Ethan Hawke (Jesse) y Julie Delphy (Céline) en una escena de 'Antes del amanecer', película dirigida por Richard Linklater

Ethan Hawke (Jesse) y Julie Delphy (Céline) en una escena de 'Antes del amanecer', película dirigida por Richard Linklater

Cine

Treinta años desde que nos creímos una historia de amor increíble: la trilogía romántica de Linklater se hace mayor

'Antes del amanecer' llegó a los cines de nuestro país el 23 de junio de 1995. Fue la primera entrega de una saga que cambió la concepción del amor en el cine.

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La primera escena suscita tanta fascinación como desconcierto. Una película de amor presenta a sus protagonistas leyendo en un tren. Céline (Julie Delpy) es una estudiante francesa y Jesse (Ethan Hawke), un viajero estadounidense. No solo son guapísimos y hablan de cosas interesantísimas, sino que van a conceder al espectador el deseo por el que lleva suspirando desde que los personajes se han mirado por primera vez. A pesar de que lo ha conocido hace apenas unos minutos, Jesse tiene tanta labia que Céline no puede resistirse a su ofrecimiento: pasar un día juntos en Viena. Y una noche, porque el tren que debe tomar él sale a la mañana siguiente. Sin planes, sin sitio en el que dormir. Solo pasear y ver correr el tiempo en la decadente capital austriaca.

No, hombre, no, esas cosas no pasan.

Sin embargo, todo transcurre con una naturalidad tan desarmante que, cuando queremos darnos cuenta, estamos imbuidos en una relación que avanza vertiginosamente hacia el enamoramiento. Empujados por el ritmo de los diálogos, tan logrados que a veces nos parecen hasta pretenciosos –las referencias culturalistas van desde la literatura griega hasta Sylvia Plath– y otras simplemente nos rendimos a su hiperrealismo, creemos en la historia, nos entregamos a cada una de las escenas con una nobleza taurina.

¿De dónde surge Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995), primera entrega de la denominada trilogía Before, que se completa con Antes del atardecer (Before Sunset, 2004) y Antes del anochecer (Before Midnight, 2013)? Resulta que su director, el estadounidense Richard Linklater (Houston, Texas, 1960), pasó la noche con una desconocida en 1989. Se llamaba Amy Lehrhaupt y se conocieron en una tienda de juguetes de Filadelfia.

La relación no siguió adelante, igual que ocurre al inicio con los personajes de la trilogía, pero, al contrario que en el primer filme, el director de Todos queremos algo (2016) y la mujer sí mantuvieron el contacto tras el encuentro. Las conversaciones se fueron diluyendo cuando Linklater conoció a la mujer con la que se acabaría casando, pero la historia le había calado hondo. Ahí había una película.

El rodaje transcurre en 1994, menos de un lustro después del estreno de Pretty Woman (Garry Marshall, 1990), que contiene todos los tópicos del cine romántico. Esta sería distinta, se dijo Linklater, que ya había dirigido Movida del 76 (1993). Aunque algunos clichés eran innegociables: la belleza de los protagonistas, la pareja heterosexual, la química entre ambos... Eso sí, nada de giros bruscos de guion –típica bronca antes del final que acaba en reconciliación cuando todo parecía arruinado–, nada de clímax, nada de estructuras aristotélicas.

Ni siquiera un conflicto preside la trama. Acaso la discusión interior de los protagonistas: ¿qué hacer con sus vidas, ahora que se han enamorado? Más allá, predomina la propuesta estética a partir de las conversaciones en movimiento. En los diálogos, de alto calado existencial, se inscriben los grandes temas de la trilogía: la idea del amor romántico, el miedo a la muerte, las derivaciones del concepto 'libertad', los roles de género, la sexualidad, el matrimonio, la creación artística...

