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'Judy', mujeres que aman demasiado

La protagonista absoluta de este biopic sobre Judy Garland firmado por Rupert Goold es una Renée Zellweger, que sale en todos los planos de la película e interioriza su personaje hasta límites casi escalofriantes

31 enero, 2020 08:15

Hace más de treinta años, la terapeuta de Estados Unidos Robin Norwood publicó el best seller Mujeres que aman demasiado, un manual de autoayuda con millones de ejemplares despachados en el que aconseja a todas aquellas que tienen tendencia a entregarse con excesiva devoción a su pareja. Judy Garland, actriz y cantante de enorme celebridad en el siglo XX gracias a películas como la mítica El mago de Oz (Victor Fleming, 1939), Cita en San Luis (Vicente Minelli, 1944) o Ha nacido una estrella (George Cukor, 1954) fue una mujer de emociones fuertes y con una capacidad extrema para el amor, que pudo ser a la vez fuente de su desdicha y de su prodigioso talento. Figura trágica por antonomasia, reverso oscuro del universo rutilante de las estrellas de Hollywood, Judy se convirtió en uno de esos juguetes rotos de la industria del entretenimiento, primero adorada por el público como estrella infantil para convertirse después en una mujer controvertida e inestable que arrastraba penosas adicciones. El biopic Judy, realizado a su mayor gloria por el director teatral británico Rupert Goold, nos acerca al personaje en sus últimos meses de vida, cuando trataba de resurgir de sus cenizas con unas actuaciones en Londres a la vez que se desesperaba por la separación forzosa de sus hijos.

La protagonista absoluta de Judy es Renée Zellweger, que sale en todos los planos de la película e interioriza su personaje hasta límites casi escalofriantes. La Judy que conocemos es una mujer con dificultades económicas a la que echan de los hoteles por falta de pago, una estrella en horas bajas con la que nadie quiere trabajar por sus problemas con el alcohol y sus constantes retrasos y desplantes en los rodajes. Las cosas parecen adquirir un rumbo más positivo cuando conoce a un jovencito encantador del que se enamora perdidamente y que al principio la trata como una reina y, sobre todo, cuando acepta dar esos recitales en Londres que pueden significar el tan ansiado regreso al trabajo y a unos ingresos que le permitan recuperar a sus adorados hijos, que viven con su padre. En la figura trágica de Judy hay ecos de otros niños famosos con vidas complicadas como Michael Jackson o Macaulay Culkin pero también de otras cantantes de enorme sensibilidad como Billie Holiday, Janis Joplin o Amy Winehouse, que murieron jóvenes después de asombrar al mundo.

“Judy estuvo en el ojo del huracán desde que era una niña”, dice Goold, director de la película, y añade: “Eso la expuso a un peligro terrible. Hasta entonces nadie había sido una celebridad internacional desde tan pronto. Ese grado tan alto de exposición acabó teniendo un efecto devastador sobre ella”. A la hora de buscar un “culpable”, el director tiene claro que el problema empieza cuando la pobre artista es obligada a trabajar como una mula siendo una adolescente en un sistema en el que los grandes estudios controlaban todos los aspectos de la vida de sus estrellas. Alma rebelde, la actriz y cantante nunca llevó bien el marcaje al que la sometía el director de MGM, Louis B. Mayer, que estaba empeñado en venderla como la “perfecta chica americana”. De decepción en decepción, abandonada por muchos y traicionada por algunos, el personaje nos conmueve por lo que tiene de auténtico y frágil. Imperfecta, superemotiva y terriblemente “humana”, Judy es un desastre pero al mismo tiempo nunca deja de ser una idealista que sencillamente espera, en vano, que el mundo sea un poco mejor de lo que es.

@juansarda