Fotograma de 'Lilo y Stitch'.

Fotograma de 'Lilo y Stitch'.

Cine

'Lilo y Stitch': Disney esta vez sí acierta con un 'live action'

Tras el fiasco de 'Blancanieves', la adaptación en carne y hueso de la película de 2002 desprende el encanto y calidez de la cinta original.

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En una industria de Hollywood con películas cada vez más caras y que parece tenerles terror a los contenidos originales, Disney sigue apostando por adaptar a imagen real sus películas de animación más populares. Después de, entre otros, de los live action de La bella y la bestia (2017), Aladdin (2019), La sirenita (2023) o el reciente y polémico Blancanieves, le llega el turno a Lilo y Stitch, estrenada en 2002 con éxito en todo el mundo. En España, fueron a verla 1,2 millones de personas.

Se trata de una historia original de Disney no basada en ningún clásico y en esta ocasión la compañía se ahorra las acusaciones de “wokismo” porque los personajes de la película original ya tenían la piel oscura al ser nativos hawaianos. Ambientada en la paradisíaca isla, trata sobre una niña huérfana (Lilo, interpretada con gracia por Maia Kealoha) que se hace amiga de un extraterrestre monísimo pero muy gamberro, Stitch.

Película estrictamente destinada a los niños, Lilo y Stitch contiene todos los tópicos de las películas infantiles pero los mezcla con gracia. Dirigida por Dean Fleischer Camp, conocido por la película de animación indie Marcel, el caracol con zapatos (2021), el filme plantea el dilema moral de su hermana mayor (Sidney Agudong), una joven que debe elegir entre renunciar a su sueño de ir a la universidad o dejar abandonada a su hermana pequeña en un orfanato.

En su divertida película ¡El soplón! (2009, sobre un ejecutivo tramposo y “perverso narcisista” (interpretado por Matt Damon), este, para caer mejor, se inventa que es huérfano y le adoptaron. El “niño huérfano” o abandonado, figura que llama de inmediato a nuestra empatía, es un clásico, de Hansel y Gretel a Heidi pasando por Oliver Twist, Peter Pan, Pinocho, el Lazarillo, la propia Blancanieves o el mismísimo Moisés, la narrativa infantil no sería nada sin ellos.

Los niños huérfanos son niños “tristes” por motivos obvios pero también tienen otra ventaja narrativa, y es que también son más libres por ello mismo como vemos en el “niño huérfano salvaje” por excelencia, Huckleberry Finn, el amigo de Tom Sawyer.

En este caso, Lilo, un tanto desatendida por su demasiado joven hermana, enlaza con ambas tradiciones y los niños también pueden celebrar e incluso envidiar secretamente esa falta de autoridad que sufre pero también goza a su manera.

El destino de Lilo, castrando a su hermana o dando con sus huesos en un orfanato, sirve como hilo conductor a una cinta blanca como la nieve en la que vemos cómo la protagonista, también víctima de bullying, encuentra afecto de la manera más insospechada con ese Lilo que como Atila por donde pasa no crece la hierba. Un “terrorista” eso sí, monísimo, que como la desdichada protagonista, también se siente incomprendido y víctima de su naturaleza salvaje.

De travesura en travesura, con un montaje dinámico que no da respiro no vaya a ser que alguien se aburra, la versión live action transmite la calidez y gracia que ya tenía la versión original con una banda sonora de estilo hawaiano atronadora. Que nadie espere las “dobles lecturas” para niños y adultos de algunas películas de Pixar, aquí todo desprende buenos sentimientos. A los niños les encantará y sus padres, no se aburrirán.