La intelectualidad como estigma 

La sombra intelectualoide planea sobre el proyecto de Linklater, a riesgo de ser tachado de elitista. El propio Ethan Hawke reconoce que, antes del rodaje, no se veía capaz de sostener un guion con esa densidad. "La memoria es algo maravilloso si no tienes que lidiar con el pasado", escuchamos. Julie Delpy incluso llegó a decir: "Esta película es aburrida, necesitamos llamar a alguien para escribir algunas bromas". Desde el arranque, queda claro el propósito del director, que coloca un libro en las manos de cada protagonista.

Jesse está leyendo Yo necesito amor, las memorias de Klaus Kinski, un atribulado actor alemán –nacionalizado estadounidense– que, amén de su inestabilidad emocional, trabajó mucho a las órdenes de Werner Herzog. Céline está inmersa en Madame Edwarda seguido de El muerto, de Georges Bataille, nombre de significativa altura intelectual. Madame Edwarda está protagonizada por una mujer transgresora y empoderada, si bien el deseo tiene mucha relevancia en la trama. Las lecturas ofrecen pistas acerca de la pareja.

Linklater proyecta, a la vez, un interesante paralelismo con el Ulises de Joyce. Los personajes se conocen el 16 de junio, coincidiendo con el Bloomsday (onomástica dedicada a Leopold Bloom), y es imposible no entrever en los larguísimos paseos de Céline y Jesse (cuyo nombre real es James, como Joyce) una alusión al escritor que camina junto a esposa Nora Barnacle por las calles de Dublín.

Además, la librería en la que Jesse presenta su novela en la segunda película de la trilogía, Antes del atardecer, es la archifamosa Shakespeare and Company de París, fundada el 19 de noviembre de 1919 en el número 12 de la rue de L'Odeón por Sylvia Beach, editora del Ulises. Por si fuera poco, en la tercera entrega hay una referencia, en mitad de una conversación entre escritores, a la película Te querré siempre, de Roberto Rossellini, inspirada en la obra Dublineses, también del escritor irlandés.

Ethan Hawke (Jesse) y Julie Delphy (Céline) en una escena de 'Antes del atardecer', película dirigida por Richard Linklater

Ethan Hawke (Jesse) y Julie Delphy (Céline) en una escena de 'Antes del atardecer', película dirigida por Richard Linklater

Es uno de esos pocos momentos en los que las conversaciones no transcurren en mitad de un desplazamiento: en tren, en coche –ya sea en uno propio o como pasajeros de un taxi– o incluso a bordo de un barco que navega por el Sena (en la segunda película, situada en París), pero sobre todo caminando. Del puente Zollamtssteg hasta la noria del Prater, donde al fin se besan, estos flâneurs contemporáneos liberan su verbosidad al tiempo que, plácidamente, patean el barrio de Spittelberg o se declaran su amor a la orilla del Danubio. Pero siempre hablan. Y se mueven. El movimiento como metáfora del innegable paso del tiempo.

"Recordar tanto diálogo fue una tortura, y fue aún peor con las tomas más largas, algunas de ellas superando los 11 minutos", asegura Hawke, que desmiente la idea de que los rodajes fueron improvisados. Antes al contrario, hay mucho trabajo detrás de este proyecto, empezando por el guion, siempre el punto de partida. Los protagonistas participaron en la escritura desde Antes del amanecer, que se alzó con el Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale, aunque no aparecieron en los créditos hasta la primera secuela. 

Kim Krizan, que antes había firmado junto a Linklater Movida del 76, colabora también en el filme matriz de la trilogía, pero desde Antes del atardecer, la segunda, el rol de Hawke y Delphy es mucho más decisivo. Tanto que fueron nominados al Oscar al mejor guion adaptado –toda secuela es una adaptación para la Academia de Hollywood– por la segunda y la tercera.

Incluso algunas secuencias están teñidas de algunas experiencias autobiográficas. Concretamente, el rodaje de Antes del atardecer coincidió con la separación de Hawke, por lo que el semblante de su personaje se impregna de ese aire crepuscular. Delpy, por su parte, ideó dos de las secuencias más deliciosas de la trilogía: la del teléfono imaginario en Antes del amanecer y la escena en la que ella misma (Céline) imita a Nina Simone en el cierre de Antes del atardecer. "Había pensado en ese final para otra película que escribí", reconoció años después.

