Image: Joe Wright narra un cuento de hadas perverso y vitamínico

Image: Joe Wright narra un cuento de hadas perverso y vitamínico

Cine

Joe Wright narra un cuento de hadas perverso y vitamínico

Con Hanna, el director de Expiación y Orgullo y prejuicio cambia radicalmente de registro

13 junio, 2011 02:00

Fotograma de Hanna.

Hay todo un género de películas que consisten en ver cómo el protagonista escapa de un peligro que lo acecha constantemente. En los últimos años, lo hemos visto en la saga de Bourne, que se presenta como el referente visual más cercano a este Hanna en la que su protagonista, una adolescente entrenada como una perfecta asesina, escapa sin cesar de las garras de una agente de la CIA que está obsesionada con liquidarla. ¿Por qué? Ahí está el misterio del asunto. Hace poco, también vimos a Angelina Jolie en Salt dando unos brincos parecidos y demostrando una destreza similar a la hora de enfrentarse a todo tipo de peligros. Sin embargo, Hanna supera con mucho a ese filme al proponer al mismo tiempo un espectáculo apabullante de primer orden (aderezado por la música techno de Chemical Brothers que acentúa su perfil lúdico) y una revisión de los cuentos de hadas, con homenaje explícito a los hermanos Grimm incluido, que pretende erigirse como una simple, pero efectiva, metáfora sobre los peligros de crecer y lanzarse al mundo.

Las primeras escenas, las mejor rodadas de toda la película, nos trasladan a un inhóspito paraje de Finlandia. En un lugar que casi parece llegado de otro planeta, Hanna es entrenada por su padre para sortear cualquier peligro y sobrevivir aun cuando todo un ejército te está persiguiendo. Como los personajes de Canino, Hanna crece aislada por un padre que considera que el mundo es demasiado terrible para una chica indefensa. A diferencia de Canino, el padre tiene razón ya que la vida de Hanna pende de un hilo y éste sí le advierte que llegará el día en que querrá salir al mundo y ver qué hay ahí fuera de esa torre de cristal que le ha construido. A partir de aquí, la actriz Saoirse Ronan logra el milagro de dar verosimilitud a un personaje extremo mediante una exhibición de habilidades físicas asombrosas y su capacidad para insuflar emoción a una Hanna que es al mismo tiempo una máquina de matar y una niña que recién descubre los picores de la sexualidad o el valor de la amistad.

El director, Joe Wright, se labró un sólido prestigio gracias a dos películas de altura, Orgullo y prejuicio (2005) y Expiación (2009) cambia radicalmente de género en su anunciado abandono de los originales literarios para lanzarse de lleno no sólo a un guión original, también el terreno de una ciencia ficción ficción vitamínica y pulp en la que el pastiche de géneros y referentes no tiene mayor sentido que la de crear un potente artefacto de diversión pura y dura. En la onda de otras chicas duras como Nikita o incluso Lara Croft, el filme acaba de rubricar su querencia por las mujeres fuertes poniendo como antagonista a una Cate Blanchett extraordinaria como siempre que otorga a su personaje un puno de ironía y jolgoriosa perversión que acentúa ese lado pulp del filme. "Lo que más me interesaba era el personaje de Hanna. Siempre me han producido curiosidad esos personajes que han vivido apartados del mundo como E.T. o el de Bienvenido Mr. Chance y ver qué sucede cuando comienzan a interactuar con él. El hecho de que Hanna haya crecido tan aislada nos permite ver la realidad de otros ojos cuando ella la conoce", ha dicho Joe Wright, que ya está preparando su próximo proyecto, una adaptación de Anna Karenina.

En este sentido, Hanna pulveriza muchas de las convenciones de los personajes adolescentes tan habituales en el cine estadounidense. Reinterpretación del mito del buen salvaje, la aguerrida protagonista nos ofrece una visión extrema de la dualidad humana y se presenta, acaso paradójicamente, como una versión mucho más realista de los impulsos que definen a esas edad. En este sentido, Hanna huye del modelo de la teenager Lolita que se ha acabado imponiendo para conformar un retrato de la fragilidad e ignorancia absoluta que realmente caracteriza a la adolescencia a la hora de enfrentarse a las primeras pasiones humanas. "Me pregunto qué ha pasado con el feminismo -explica Wright-; no debería haber sido una moda que pasa de largo. Me conmociona la sexualización de los adolescentes y de la 'cultura' de la revista Hello! Tuve el impulso de crear un personaje femenino fuerte que creció fuera de la política sexual de géneros, que jamás había conocido a otra mujer, que no había visto un anuncio en la vida y no tenía idea de lo que era un brillo de labios".

El cuento de hadas se hace patente de forma notoria al final, en un extraordinario clímax rodado en un parque de atracciones del antiguo Berlín comunista donde se encuentra una crucial Grimm's house. Conviene no desvelar un misterio que actúa, en realidad, como claro McGuffin y aplaudir que al contrario que muchas películas similares resulte si no cien por cien verosímil, por lo menos sí coherente con la mezcla entre realidad y fantasía que propone el filme. Del mismo modo que la fallida Noche y día jugaba con lo surrealista al localizar las fallas en Sevilla, esta película también se aproxima al terreno de lo insólito al localizar el filme en tres lugares tan dispares como el norte de África, Berlín y Finlandia, incluyendo un número de flamenco narrativamente delirante. Sin embargo, mientras Noche y día, a pesar de su carácter también irónico, resultaba disparatada, en Hanna los paisajes escarpados y diáfanos consolidan una atmósfera que nos remite a un terreno en el que lo simbólico y lo creíble acaban haciendo una extraña unión. Unas fantásticas coreografías de lucha, que rescatan el placer de la batalla como elemento narrativo puramente cinematográfico, acaban de convertir a Hanna en un gozoso y a ratos intrigante espectáculo fílmico.