Image: Mala noche

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Cine

Mala noche

Director: Gus Van Sant

19 julio, 2007 02:00

Doug Cooeyate, en primer plano, protagonista de Mala Noche

Estados Unidos, 1985.Intérpretes: Walt Curtis, Doug Cooeyate, Sam Downey, Nyla McCarthy y . Guión: Gus Van Sant (adaptando la autobiografía homónima de Walt Curtis). Duración: 78 mins

Gus Van Sant inventó el New Queer Cinema antes de que Gregg Araki y Todd Haynes lo convirtieran en efímera leyenda del cine independiente americano. Mala Noche, que se estrena mañana en España tras permanecer 22 años inédita, título pionero en huir de los estereotipos que había fabricado Hollywood alrededor de la homosexualidad, habla de lo gay como construcción mental y social: por una parte, el amor que Walt (Tim Greeter), el protagonista, profesa por un par de inmigrantes mexicanos es un amor hermético y solipsista, casi feliz por poder sostener su fantasía al no ser correspondido; por otra, ese amor está basado en la diferencia racial, en esa atracción por la otredad (por los desclasados) que, desde la literatura (Jean Genet) o el cine (Fassbinder), ha alimentado la ficción homosexual. No piensen en La ley del más fuerte: los chaperos de Mala Noche son los que llevan la sartén por el mango, y su desprecio por su protector es su manera de vengarse del gringo iluso, o de la imagen canónica del yanqui explotador de chicanos. Ellos son los más libres en una película que define el amor como la prisión a medida que se edifican las clases privilegiadas.

En cierto modo, Walt está enamorado de su propia imagen. La que le devuelven Johnny (Doug Cooeyate) y Roberto (Ray Monge) no le sirve, porque está cimentada en la humillación y el chantaje. Dependiente de lo que parece una rancia tienda abierta 24 horas, Walt es maltratado e ignorado por sus nuevos amigos, que no dudan en ponerle en ridículo en plena carretera o aprovecharse de él cuando necesitan dinero. Pero Walt se ha autoadjudicado el papel de protagonista en su imaginada historia de amour fou, y la resistencia que exhiben sus objetos de deseo no hace más que alimentar su pasión. La imagen que tiene de sí mismo es la de un Quijote capaz de hacer cualquier cosa para colmar su amor. En su recurrente monólogo interior, viaja de la piedad a la autocompasión, del sentimiento de superioridad a la generosidad, de una manera dispersa y arbitraria. Van Sant comparte su narci- sismo sin dejar de admirar la indolencia de Johnny y Roberto, que, con su adicción a la calle y los videojuegos, parecen la versión latina de los héroes de un filme de Larry Clark.

La lectura ideológica de la condición homosexual poco interesa a Van Sant, que, ya en sus inicios, prefería destacar como formalista antes que como moralista. Pintor y fotógrafo, el cineasta ahorró los 25.000 dólares que le costó Mala Noche de sus trabajos en publicidad. No es extraño que su debut, inspirado en una novela-diario escrita por su colega Walt Curtis, desprecie el realismo documental para acogerse a un realismo poético que, como bien señaló la crítica Pauline Kael, recuerda a Un chant d'amour, de Jean Genet. Filmada en un blanco y negro rugoso, de textura incómoda y casi telúrica, Mala Noche parece desarrollarse en un universo paralelo nocturno, lluvioso y desconchado. Apartándose deliberadamente de la nitidez y la falta de personalidad estética de buena parte del grueso del cine indie, Van Sant se fijó en Andy Warhol, Amos Poe y demás caudillos de la New Wave neoyorquina para retratar un Portland que parece todo un estado de ánimo, poblado, eso sí, por más sombras que luces.

La consecuencia es una película cuya narrativa impresionista, errática, prefigura varias de las constantes del cine de Van Sant, a saber: la mitificación del adolescente como sujeto fílmico, la belleza de los cuerpos en movimiento (tan presente en Gerry, Elephant y Last Days, y tan patente en una secuencia tan hermosa como el encuentro sexual entre Walt y Roberto), la fascinación por los marginados (la pandilla de adictos y ladrones de farmacias de Drugstore Cowboy, los chaperos de Mi Idaho privado, la autoestopista excéntrica de Ellas también se deprimen, el Kurt Cobain de Last Days) y el uso de algunos signos de puntuación visual típicos en su filmografía (planos de nubes aceleradas, imágenes rodadas en Super 8). Mala Noche puede entenderse, por tanto, como un magnífico borrador de la obra de un autor que, a falta de ver Paranoid Park, es una de los más estimulantes del cine contemporáneo.