Tras el estreno de esta, Linklater recibió un severo golpe. El director, que esperaba que Amy Lehrhaupt se hubiera puesto en contacto con él tras reconocerse en alguna de las películas, recibió finalmente la noticia que menos esperaba: Amy había muerto antes del rodaje de la primera. 

La narrativa en tiempo real es otra de las curiosidades que conciernen a este proyecto. La historia de la pareja (relato diégético) tiene la misma duración que la propia trilogía (tiempo extradiégético), que arranca en 1995 y concluye en 2013. Casi dos décadas en las que los protagonistas se amaron perdidamente, por más que la mella del tiempo amenaza con separarles.

Solo un año después, Linklater estrenó Boyhood (2014), película en la que esta fórmula se materializa de un modo mucho más radical. El rodaje duró doce años, lo mismo que esta historia, de modo que asistimos al crecimiento de Mason, personaje encarnado por Ellar Coltrane, y a la transformación física del actor.

Si la segunda película de Before se ocupa del reencuentro entre los amantes, el cierre de la trilogía retrata el desgaste propio de una pareja que ha superado el momento cumbre de la relación. El enamoramiento ha virado hacia una situación enquistada que no parece tener vuelta atrás. Jesse y Céline han aceptado que el amor se inscribe en una realidad tediosa y todo explota en la suite de un hotel.

La pareja acaba de pasar un fin de semana en una isla griega y, entre tantas escenas en las que se mencionan obras como La ley del silencio, que habría inspirado buena parte de los libros de Jesse, consagrado al fin como escritor, descubrimos que Céline es la parte más disconforme de la relación. Jesse conserva el deseo de gustar a algunas mujeres, especialmente a sus lectoras, motivo que desata la ira de su compañera.

Delpy, estupenda en toda la trilogía, derrocha comicidad especialmente en esta película, siendo las escenas correspondientes a los reproches algunas de las más hilarantes. "Qué guapo eres, qué listo...", dice sarcástica, con la barbilla apoyada en la palma de su mano, imitando a las pavisosas lectoras con las que presuntamente él estaría encantado. Una magnífica sátira de la pose intelectual pretendidamente sexi.

La secuencia del hotel, que se prolonga durante treinta minutos, es la penúltima de la trilogía. "Esta escena es una película en sí misma", reconoce Linklater, que se inspiró en Secretos de un matrimonio, de Ingmar Bergman. La aspereza de los diálogos, el verismo de los actores, incluso la claustrofobia que desprende la habitación, son algunas de las analogías más evidentes de esta película con el episodio final de Los años nuevos (2024), la última serie de Rodrigo Sorogoyen, Paula Fabra y Sara Cano

En general, toda la serie está preñada de ecos linklaterianos. Desde el mismo planteamiento, diríamos, pues la trama está también absolutamente determinada por la peripecia amorosa de sus protagonistas. Óscar (Francesco Carril) y Ana (Iria del Río) son el centro de la acción, lo de alrededor es meramente accesorio. Los años nuevos es un ejemplo de cómo Before cambió la concepción del amor en el cine. "A medida que las parejas envejecen pierden la capacidad de oírse", dice Céline en Antes del atardecer, mientras escuchan discutir a una pareja adulta. Y, casi instintivamente, recuperamos esa idea en el cierre de la trilogía.

La primera entrega se estrenó, precisamente en nuestro país, hace ahora 30 años. Tras llegar a las salas españolas el 23 de junio de 1995, recaudó en taquilla el equivalente en pesetas a 495.181 €, una cifra estimable para la época. Aunque más importante resulta el legado que dejó: una nueva mirada hacia las relaciones sentimentales: más verosímil, más cruda, menos edulcorada pero igual de romántica. Tal vez necesitábamos un espejo que no nos devolviera lo que queríamos ver, sino el negativo auténtico de lo que somos ante el amor.