Bong Joon-ho

Bong Joon-ho

Cine

La lucha de clases llega a los Óscar: 'Parásitos' hace historia en Hollywood

'Parásitos' hace historia y se convierte en la gran triunfadora con los premios a mejor película, director (Bong Joon-ho), guionista y mejor película extranjera.

10 febrero, 2020 09:10

La aparición de Janelle Monae proclamándose como una “artista negra y lesbiana” pronosticaba que esta sería una noche distinta. Por primera vez en la historia de los Óscar, y ya llevan 92 años, una película no hablada en inglés se llevó el premio a la mejor película, que en este caso sí estuvo acompañada por el de mejor dirección. Las quinielas pronosticaban el éxito de 1917, la épica de Sam Mendes sobre la tragedia de la Primera Guerra Mundial, pero al final los Óscar no fueron “tan blancos” como pronosticaba un hashtag que ha corrido como la pólvora en los últimos meses, y el surcoreano Bong Joon-Ho, el hombre que ya deslumbró al mundo con películas como Memories of Murder (2003) o The Host (2006), se ha impuesto con Parásitos. El filme refleja con brutalidad la vieja lucha de clases de Marx y entrega una metáfora sobre una sociedad parasitaria en la que los seres humanos se explotan los unos a los otros. La sociedad no como lugar de unión sino como campo de batalla de ricos contra pobres en una película tan desquiciada como una realidad imprevisible. Inspirándose en su propia experiencia como profesor particular de una familia acomodada, al recoger su segundo Óscar de la noche, esta vez como director, Joon-Ho ya advirtió que “cuanto más personal seas, mejor lo harás”. Como estaba más que previsto, Joaquin Phoenix y Renée Zellweger fueron los otro dos grandes ganadores de la noche por sus excelentes trabajos con los personajes de Joker y Judy Garland.

Fue una gala sin presentador, en la que no hubo casi un segundo de respiro, como si tuvieran prisa por acabar, con pocas sorpresas salvo la de la identidad del propio ganador, en la que Hollywood dio una oportunidad al nuevo talento internacional pero también patrio. Ahí estaba Billie Eilish cantando Yesterday para homenajear a los muertos, o el omnipresente últimamente Adam Driver chupando cámara sin parar. Y fueron también, o sobre todo, unos Óscar plagados de viejas glorias, y desfilaron desde Steven Spielberg a Steve Martin pasando por Diane Keaton o Tom Hanks, acabando con Jane Fonda, que dio el premio a la mejor película a los emocionadísimos coreanos, que parecían verdaderamente sorprendidos. En una noche muy medida, demasiado, en la que Trump esta vez casi brilló por su ausencia después de un año pasado marcado por las constante menciones a su persona, la única actuación no anunciada fue la de Eminem, que no fue a buscar su Óscar cuando lo ganó por 8 millas en 2002 (como protesta por la guerra de Irak, qué tiempos) pero se tomó la revancha resucitando su mítico Lose Yourself en una noche tan empeñada en que no bajara el ritmo que por momentos casi parecía que a todos los esperaban en otro sitio.

Escrutador de las pulsiones ocultas, Joon-ho siempre ha reflexionado en sus películas sobre el miedo como motor de control social y aquí el miedo se transforma de nuevo en violencia. El éxito del coreano dejó sin premio a Pedro Almodóvar a pesar de los buenos augurios de que fuera Penélope Cruz la elegida para dar el galardón a la mejor película extranjera. Salió Penélope, sola, pero no hubo “Peeeedro” sino Bong Joon-ho aunque quizá como buena actriz supo disimular muy bien la decepción. Antonio Banderas, por su parte, ya tenía más o menos claro que la Academia premiaría el enorme éxito mundial de Joker dándole un (merecido) Óscar a su protagonista, Joaquin Phoenix, en un papel que ya le dio la gloria al llorado Heath Ledger.

