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'El horizonte': Emocionante retrato del despertar a la vida

Este filme suizo de Delphine Lehericey aborda con sensibilidad y belleza la relación entre una madre y su hijo cuando la mujer se enamora de otra persona

31 marzo, 2021 10:19

Hay belleza en este debut Delphine Lehericey en el que aborda con sensibilidad y sencillez la relación entre una madre (Laetitia Casta) y su hijo de unos doce años (Luc Bruchez). Película suiza que ganó todos los premios de la academia de ese país, está ambientada en los años 70 del siglo pasado y aborda ese vínculo cuando la madre se enamora de otra mujer y su matrimonio se desmorona. Ambientada en un pequeño pueblo, lo mejor del filme es la forma en que Lehericey cuenta su historia sin aspavientos ni melodramatismos. Vemos a ese niño enfadado con el mundo cuando descubre que no todo le saldrá como quiere y la manera en que ese pequeño pueblo idílico se convierte en un infierno para la familia cuando todo el mundo se entera de un romance que por aquel entonces estaba mal visto por la sociedad. Entre vivir con la persona que quiere y el afecto de su hijo, la mujer se enfrenta a un dilema cruel que el filme refleja con dramatismo pero al mismo tiempo de manera sutil y emocionante.

En El horizonte no pasa gran cosa. Atenta a los ritos y las costumbres del campo, la directora se recrea en la belleza de un estilo de vida cada día más en desuso realizando una gran construcción del personaje del niño. Vemos a un chaval en el momento en que comienza a crecer y dejar de ser un niño, un jovencito de pocas palabras y miradas intensas que siente como una traición el romance de la madre. El niño pasea en bici, lleva a los animales a pastar, trata de comprender a un padre con dificultades para expresar sus emociones y se desespera cuando ve que es incapaz de evitar lo que parece inevitable, la destrucción del núcleo familiar.

Frente a esas rutinas y ese mundo que parece estático de una belleza abrumadora, la violencia del despertar a la vida y el descubrimiento de sus misterios. La directora retrata la vida campestre sin recrearse en sus aspectos idílicos para mostrar un entorno duro en el que, por una parte, los ganaderos deben enfrentarse a la brutalidad de las pandemias y a la incertidumbre de depender de los ciclos de la naturaleza y que, por la otra, esa pequeña comunidad puede mostrar su rostro más monstruoso cuando su estatus quo se ve violentado. Todo parece conducir a esa última escena en la que después de tanto silencio, dolor y represión todo estalla, que la directora rueda sin apretar las tuercas provocando una catarsis tan sentida como necesaria. Es esta una película sobre el profundo afecto de una madre y su hijo, sobre la dificultad de entender en la niñez que nuestros padres también pueden tener otros afectos y la posibilidad de reafirmarse a uno mismo en un mundo que acepta a regañadientes la diferencia.

@JuanSarda