Catherine Breillat en el  D'A de Barcelona en abril. Foto: Dani Cantó - D'A - Festival Cinema Barcelona

Catherine Breillat en el D'A de Barcelona en abril. Foto: Dani Cantó - D'A - Festival Cinema Barcelona

Cine

Catherine Breillat: "¡No soporto la dictadura de la moral! Los autores tenemos derecho a la inmoralidad"

Siempre radical, rupturista y provocadora, la cineasta francesa cuenta en 'El último verano' el romance entre una mujer de 50 años y un adolescente.

24 mayo, 2024 02:20

No tiene pelos en la lengua. Ella dice que no es escandalosa, sino “un escándalo”. Catherine Breillat (Bressuire, 1948) ya publicó a los 17 años su primera novela, El hombre fácil, y desde entonces el sexo ha estado en el centro de su obra.

Películas como Una chica de verdad (1976), donde aborda la sexualidad adolescente, sus dos colaboraciones con el actor porno Rocco Siffredi, la muy polémica Romance X (1999) y Anatomía de un infierno (2004), y Abuso de debilidad (2013), en la que retrata la forma en que un estafador se aprovechó de su dura convalecencia de un ictus, cimentan su leyenda.

Con El último verano, que se estrena este viernes, seleccionada en la sección oficial de Cannes, la realizadora ha conquistado las mejores críticas de toda su trayectoria. Fiel a su filmografía, cuenta la relación entre una mujer burguesa, de unos cincuenta, Anne (Léa Drucker), con el hijo de 17 años, Theo (Samuel Kircher), de su marido. Como insiste Breillat, la película no juzga.

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Pregunta. ¿Quería mostrar en la película que una persona razonablemente buena puede enamorarse de un adolescente?

Respuesta. No soy una moralizadora de la sociedad. No juzgo a nadie. Como cineasta no soy juez de instrucción. Anne no es una mujer depredadora, pero se olvida de que Theo es su hijastro. Y yo quería que sucumbiera, es una historia muy francesa.

»De alguna manera, lo que ocurre obliga a Anne a revisar su propia adolescencia. Es un personaje que se parece a la Marnie de Hitchcock en Marnie, la ladrona (1964). Es una mujer frígida, que cree que ha encontrado un equilibrio con su marido y sus hijas, a los que ama sinceramente, pero en el fondo hay un profundo desequilibrio. Esa célula familiar se ha convertido en una prisión. Frente a ese amor construido del matrimonio irrumpe la pasión, la belleza de un primer amor.

P. ¿Cómo trata la pulsión autodestructiva del personaje?

R. Es ella misma quien la busca. Creo que eso es muy emotivo. Anne tiene un pasado muy duro, que no lo explica todo pero sí mucho. Después, en la grisura de su vida, esa seducción se convierte en una pasión. Cede sin medir las consecuencias y después quiere que todo acabe para olvidarlo.

»Quería que en la película hubiera un aprendizaje de la seducción, un entrenamiento del amor. Hay una amoralidad, un adulterio con el hijo de su marido, pero la cuestión de la culpabilidad es más compleja. Yo quería que la gente se interrogara. ¿Yo hubiera cedido? El final es muy abierto, no sabemos qué pasará.

La mirada del otro

P. ¿Quería que el espectador viera una historia de amor más allá del shock que produce esa diferencia de edad?

R. Cuando te enamoras se te pone tan buena cara que la gente te pregunta si te has hecho un lifting. Hay una transfiguración del rostro por la mirada del otro. Pero yo no quería contar una historia, me interesan las emociones.

P. El joven Theo tiene una belleza andrógina. ¿Lo ve como un nuevo Tadzio, el jovencito que causa furor en Muerte en Venecia?

R. ¡En absoluto! Tadzio es un objeto de deseo de todos estos viejos que lo desean. Sin embargo, en esta película, Theo no solo es deseado, tiene un rol activo, él también desea, la provoca de una manera muy adolescente. Lo veo mucho más cercano al protagonista de Teorema (Pasolini, 1968), ese joven que erotiza a toda una familia burguesa. Claro que se parece a Tadzio en que es muy joven, tiene un cuerpo casi de niño y es guapo, pero nada más.

Léa Drucker, Samuel Kircher y Olivier Rabourdin en 'El último verano'

Léa Drucker, Samuel Kircher y Olivier Rabourdin en 'El último verano'

P. ¿Surge un deseo de revivir la juventud?

R. ¡Todos nos sentimos más jóvenes de lo que somos! No he perdido un lado adolescente que libero con la creatividad. Si hay algo que detesto en esta vida son los ‘normópatas’, no puedo con eso. No resulta muy fácil ser un autor cuando te tachan siempre de escandalosa, y yo no soy escandalosa, ¡soy un escándalo! Cuando escribí mi primer libro a los 17 años no quería ser escandalosa, era demasiado ingenua, era una buena estudiante, era virgen… pero tenía un imaginarioque surge en la adolescencia.

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P. ¿Le preocupa que alguien diga que con El último verano vindica la pederastia?

R. Estamos como en la época soviética o en la China comunista. ¡No soporto la dictadura de la moral! Los autores tenemos derecho a la inmoralidad. El cine no es eso, tampoco la ficción. Estamos en un momento de locos en el que una autora de mi país escribe un libro diciendo que todas las mujeres deberían hacerse lesbianas y explica cómo hacerlo. ¿Tenemos que matar a los hombres? Tengo hijos y nietos y no quiero que vivan en una sociedad así. El mundo ha cambiado mucho, la situación de la mujer ha mejorado y ahora debemos dejar vivir a los hombres. No podemos dejar que se sometan a unas feministas histéricas.