Image: Benoit Jacquot: Me alegro de ser francés por la revolución francesa

Image: Benoit Jacquot: "Me alegro de ser francés por la revolución francesa"

Cine

Benoit Jacquot: "Me alegro de ser francés por la revolución francesa"

El director galo retrata en El adiós de la reina los tres días que median entre la toma de la Bastilla y la caída de la monarquía

1 mayo, 2012 02:00

Benoit Jacquot

La revolución francesa sigue siendo ese momento de la Historia en el que no sólo Francia sino "todo el mundo cambió", como dice Benoit Jacquot (París, 1947) autor de Adiós de la reina, en la que se retrata desde los ojos de una cortesana los tres días que van desde la toma de la Bastilla hasta la capitulación más o menos definitiva de una monarquía moribunda. Diane Kruger interpreta a la malograda reina, una mujer caprichosa y frívola a la que según el director la revuelta dio una dignidad trágica que la ennobleció (nunca mejor dicho). Narrada con formato de thriller, el filme nos permite ver la Gran Historia desde un rincón tan privilegiado como el de la lectora de la reina (Lea Seydoux), una mujer sometida a una jefa tirana y seductora cuya lealtad a la institución jamás pondrá en duda. Hablamos con el cineasta, que obtuvo un resonante éxito en nuestro país con Villa Amalia, su anterior filme, durante el recién terminado Festival de Málaga donde su película fue la encargada de clausurar el certamen.

Pregunta.- Viendo esta película da la impresión de que "responde" a la de Sofia Coppola. Allí la reina despertaba nuestra compasión, aquí la vemos como una mujer mucho más pérfida.
Respuesta.- Más que como una respuesta podríamos pensar casi en una continuación, mi película empieza donde termina la otra. A mí me gusta el retrato de Coppola, creo que consigue situarse en la época de María Antonieta y reflejarla desde los valores que había entonces. No podemos juzgar a las personas desde el ahora con nuestros valores sin más, hay que meterse en el clima moral y social de la época para entender mejor sus acciones.

P.- En cualquier caso, la María Antonieta que vemos en su película es bastante menos simpática que la de Coppola.
R.- Ella era la reina de Francia, vivía en una burbuja. Vemos el palacio de Versalles como una fortaleza que no le permitía comunicarse con el mundo exterior y debemos ver el mundo desde su perspectiva. Lo que yo quería que se viera es a una mujer que ha sido educada para mandar, para hacer lo que quiere, y que de repente tiene que enfrentarse a la Historia con mayúsculas. La revolución dignifica a María Antonieta, de ella surge una fuerza desconocida quizá incluso para sí misma y sabe actuar. Hay una dignidad trágica en ella.

P.- Vemos la Gran Historia desde la pequeña historia de su lectora, un personaje ficticio pero que podría haber sido real.
R.- La reina tenía lectoras, formaban parte de su servicio. Creo que lo interesante es el punto de vista, yo me sitúo como un periodista de la época y he procurado tener un tono casi documental para observar el mundo desde el lugar en el que lo ve esa cortesana. Cuando retratas la historia tienes dos maneras de hacerlo, desde el presente o colocándote en ese tiempo. Yo he querido mezclarme en la corte de Versalles y ser uno más en ese mundo que se desmorona.

P.- Vemos un mundo de vileza y poder abusivo, pero también de refinamiento máximo y sofisticación. ¿Cree que también perdimos algo con la revolución francesa?
R.- La revolución de 1789 fue un acontecimiento sensacional y es el motivo por el que me alegro de ser francés. Ustedes lo intentaron en el 36 y muchos franceses les apoyamos en ello. Sin duda, fue positivo. No me gusta la gente que tiende a embellecer el pasado o considerar que siempre fue mejor. Fue un mundo de refinamiento pero profundamente injusto ya que la inmensa mayoría de la gente no podía ni remotamente acceder a ello. La sofisticación sigue existiendo hoy en día, simplemente ha evolucionado.

P.- Sin duda, esos peinados, vestidos... son un regalo para un director.
R.- Quise hacer esta película durante muchos años y no la hice hasta que me dejaron rodar en Versalles. Es un mundo de glamour pero quise retratarlo sin exceso de oropel, de una manera muy cruda y directa. Vemos ese inmenso palacio como una fortaleza en la que los nobles son casi prisioneros de un mundo artificial. Tan sólo atisbamos muy de cuando en cuando la pobreza del pueblo creando un contraste brutal. Tiene que ver con ese punto de vista, los nobles de palacio apenas veían la pobreza, vivían aislados.

P.- Apunta elementos muy particulares, como el lesbianismo de María Antonieta.
R.- La reina tuvo como favorita a la duquesa de Polignac y en la época se rumoreaba que eran amantes. No me parece en absoluto descabellado pensar que también se acostaran.

P.- El personaje de la lectora es sumamente paradójico. Ella es leal hasta la muerte a la reina aun viniendo de una clase social desfavorecida.
R.- Eso sigue sucediendo ahora, muchos hombres siguen yendo a la guerra aunque puedan matarlos para defender a su país. La servidumbre del empleado a su jefe es algo que siempre ha existido y siempre existirá. Para esa lectora es un privilegio servir a la reina de Francia. Ella no pone en duda ese orden social porque en ningún momento se considera víctima.

P.- Es curioso porque ese mundo al mismo tiempo nos parece muy cercano y muy real y al mismo tiempo es tan distinto. Hoy sería imposible esconderse a una figura como la duquesa de Polignac u ocultar una revolución porque habría cámaras por todas partes.
R.- Estoy convencido de que si viajáramos en el tiempo hasta entonces nos sorprendería lo mucho que ese mundo se parece al nuestro, a la gente casi siempre le pasan cosas parecidas. Yo quería que se viera como un mundo cercano aunque hayan pasado tres siglos. Por otra parte, lo que dice no es del todo cierto. Todos conocemos la cara de Obama pero no de muchos de sus asesores y las personas que le rodean que tienen muchísimo poder, por no hablar del rostro de muchos presidentes de multinacionales y multimillonarios. El poder siempre se ha escondido. Además, en la época circulaban retratos de la reina y de los personajes de la corte, la gente tenía una cierta idea de qué aspecto tenían.