Image: Latidos de Málaga

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Cine

Latidos de Málaga

20 marzo, 2017 01:00

Santiago Alverú es Bosco, protagonista de Selfie

Hace unos meses, la repentina muerte de Rita Barberá provocó conmoción en España. De repente, en medio del clima hostil y de cabreo generalizado, ese infarto introducía una nota de discordancia: ¿Y si nosotros, las "víctimas" de los políticos nos habíamos pasado convirtiéndoles a ellos en víctimas? ¿Y si habíamos llegado a un punto en el que habíamos convertido la legítima indignación en linchamiento? Son preguntas interesantes que no ocultaban el hecho de que la ex alcaldesa hubiera regido durante dos décadas un partido corrompido de arriba abajo. Pero aún siendo culpable, ¿además de las previstas acciones penales en un Estado de Derecho, el brutal castigo social a que son sometidos no demuestra en nosotros un ánimo revanchista que puede acabar siendo destructivo para todos?

La película Selfie, regreso a la dirección de Víctor García León después de 12 años desaparecido, los que han pasado desde Vete de mí, narra la corrupción española desde el lado del "malo" para que veamos el sufrimiento de esos malos a partir de una víctima inocente, el hijo de un ministro corrupto, Bosco (Santiago Alverú), un joven pijo a rabiar, con esa desfachatez que a veces puede ser graciosa de los pijos madrileños, que ve como su mundo se desmorona cuando a su padre lo meten en la cárcel: le desahucian, le deja la novia, sus amigos le dan la espalda y acaba con sus huesos en Lavapiés dependiendo de la "generosidad" de los extraños; una ciega con la que tiene un romance que se dedica al trabajo social y su amigo enamorado, ambos fanáticos de Podemos, que son los únicos que muestran cierta piedad (sin saber quién es realmente) sometiéndole a un abrupto de escenario.

El pijo de la Moraleja de repente se ve inmerso en un mundo de emigrantes ilegales, mítines de Pablo Iglesias, centros para discapacitados y pisos decorados con telas indias en un descenso a los infiernos que como en toda buena narrativa clásica sirve como proceso de aprendizaje para el héroe, algo así como ese chaval millonario que acaba descubriendo la vida haciendo el trabajo de un pescador en uno de los barcos de su padre para descubrir los "verdaderos" valores en el clásico de Rudyard Kipling adaptado por Victor Fleming como protagonista.

Los tiempos han cambiado y Selfie no es una novela decimonónica sobre un chaval malcriado que aprende de lo que va la vida cuando ve cómo viven los pobres aunque tiene bastante de eso. El personaje de Bosco, casi siempre delirante y por momentos muy gracioso, resulta sin embargo más ambiguo que ese tonto sin remedio de la película de los años 30. Aquí Bosco tiene bastante más que aprender que los activistas pero él también tiene alguna lección que dar en una película que resulta tan nítida en algunas de sus conclusiones morales como llena de aristas en otros, lo cual la hace más interesante. Selfie es una película triste envuelta en una película divertida que al final logra hacer verosímil lo que al principio parecía imposible logrando crear una extraña emoción.

Una escena de Amar, de Oscar Estebán Crespo

Amar, del cortomertrajista nominado al Oscar Estebán Crespo, es una ampliación de dos de sus cortos (Siempre quise trabajar en una fábrica y Amar) construidos en torno al amour fou en la adolescencia. En una película imperfecta, a veces demasiado austera en la puesta en escena, Esteban Crespo sí logra lo más difícil: transmitir con pasión esa vibración del primer amor de juventud en una película que rezuma vida, romanticismo y pasión. Partiendo de un buen retrato de personajes (él es un chico artístico y atormentado y ella una chica pragmática) Crespo construye su película como un torrente de emociones y aunque de vez en cuando no logra hilar con soltura todos los mimbres del filme, sí consigue que acabemos sintiendo con intensidad ese amor ilimitado que comparten los protagonistas en un filme que rescata el romanticismo en su vertiente más pura y auténtica.

Nieve negra, con Ricardo Darín y Leonardo Sbaraglia, dirigida por Martín Hodara, trata sobre la relación entre dos hermanos marcados por la trágica muerte a balazos de su hermano pequeño muchos años atrás que se reencuentran en el perdido y nevado paisaje de la Patagonia en el que se criaron y donde sigue viviendo Darín como un ermitaño para tratar una herencia. Muy bien interpretada por ambos actores, tanto Sbargalia, homenajeado este fin de semana en Málaga y en plenitud de facultades, como un espléndido Darín; estos dan vida y forma a este drama con elementos de thriller que engancha hasta el final.

La niebla y la doncella, dirigida por Sebastián Koppel, con Quim Gutiérrez y Aura Garrido como los famosos sargentos "Vila" y Chamorro de la Guardia Civil de las novelas de Lorenzo Silva, es una adaptación de una de esas historias que sucede en una Gomera tan diminuta como llena de maldad. El asesinato de un atractivo joven ligero de cascos sirve como punto de partida a un filme entretenido y que se deja ver, cuya resolución resulta tan sorprendente como forzada, en el que se echa en falta un poco más de garra.

@juansarda