Image: No lo llamen política, es supervivencia

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Cine

No lo llamen política, es supervivencia

23 noviembre, 2018 01:00

Antonio de la Torre interpreta a José Mujica

Alvaro Brechner refleja en La noche de 12 años el calvario de un mito de la izquierda mundial como el ex presidente de Uruguay José Mujica, que estuvo aislado durante 12 años en una celda por la dictadura militar que gobernó el país con puño de hierro.

Decía Sartre que la existencia precede a la esencia y también que el ser humano "está condenado a su libertad". Son dos premisas existencialistas que marcan el tercer largometraje del cineasta uruguayo afincado en España Alvaro Brechner (Montevideo, 1976), La noche de 12 años, en el que vemos reflejado el calvario de un mito de la izquierda mundial como el ex presidente de Uruguay José Mujica y sus dos compañeros de activismo político contra la dictadura militar que gobernó el pequeño país con puño de hierro entre 1973 y 1985. Autor de dos películas celebrabas por crítica y público como Mal día para pescar (2009) y Kaplan (2014), al cineasta no le interesa tanto hablar de la violencia política que sufrió el país en sintonía con otros regímenes autocráticos americanos como Argentina o Chile, sino retratar a un ser humano, o tres, en condiciones extremas en las que se les niega la más mínima humanidad. Una historia de heroísmo y supervivencia del "Mandela" latinoamericano que al salir de la cárcel se niega a odiar a sus torturadores. Antonio de la Torre, en el papel más radical de su trayectoria como Mujica, Chino Darín como Mauricio Rosencof, y Alfonso Tort como Eleuterio Fernández Huidobro, sus compañeros en el horror que no de celda ya que estuvieron aislados 12 años, se dice rápido, son los protagonistas de este filme desgarrador que convierte al desdichado conde de Montecristo casi en un aficionado.

"Como cineasta, me siento como un explorador o un aventurero de la condición humana. Con esta película quiero preguntarme si en condiciones tan extremas merece la pena la vida. Ello nos conduce a la pregunta de dónde reside el espíritu humano cuando te lo han quitado todo", nos cuenta Brechner. Jovencísimos los tres, Mujica entonces no era un líder mundial sino un miembro de los conocidos como "Tupacamaros", una organización política de izquierdas que emprendían acciones de "guerrilla urbana" para acabar con la dictadura militar. Sin sangre en las manos, los activistas fueron apresados como "rehenes" por la dictadura y se les prohibió cualquier contacto entre ellos confinándolos a unos calabozos diminutos y nauseabundos en los que tenían que hacer sus propias necesidades.

"Hay un marco autoritario pero no es una película sobre la dictadura", deja claro el director. Tampoco es "una película carcelaria porque no vemos la cárcel como una institución. No es la historia de unos hombres entrando en una nueva sociedad en la que rigen unas reglas distintas. No hay un proceso de institucionalización porque en este caso hay un aislamiento absoluto. Lo que me interesa es la clave existencial, cómo estos individuos son arrojados al precipicio del abandono, la soledad y la oscuridad y como consiguen mantenerse cuerdos. Es un momento en el que están obligados a reinventarse para sobrevivir y en el que se produce una revelación que llega con la extrema soledad".

Llegamos así a Sartre y el existencialismo. La idea de fondo, el ser humano sigue existiendo por el mero hecho de existir aunque las condiciones en las que viva no tengan nada que ver con la humanidad. "Viendo la película es posible que uno ni siquiera conozca la ideología de estas personas", explica el director, "porque nosotros de lo que hablamos es de la esencia de ellos. El hecho de que fuese un movimiento de izquierdas no cambia nada. Ante una experiencia de subsistencia como esta, da igual de dónde vienen. Para mí lo más tremendo fue la dificultad de recrear y vehiculizar una narrativa que refleje el horror porque existe un límite hasta dónde puedes llegar. El lenguaje tiene un límite. Entiendes a esos supervivientes de campos de concentración de nazis que tienen muchas dificultades para contar lo que vivieron. Yo estuve casi cuatro años hablando con ellos y te contaban que añoraban tener un lugar para mear y que eso ocupaba gran parte de su deseo".

La noche de 12 años no propone una narrativa convencional sino que se plantea como una película sensorial en la que se invita al espectador a vivir en carne propia el calvario de sus desafortunados protagonistas. Nos explica Brechner: "Ellos no sabían cuánto tiempo iba a durar su confinamiento, lo cual lo hacía muy angustioso. Llega un momento de confusión total en el que tu cerebro empieza a confundir todo, memorias, recuerdos y fantasías y el cerebro genera estímulos ante la falta de capacidad sensorial. Al mismo tiempo, el oído se hiperdesarrolla y comienzan a surgir las alucinaciones auditivas. En ese estado, no hay forma de poner un orden o generar una rutina porque no te puedes proyectar al futuro. Trato de acercarme a ese universo expresionista marcado por las percepciones y el viaje interno".

Si la existencia precede a la esencia, la humanidad también se abre paso en condiciones que, como dice Brechner, se asemejan en casi todo a la de los animales pues solo podían dormir y comer, mal, negándoseles un folio y un bolígrafo o cualquier atisbo de piedad. "Decía Sartre que el hombre está condenado a su libertad porque siempre tiene la capacidad de decidir qué tipo de ser humano es. Hay un ligar irreductible en el que existe la capacidad de imaginación. En las charlas con Mujica, él te decía, que en esos años tan terribles él aprendió a saber quién es. Todos somos en base a las experiencias que vivimos. Y en esas condiciones extremas, el ex presidente te decía que allí había reconectado con su esencia más íntima".

Así llegamos a la última clave importante, la renuncia al rencor del futuro presidente de Uruguay por el daño sufrido. Las comparaciones con Mandela son inevitables: "Son historias muy distintas pero sí existe esa coincidencia en la falta de rencor. Lo vemos en ese plano final en el que Antonio de la Torre y entiendes en su mirada que no quiere odiar. La naturaleza es sabia y nos dio ojos delante y no detrás. Como dice Mujica, el perdón es una decisión, es una construcción nuestra, y aunque se haga justicia el tiempo es irreparable porque no hay vuelta atrás. Hay personas que después de la dictadura albergaron durante años un gran rencor y otras que decidieron pasar página. La experiencia dice que a las segundas después les fue mejor y tuvieron vidas más felices. De todos modos, aquí no quiero juzgar a nadie. No creo que exista una respuesta absolutamente correcta".