productor y protagonista –Vanilla Sky (Cameron Crowe, 2001)–; Los otros (2001) fue la película más cara del cine español en su momento, contó con una gran estrella de Hollywood como Nicole Kidman de protagonista y arrasó en la taquilla mundial…

Alejandro Amenábar. Foto: Cristina Villarino

Alejandro Amenábar. Foto: Cristina Villarino

Y, si hasta ese momento había cimentado un aura de maestro del suspense al estilo Hitchcock, con Mar adentro (2004) se lanzó al drama y se convirtió en autor de prestigio, conquistando el Oscar a la mejor película extranjera.

Entonces, llegó Ágora, un drama ambientado en la Alejandría del siglo IV y protagonizado por la astróloga Hypatia (Rachel Weisz), su primer pinchazo en taquilla, seguido de un parón creativo de seis años. Lo curioso es que el renacer de Amenábar está vinculado también a la Historia, ahora de España, ya que acaba de enlazar en sus dos últimos trabajos a los dos Migueles más célebres de las letras españolas, Unamuno y Cervantes.

“Cuando estaba en la universidad, jamás pensé que haría una película sobre la Guerra Civil”, explica Amenábar sobre Mientras dure la guerra (2019). “Y acabé marcándome una sobre el mismísimo comienzo del conflicto y nada menos que con Franco de coprotagonista. En mi caso, no sé bien por qué he acabado centrando mi mirada en el pasado de España. Sin duda, desde el punto de vista cultural, es algo muy rico”.

P. Si miramos en su filmografía, El cautivo se refleja mucho en Ágora, en cuanto a la complejidad de la producción, la recreación de un enclave histórico muy concreto, el reflejo de cómo la religión marca la esfera individual… ¿Buscaba cerrar alguna herida?

R. En realidad, Ágora es una película a la que le tengo un cariño especial. Probablemente es lo más profundo que he escrito y dirigido. Ahí está mi visión de la sociedad y de la especie a la que pertenezco. Su dimensión comprende desde una hormiga a la galaxia. Y no puedo evitar pensar que fue un poco incomprendida. Siento que quizá debió ser una miniserie para haber podido explorar a los personajes con una mayor profundidad. Pero esa inquietud cósmica estaba por encima de la historia con minúscula de los personajes.

»El cautivo, en cambio, nace fundamentalmente de mi interés por Cervantes, de la idea de contener la leyenda para que aflore su historia íntima.

“Ágora es una película a la que le tengo un cariño especial. Probablemente es lo más profundo que he escrito y dirigido”

P. Para ello ha confiado en un actor bastante desconocido para darle vida. ¿Qué vio de especial en Julio Peña?

R. Elegir a nuestro Cervantes fue una de las decisiones más difíciles de mi carrera. Julio Peña es sensiblemente más joven, 23 años, de lo que lo era Cervantes cuando fue capturado, con 28. Pero es que vi en él las cualidades que imaginaba en el personaje. Tiene luz e inteligencia. En alguna ocasión le he definido como viejoven, y él no se ofende.

»En cuanto se desprendió del peso de estar interpretando a un icono, empezó a volar. Me dijo: “Vamos a olvidarnos de que este señor era un genio de la literatura, porque comía, bebía, meaba y cagaba”. Y en el momento en el que empezó a interpretar a un ser humano, cogió altura. Me siento muy orgulloso de haber elegido a un chaval de 23 años, porque ha sabido estar a la altura.

P. ¿Cómo concibió el personaje de Hasán Bajá?

R. Hay dos películas que han influido claramente en El cautivo, Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994) y La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993). En un principio, Hasán Bajá estaba muy inspirado en el cruel director del campo de concentración que interpreta Ralph Fiennes en esta última. Pero, como ocurre en las novelas de Cervantes, los personajes son siempre más interesantes cuando les añadimos aristas y empezamos a entender su drama.

»Hasán Bajá fue secuestrado cuando era un niño y también fue un cautivo. Cuando lo empiezas a entender, el personaje adquiere más profundidad. No me gusta plantar un malo sin más en una película. Alessandro Borghi es además un animal de la interpretación y le da al personaje un magnetismo especial.

P. ¿Cuáles fueron los principales retos del rodaje?

R. El reto está en la cartela inicial: Argel, 1575. Cuando mi productor [Fernando Bovaira] lee mis guiones siempre dice que a ver cuándo se me ocurre algo baratito. Pero había que recrear una sociedad exuberante en una ciudad muy concreta y que el espectador se sintiera transportado cuatro siglos atrás con verosimilitud.

»Dudamos si rodar en tierra árabe o hacerlo en España. Finalmente, nos decidimos por España, parte en estudio y parte en pueblos de la Comunidad Valenciana y en Sevilla. Se trataba de ‘atrezar’ las calles, completar con retoques digitales y luego cuidar mucho la figuración. Lo más complicado fueron los planos con multitudes.

P. Tiene secundarios de mucho nivel: Miguel Rellán, José Manuel Puga, Luis Callejo... ¿Cómo trabajó con ellos el diálogo?

R. El diálogo estaba ya muy trabajado en el guion. A algunos les sorprende el uso del término ‘marica’, pero debía formar parte del habla popular en el siglo XVI, pues aparece en el Guzmán de Alfarache poco después. En este tema, me asesoró el historiador José Manuel Lucía, aunque no puedes ser absolutamente fiel a cómo se hablaba en la época.

»La idea es que el espectador se sienta transportado al pasado, pero que al mismo tiempo tenga una fuerza muy contemporánea. Y después es una suerte contar con actores que le dan naturalidad.