Image: Pere Vilà encabeza Karlovi Vary, la cita del cine independiente
Cine
Pere Vilà encabeza Karlovi Vary, la cita del cine independiente
El realizador catalán estrena en Praga su segunda película, La lapidación de Saint Etienne, un drama en torno al abandono de nuestros mayores
Lou Castel da vida al protagonista de La lapidación de Saint Etienne.
Decía en una ocasión Martin Scorsese que el Oscar le hizo ilusión porque de pequeño soñaba con la estatuilla y no tenía ni idea de lo que es el Festival de Karlovy Vari. Esta idílica ciudad de la República Checa acoge desde 47 años uno de los certámenes más conocidos y vibrantes del circuito mundial de festivales que este año empieza el 29 de junio para terminar una semana después. Una cita que apuesta por el cine independiente puro y duro con una marcada ascendencia de los países del Este con las cinematografías rusa y polaca como santo y seña. Dos años después de que Agustí Vilà ganará el Globo de Cristal, el máximo galardón, las producciones de Lluís Miñarro vuelven a pisar fuerte. El productor presenta como director 101, una aproximación al mundo de Oliveira, y La lapidación de Saint Etienne, de Pere Vilà, quien regresa a su mundo pausado e intimista tras aquel bello debut, Pas a nivell. Si entonces describía el paso de la adolescencia a la madurez de unos chavales de Girona, en esta ocasión Vilà se acerca a un tema más espinoso: las muertes solitarias y a veces sórdidas de muchos ancianos que acaban aislados y abandonados. Lou Castel se mete en la piel de un viejo que vive en su apartamento con síntomas del síndrome de Diógenes y en perpetua hostilidad contra el mundo. Hablamos con Pere Vilà horas antes de su viaje a Bohemia.Pregunta.- ¿Cómo surge esta película?
Respuesta.- Todos leemos esos artículos sobre personas que compran un piso que lleva años vacío y encuentran a un viejo muerto, o esos cadáveres que pasan días pudriéndose hasta que se quejan los vecinos. Siempre me ha conmovido lo triste que debe de ser morir de esta manera. Sin duda, es la consecuencia de una sociedad como la que vivimos en la que se aparta a las personas mayores. No es un tanto una falta de respeto como indiferencia.
P.- ¿Podemos entender la película como un suicidio a cámara lenta?
R.- Hay un momento en el que le dice a su hermano que quiere seguir viviendo porque si muere se terminarán los recuerdos de su mujer y de su hija y lo poco que ya les queda de vida y por eso vive en esa casa solo llena de recuerdos. La casa para mí siempre fue un personaje vivo, tenía que respirar como para él respiran los fantasmas de sus muertos. Pero sí llega un momento en el que se rinde a su propia muerte.
P.- La relación más intrigante es la que mantiene con su hija viva.
R.- Es casi una película sobre el sentimiento de culpa. No puede soportar lo que le sucedió con su hija y su mujer. Él reproduce lo que les pasa a sus padres, no es capaz de perdonar y llega un momento en el que si las cosas no se solucionan funcionan solas casi por inercia y es muy difícil dar marcha atrás.
P.-La última escena es brutal.
R.- Era necesario que todos los elementos de la película cristalizaran en ese momento como su culminación. Vemos cómo no ha servido para nada ni la presión de la hija ni del hermano ni de los vecinos. Y eso culmina con él tirado en el suelo y la mierda saliéndose por los intestinos porque probablemente tiene un cáncer que le está comiendo por dentro.
P.- Su dedicación a la restauración de figuras religiosas carga de simbolismo a la película.
R.- Esa es una profesión que ha existido muchos años. Nos inspiramos en un taller de la Garrotxa que ha tenido que cerrar por la crisis pero que toda la vida se ha dedicado a eso. Al restaurar la figura de la lapidación de San Esteban en realidad lo que está haciendo es tratar de restaurarse a sí mismo. La cuestión religiosa resurge con el hermano, que continúa creyendo en Dios mientras él no es que haya dejado de creer, es que no quiere creer porque jamás elimina la posibilidad de que exista.
P.-Ha pasado de los adolescentes a los ancianos...
R.- En Pas a nivell era muy importante la muerte de la abuela. Mi abuela murió de Alzheimer y viví ese proceso de una forma muy cercana. Siempre me ha interesado mucho el traspaso entre generaciones, cómo se transmite la herencia de una a otra. Lo mismo le sucede al protagonista con el paso de su familia por Ravensbrück.
P.- ¿Le preocupa la escasa difusión que a veces tienen propuestas más radicales como la suya?
R.- Es un tipo de cine que no tiene las puertas abiertas. Son películas que se pueden ir haciendo aunque con dificultades. Son más pausadas, más contemplativas, más duras. Entiendo que uno quiera ver de vez en cuando Los vengadores pero me sorprende que sea tan difícil llegar a un público más amplio. Cuando sales fuera de España te encuentras los cines llenos y que hay un interés real por estas películas. No sé, quizá es que en nuestro país no existe interés o tradición.