Image: Harry Potter, el fin del sueño de una generación

Image: Harry Potter, el fin del sueño de una generación

Cine

Harry Potter, el fin del sueño de una generación

La saga de J.K. Rowling se despide de los espectadores batiendo récords con Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte II Parte

15 julio, 2011 02:00

Escena de Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte II Parte

La octava y última película de la saga 'Harry Potter' ha desbancado al mismísimo Batman al alcanzar la mayor recaudación en un fin de semana de estreno en Estados Unidos. La cinta ingresó, según las primeras estimaciones, 168,6 millones de dólares entre el viernes y el domingo. De esta manera, el aprendiz de mago superó al ostentador del récord hasta ahora, El caballero oscuro. La aventura de Batman ingresó en su estreno en 2008 158,4 millones de viernes a domingo.

Millones de personas, muchos de ellos niños, otros jóvenes recién llegados a la mayoría de edad que han crecido con Harry Potter, se sentarán en una butaca para asistir al punto final de una de las sagas cinematográficas más exitosas y populares, sino la más, de la historia del cine. La segunda parte de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte pone el broche de oro a una serie de ocho filmes que han batido todos los récords de taquilla, sí, pero que sobre todo han colmado los sueños, las aspiraciones y la fantasía de toda una generación que hoy accede por primera vez a la universidad y para los que el personaje del niño mago es mucho más que una simple fábula, es la larguísima narrativa que a través de libros y películas ha marcado su generación. Del mismo modo que hoy los cineastas en la treintena reivindican con ahínco su educación sentimental con las películas de Spielberg, no es difícil imaginar que los de mañana harán lo mismo con los filmes inspirados en las novelas de J. K. Rowling. Para millones de personas, hoy no se estrena una película, se termina una era sentimental y eso es lo más hermoso a lo que el cine puede aspirar. Harry Potter ya es una leyenda.

Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte II Parte significa reencontrarse con un universo propio rico en matices, personajes e imaginación y supone al mismo tiempo un espectacular despliegue de efectos especiales, en su vertiente apocalíptica, como una fábula moral que cierra todos los cabos e interrogantes abiertos por una saga que siempre ha hecho de lo moral su fundamento, como no puede ser de otra manera con un producto dirigido primordialmente a los niños. Potter se enfrenta en este capítulo, ¡por fin!, a su archienemigo Voldemort, el asesino de sus padres y aspirante a dominar el mundo mágico con sus malas artes. Durante las películas anteriores hemos visto cómo el personaje aprendía a prepararse para la batalla final. Una odisea personal que, con la magia como excusa y haciendo gala de un vasto y deslumbrante universo visual, se resuelve en una película sensacional que dejará mareados a todos aquellos que no conozcan bien los intríngulis de la historia: sin duda, Las Reliquias de la Muerte Parte II es un homenaje a los fans, a los acérrimos seguidores de unas historias bellísimas que, a pesar de los rumores y los malos augurios que han recaído sobre Potter a lo largo de los diversos capítulos, no podía terminar mal.

Convertido en quintaesencia de la cultura anglosajona, por las películas de Harry Potter han desfilado la mayoría de grandes actores británicos: Ralph Fiennes, magnético y sibilino como Voldemort; Alan Rickman en la piel del demencial Severus Snape; Helena Bonham Carter como la histérica Bellatrix Lestrange; Michael Gambon, dando vida al ecuménico Dumbledore a sumar otros grandes nombres de la interpretación como Emma Thompson, Jim Broadbent, Gary Oldman o Maggie Smith. La saga también ha contado con directores de prestigio merecido, Chris Columbus se encargó de los capítulos iniciales (La piedra filosofal y La cámara secreta); Alfonso Cuarón del más celebrado por la crítica, El prisionero de Azkabán, y David Yates de los últimos: La orden del Fénix, El misterio del príncipe y las dos últimas secuelas que hoy ponen el punto final. Cada uno ha aportado su personalidad, Columbus, lanzado al estrellato con Solo en casa, era perfecto para el tono más infantil y luminoso de las dos primeras partes; Cuarón hizo un excelente trabajo al abordar a los personajes a sus trece años, cuando la primera infancia y los picores de la adolescencia avanzan una nueva etapa, y Yates ha sabido dar un tono sombrío pero al mismo tiempo esperanzado a las últimas películas.

Si el anterior filme de Harry Potter nos mostraba a un personaje asediado y casi derrotado, con un tono cercano al thriller policial y una violencia insólita en un producto de este estilo, la película final nos muestra al personaje en plena furia, dispuesto a librar la batalla hasta el final y ganarla. La moral de Potter es simple pero verdadera: creer en uno mismo, el valor de la amistad, la dificultad de mantener la rectitud y la entereza ante las trampas que nos pone la vida y la necesidad de superar el odio y el rencor por las afrentas vividas para convertirnos en verdaderos seres humanos. Un contundente alegato contra la idea de la pureza de sangre. En realidad, la idea del miedo, muy relacionada con la propia fundación de Estados Unidos y la frase de Lincoln esculpida en el Capitolio: "No temas más que al propio miedo" ha estado muy presente en toda la saga. El desarrollo psicológico del personaje, rico en matices gracias a la portentosa caracterización del magnético Daniel Radcliffe, ha estado siempre sujeto a esa coordenada de superar sus temores y no dejarse derrotar por las vilezas de los enemigos. También es buena noticia que toda una generación haya crecido viendo a un grupo de amigos en el que es la chica, la maravillosa Emma Watson, la lista y donde Rupert Grint ha sabido dar el contrapunto cómico, siendo un estandarte de lealtad y buenos sentimientos. El ejemplo de su amistad y su afecto mutuo han sido una inspiración para millones de personas. Potter, el niño sin padres que ha crecido con unos tíos odiosos, es ante todo, un héroe moral. Y su virtud sólo merecía una recompensa.

Es curioso que mientras en Estados Unidos e Inglaterra las películas de Harry Potter, algunas más que otras, han sido recibidas de forma entusiasta en España la crítica seria o culta le ha dedicado, en el mejor de los casos, un olímpico desprecio. Así, hoy Wall Street Journal considera que el filme de clausura "termina de la mejor manera posible la saga" mientras The New York Times celebra la brillantez de un "fenómeno pop" o The Washington Post habla del estreno del filme como un acontecimiento "que llega al corazón". No es casualidad. Harry Potter significa, quizá sobre todo, un canto a la magia y a la imaginación, a la fantasía y a la bondad. La intelectualidad de España, tan abonada al realismo, tan poco proclive a encumbrar lo que se salga del más estricto costumbrismo y la verosimilitud, ha olvidado los infinitos placeres que proporciona creer en lo increíble, soñar con lo imposible. Todo lo que suene a infantil o juvenil se ignora o se calumnia, lo cual es un error garrafal. Harry Potter nos invita a abrir nuestra mente a mundo mágicos y misteriosos que sólo existen en nuestra imaginación. Nos invita, al fin y al cabo, a ver sus películas y tratar de recuperar durante un rato al niño que una vez fuimos. Cuesta un pequeño esfuerzo, pero una vez realizado la recompensa es inmensa. Recuperen durante un rato esa mirada infantil, eso no les hará más tontos sino más sabios. Celebremos, pues, que sigue habiendo un lugar para la imaginación. Y despidamos a Harry Potter como merece, como un icono cinematográfico cuya huella el tiempo jamás borrará. Al menos durante muchos, muchísimos años.