Image: El niño y la bestia: crecer es duro

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Cine

El niño y la bestia: crecer es duro

22 abril, 2016 02:00

Fotograma de la película de animación El niño y la bestia, de Mamoru Hosoda

El niño y la bestia, de Mamoru Hosoda, se estrena en los cines españoles. La película de animación japonesa aborda la amistad sin límites a través de un hermoso espectáculo audiovisual.

Hace tiempo que las barreras del cine de animación como género esencialmente infantil se han derrumbado y como mínimo desde la irrupción de Pixar, hace ya más de veinte años, sabemos que determinadas películas pueden gustar a los niños pero también a sus padres. Una fórmula que no solo domina Hollywood, también los japoneses, como sabemos, sobre todo gracias al talento inmenso de Miyazaki, cuyas bellísimas películas conquistan a todos. Hosoda no es Miyazaki, no tiene su aliento poético (tampoco lo pretende) pero sí es un creador con una imaginación desbordante y gozosa que construye en esta El niño y la bestia una película sensacional que no solo atrapa por su fastuoso y colorista espectáculo visual, también por la fuerza de un argumento si bien no excesivamente original, contado con gracia e inteligencia.

Recuerda el fondo de la película de La princesa Mononoke, esa película de Miyazaki en la que veíamos ese demonio que insertaba el odio en el corazón de los hombres corrompiéndolos. En esta ocasión, la misma fábula sobre la fuerza del amor y la destrucción del odio cristaliza en la peripecia de un niño huérfano que viaja a un mundo paralelo habitado por bestias humanizadas para descubrir una familia y aprender a pelear sin odiar a su enemigo. El niño y la bestia tiene reminiscencias de Karate Kid en ese niño que aprende artes marciales de mano de un experimentado profesor, aunque en esta ocasión es una bestia holgazana y no ese maestro riguroso de la mítica película de los 80. En El niño y la bestia, el profesor enseña a luchar y el niño le enseña a quererse a sí mismo en un proceso de aprendizaje mutuo que se parece mucho más a la vida real.

Hay películas que hay que ver con el cerebro y con las tripas y otras que hay que ver con los ojos del corazón. El niño y la bestia es una de las segundas. Es cierto que por momentos algunos pueden encontrarla demasiado infantil, pero si uno sabe dejarse llevar por la fuerza de sus imágenes descubrirá el infinito placer de los niños de creer en lo imposible. El niño y la bestia es un hermoso espectáculo audiovisual y una sencilla metáfora sobre cosas que quizá ya sabemos pero nunca está de más que nos recuerden.

@juansarda