Después de Monae, abrió fuego el Óscar para Brad Pitt por Érase una vez… en Hollywood, donde triunfa interpretando a un doble de acción derrotado por la vida y señalado por todos por su complicado pasado. Acto seguido llegó el Óscar para la mejor película de animación, una oportunidad perdida para la película española Klaus ya que se lo llevó Toy Story 4. En este caso, cabe decir que el director Sergio de Pablos ya ha logrado un hito al conseguir medirse con las grandes superproducciones de California. Y ahí estaba Gisela, cantando en “castilian”, como rezaba el subtítulo, algunos versos de la canción de Frozen 2 junto a todas las cantantes que la han dado voz en sus distintas versiones en todo el mundo. Un tema con aires de Broadway bastante aburrido que viene a subrayar también un cierto agotamiento de un Hollywood enredado en sí mismo. Como prueba el éxito de Parásitos, necesita savia nueva para reinventarse.

Hubo sorpresa en la categoría reina pero los Óscar a las mejores interpretaciones cumplieron de pleno las expectativas. Estaba cantado que Brad Pitt ganaría como secundario y la única pena fue que se mostrara tan comedido después de sus épicos discursos en los Globos de Oro y en los BAFTA. Laura Dern también era favorita por su papel como abogada reivindicativa y fuera de la norma en Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach. Phoenix se definió como un “granuja” al que le dieron una segunda oportunidad, dio un discurso político en el que reivindicó los derechos LGTB, la igualdad de género y el fin del racismo para proponer un mundo “menos egocéntrico” y más conectado con lo natural (representado por una vaca inseminada artificialmente a la que dejamos sin terneras para encima tomarnos su leche con el café). Muy bonito fue el recuerdo de su hermano, el inolvidable River, “corre al rescate, y la paz vendrá después”.

Renée Zellweger está maravillosa en Judy y aunque estuviera más que previsto, no es menos justo que se haya llevado el premio a la mejor actriz por su sensacional trabajo dando vida a la actriz y cantante Judy Garland. Mujer frágil y hermosa, Garland merecía un biopic a la altura de su leyenda y la sensibilidad de Zellweger es innegable. “Nuestros héroes nos animan, nos unen”, dijo Zellweger, quien incluyó en su lista de héroes a “los hombres y mujeres de uniforme” o “los equipos de primera respuesta” junto a Bob Dylan y Martin Scorsese. De Garland destacó su generosidad de espíritu. Cosa extraña, la Academia no sacó partido de la inmortal Under the Rainbow, una de las melodías más icónicas de Hollywood.

Hubo más Óscar. El ingenio de Jojo Rabbit tuvo recompensa y su director y guionista, Taika Waititi, que también interpreta nada menos que a Hitler, ganó el premio al mejor guión adaptado. Sin duda, logra lo que parece a priori muy complicado, convertir a un niño nazi en un personaje simpático y darle la vuelta a su historia para dejarnos con un nudo en la garganta. El premio al guión original se lo llevó, una vez más, Parásitos. Y el premio para la mejor fotografía fue para un mito como Roger Deakins, colaborador habitual de los hermanos Coen, por su trabajo en 1917, donde logra una sensacional textura en tonos terrosos y grisáceos. La película de Mendes salió como “gran derrotada” pero se llevó otros dos Oscar, a los efectos especiales y a mejor mezcla de sonido. Y Elton John, nada menos, ganó el Oscar a la mejor canción por Rocketman.

Fue finalmente una leyenda como Jane Fonda, pura historia de Hollywood, la que anunció el Óscar a la mejor película para Parásitos, lo cual tiene más mérito si se cuenta que ahora hay diez nominadas. Fue una cosa extraña ver las lágrimas sinceras de la productora coreana recogiendo el premio. Ella misma lo definió como un “cambio histórico”. Fue una muestra de generosidad de un Hollywood siempre necesitado de savia nueva, pero también lo suficientemente inteligente como para “parasitar” el ajeno.

@juansarda